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Cooperar en tiempos convulsos Opinión BBC

Cooperar en tiempos convulsos

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La cooperación internacional para el desarrollo también ha sido el flanco de los ataques de la extrema derecha global. El cierre de USAID es el ejemplo más notorio. Hace poco, voces de la extrema derecha francesa iniciaron un cuestionamiento respecto del rol de la cooperación en el país galo.


Baudelaire escribía que el “mejor truco del demonio es convencernos de que no existe”. Parece que algo de eso es lo que nos ocurre hoy. Pese a que nos inundamos, nos desertificamos y que el clima nos destruye, el calentamiento global y el cambio climático no existen. Cuando las reglas mínimas que regían las relaciones internacionales se tornaron molestas para las grandes potencias, algunos amenazan con terminar las Naciones Unidas. Cuando asumimos que las personas eran iguales en dignidad solo por el hecho de ser personas, inventamos el concepto de woke.

Muchos se han convencido de que los avances sociales, éticos, políticos, y económicos son los responsables de sus problemas y carencias. En definitiva, los responsables del desastre al que inexorablemente parecemos dirigirnos nos han convencido de que tal amenaza no existe o que somos nosotros mismos los responsables de tal situación. El escenario de confrontación y la lucha entre potencias a la que hoy asistimos solo contribuye a opacar las grandes prioridades de la humanidad.

A 10 años del Acuerdo de París y de los acuerdos para los Objetivos del Desarrollo Sostenible, parece muy distante la retórica sobre el multilateralismo, la sostenibilidad, la responsabilidad común pero diferenciada, la cooperación internacional y tantas otras.

Nunca pensábamos que con una elección en un determinado país/potencia, muchos principios y avances podrían verse cuestionados, así como las lógicas civilizatorias simplemente descartadas. Pero, aparentemente, nada es para siempre y ciertamente el progreso y los derechos pueden correr la misma suerte. En ese espacio liminal se producen derrumbes, cuando de un orden mínimo pasamos a la profundización de la ley del más fuerte.

En ese contexto, la cooperación internacional para el desarrollo también ha sido el flanco de los ataques de la extrema derecha global. El cierre de USAID es el ejemplo más notorio. Hace poco, voces de la extrema derecha francesa iniciaron un cuestionamiento respecto del rol de la cooperación en el país galo. Parece que la cooperación seguirá siendo uno de los objetivos a eliminar por parte de esos grupos reaccionarios.

Atacan la cooperación para consolidar la visión que quieren imponer, es decir, minimizar el rol del Estado, a la par de promover un nacionalismo de nuevo cuño, oponer los unos contra los otros, alejándose de toda ética y humanismo, haciendo nuestros pueblos cada vez más vulnerables.

Es efectivo, no todo se ha hecho bien en materia de cooperación internacional. Algunos ven en ella un instrumento de influencia para ciertas potencias, lo que en ciertos casos es efectivo. Pero esto no constituye ninguna novedad, pues las estrategias de poder permean todas las instituciones, incluso aquellas destinadas a otros fines diferentes a la conformación de hegemonías globales.

No obstante, la cooperación internacional nos otorga un piso común entre sociedades diversas, un marco para el diálogo, para tejer lazos, fortalecer el multilateralismo y reaccionar a las crisis comunes que atraviesa la humanidad. La cooperación es primero una convicción de solidaridad.

La cooperación es multifacética, reúne a múltiples actores que propician dinámicas para avanzar hacia un futuro más inclusivo y sostenible. Los resultados de programas de cooperación en materia de género, educación, salud, justicia, desarrollo económico o lucha contra el cambio climático tienen un impacto positivo y directo para los pueblos, sobre todo para las comunidades más vulnerables. Es un hecho, es real.

Acciones contra la desertificación en comunidades, acceso a medicamentos de emergencia, centros de acogida para proteger a mujeres víctimas de violencia, apoyo a pymes en países sin posibilidades de dar un soporte sostenible. La cooperación también contribuye al desarrollo de diálogos necesarios, por ejemplo, que los países más contaminantes apoyen a los países que contribuyen por su biodiversidad al equilibrio del planeta, o a la creación de mecanismos y fórmulas tendientes a apoyar a los países más vulnerables ante el cambio climático.

Es en tiempos convulsos cuando podemos encontrar oportunidades. La época de la fuerza bruta nunca ha concluido completamente. Sin embargo, no podemos permitir que prospere y se articule como el lenguaje del siglo XXI. Hoy, con perspectiva histórica, tenemos algunas certezas que deben permitirnos seguir avanzando. Los demócratas y progresistas no tenemos otra opción que la de unirnos y trabajar, la cooperación seguirá siendo una senda que no podemos abandonar.

Cooperar en tiempos convulsos es una forma de resistir a quienes banalizan el horror y el abuso. La gran controversia en nuestros tiempos es reconstruir espacios de humanidad u optar por la ley de la selva. La sociedad sí existe y es el espacio humano por excelencia. Las múltiples crisis globales y los ataques a las democracias y los derechos humanos solo deben empujarnos a seguir cooperando.

En Hiroshima y Nagasaki, increíblemente, la maquinaria hegemónica y cultural de los Estados Unidos nos convenció de que el genocidio que causaron había sido una exigencia para evitar mayor muerte y destrucción. Sin importar que se tratara de dos ciudades indefensas, que el Japón ya estaba derrotado y que el holocausto de esas dos poblaciones no tenía ninguna justificación, el poder nos convenció de que el hecho era razonable.

El problema que enfrentamos hoy se parece en algo a esa infausta masacre y nadie parece querer reconocer los enormes contrasentidos de la contemporaneidad. Aceptamos a monstruos como gobernantes y naturalizamos su existencia. Están ahí por quizás qué buenas razones. La orden del día parece ser que todo es válido y que el mal no existe. Quizás lo más complejo sea que todos asistimos a este apocalipsis como espectadores o cómplices.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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