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El peligro de las propuestas simplistas en tiempos de campaña Opinión Archivo (AgenciaUno)

El peligro de las propuestas simplistas en tiempos de campaña

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Javier Aeloíza
Por : Javier Aeloíza Escuela de Gobierno Instituto de Políticas Públicas UNAB.
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Es fundamental que las voces con legitimidad técnica y experiencia acumulada no se marginen del debate público, ni se reserven para momentos considerados más oportunos. Evitar ciertos temas por considerarlos “incómodos” en tiempos de campaña es una renuncia que empobrece la discusión democrática.


La etapa de campaña electoral, ya sea en contexto nacional o local, suele caracterizarse por una proliferación de ideas, propuestas y diagnósticos. No obstante, resulta particularmente preocupante que diversas voces técnicas especialistas en áreas clave para el desarrollo del país coincidan en advertir que ciertos temas, por su complejidad y trascendencia, deberían evitarse durante este periodo, lo que se evidencia en una expresión que se ha vuelto recurrente en este contexto: “Es muy lamentable que este tema se aborde en tiempos de campaña”.

Tal reserva no es infundada. En efecto, quienes aspiran a ofrecer análisis rigurosos y soluciones estructurales a problemas de alta complejidad suelen ver sus aportes diluidos o tergiversados en un entorno dominado por el discurso populista. Resulta especialmente inquietante observar cómo cuestiones fundamentales como la migración, el financiamiento de la educación o el diseño de políticas arancelarias son reducidas a propuestas simplistas, muchas veces desprovistas de sustento técnico y sin un adecuado análisis de sus implicancias.

Esta banalización del debate público se vuelve aún más grave cuando se considera la legítima demanda social por respuestas claras y eficaces. Esa necesidad, lejos de ser asumida con responsabilidad, es con frecuencia instrumentalizada con fines electorales, lo cual representa un serio riesgo para la deliberación democrática. En contextos donde se decide el rumbo de la primera magistratura del país, lo esperable sería un ejercicio reflexivo, orientado por la discusión de planes y programas que ofrezcan respuestas coherentes, sostenibles y socialmente legítimas frente a los desafíos estructurales que enfrenta la nación.

Como sociedad, resulta imperativo desarrollar la capacidad de discernir entre aquellas figuras que se presentan como soluciones providenciales, portadoras de respuestas individuales y casi mesiánicas, y aquellas que, por el contrario, promueven liderazgos colectivos sustentados en equipos multidisciplinarios, capaces de diseñar estrategias, programas y políticas públicas desde una perspectiva técnica, informada y participativa.

Esta distinción es crucial: no se trata de apresurarse en la formulación de respuestas, pero tampoco de permitir que la inacción o la indefinición programática sean disfrazadas de prudencia. La urgencia de las problemáticas sociales exige propuestas sólidas, articuladas y con vocación de implementación, más allá del voluntarismo retórico.

En efecto, atravesamos tiempos complejos, en los que la mera teorización resulta insuficiente frente a las demandas de los sectores más afectados por diversas crisis estructurales. Sin embargo, esta misma complejidad no puede ser excusa para la evasión del debate. Por el contrario, la elección de proyectos políticos capaces de incidir en la profundización o superación de dichas crisis requiere un ejercicio democrático que combine deliberación informada, apertura al disenso y una activa disposición al consenso.

Para ello, es fundamental que las voces con legitimidad técnica y experiencia acumulada no se marginen del debate público, ni se reserven para momentos considerados más oportunos. Evitar ciertos temas por considerarlos “incómodos” en tiempos de campaña es una renuncia que empobrece la discusión democrática. No podemos permitirnos, como comunidad política, actuar como una familia que posterga indefinidamente la conversación sobre aquello que, aunque difícil, atraviesa y condiciona su vida cotidiana.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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