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Lonquén, el desafío de la memoria Opinión Crédito foto: Hornos de Lonquén

Lonquén, el desafío de la memoria

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Miguel Maureira Sepúlveda
Por : Miguel Maureira Sepúlveda Presidente Corporación Memoria Lonquén
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Que “Nunca Más” en Chile signifique, verdaderamente, nunca más, dependerá de que no dejemos de recordar. Dependerá de que, como sociedad, tengamos el coraje de mirar nuestro pasado de frente, y la responsabilidad de construir un presente y futuro donde el horror no tenga cabida.


En un pequeño rincón de Chile, entre los sinuosos senderos del cerro Lonquén, en la comuna de Talagante, se encuentran los vestigios de uno de los episodios más dolorosos de nuestra historia reciente: los Hornos de Lonquén. Allí, en noviembre de 1978, fueron hallados los restos de quince campesinos detenidos y desaparecidos por la dictadura militar en 1973. El descubrimiento rompió el silencio impuesto por el miedo y se convirtió en un símbolo de la lucha de las familias por verdad, justicia y memoria.

Hoy, a más de medio siglo del golpe de Estado, la urgencia de recordar no se desvanece. Muy por el contrario: se hace más apremiante que nunca.

Hablar de memoria no es un gesto nostálgico ni una carga del pasado. Es una herramienta de futuro. La memoria activa construye ciudadanía, fortalece la democracia y permite que nuevas generaciones comprendan el costo de los derechos que hoy ejercen. En tiempos donde el negacionismo, la indiferencia o el olvido amenazan con reinstalar la impunidad, el trabajo de memoria es un acto de resistencia y una conducta ética que debe crecer en la sociedad.

Nos enfrentamos al desafío de hacer de estos relatos –como el de los Hornos de Lonquén– un lenguaje significativo para los públicos jóvenes. No basta con contar lo que pasó, es necesario conectar esas historias con sus preocupaciones actuales, la dignidad, la justicia social, el respeto por la diversidad, la lucha contra toda forma de opresión. Solo así la memoria será viva, transformadora y política en el sentido más noble de la palabra. Y, por sobre todo, el “Nunca Más” será una convicción como país.

Los Hornos de Lonquén no solo revelan un crimen de lesa humanidad. También revelan una historia de perseverancia: la de los familiares que buscaron a sus seres queridos cuando las puertas se les cerraban, cuando los antes conocidos los desconocían, cuando todo el Estado negaba su desaparición; la de los abogados que enfrentaron tribunales cerrados a la justicia; la de comunidades enteras que resistieron el silencio con la fuerza de la verdad.

Es esta lucha la que debemos honrar y continuar. Porque cada mujer y hombre detenido desaparecido tiene nombre, rostro, historia. Porque quienes buscaron incansablemente a sus padres, hermanos e hijos lo hicieron en nombre de todos y todas.

Desde la Corporación Memoria Lonquén, nuestro compromiso es mantener vivo este sitio, no como un monumento inerte, sino como un espacio pedagógico, de encuentro y de reflexión crítica. Queremos que sea un lugar donde se hable de derechos humanos sin eufemismos, con claridad, con coraje y con esperanza. Un espacio donde los jóvenes puedan hacerse preguntas, emocionarse, indignarse y movilizarse.

Creemos firmemente que la memoria no es propiedad de quienes vivimos la dictadura, sino un derecho de quienes nacieron después. Es desde esa convicción que trabajamos con liceos, universidades, colectivos culturales y movimientos sociales. Porque la historia de Lonquén no es una anécdota: es una advertencia. Y también, una semilla de dignidad.

En momentos de incertidumbre y crisis social, la memoria histórica se vuelve brújula. Nos recuerda que la democracia no es un punto de partida, sino un camino frágil que requiere vigilancia permanente; que los derechos humanos no se heredan: se conquistan, se defienden, se actualizan.

Que “Nunca Más” en Chile signifique, verdaderamente, nunca más, dependerá de que no dejemos de recordar. Dependerá de que, como sociedad, tengamos el coraje de mirar nuestro pasado de frente, y la responsabilidad de construir un presente y futuro donde el horror no tenga cabida.

Porque mientras haya memoria, habrá justicia, democracia y libertad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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