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El papa León XIV y los desafíos de la paz Opinión EFE

El papa León XIV y los desafíos de la paz

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Alberto Rojas
Por : Alberto Rojas Director del Observatorio de Asuntos Internacionales, Facultad de Humanidades y Comunicaciones, Universidad Finis Terrae. @arojas_inter
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León XIV deberá actuar con sabiduría y coraje, recordando que el papado no solo es un oficio religioso, sino también una tribuna global con capacidad de influir en la conciencia colectiva.


“Paz” fue la palabra que más veces mencionó el recién electo papa León XIV, al dirigirse a los feligreses apostados en la Plaza de San Pedro. Convertido ya en el líder espiritual de los más de 1.300 millones de católicos, el nuevo pontífice no solo ha sido ungido con la mitra de Pedro, sino con el desafío de liderar moralmente un mundo desgarrado por la violencia, la incertidumbre y la fragmentación geopolítica.

Desde el este de Europa hasta Medio Oriente, pasando por Asia y América, los signos de los tiempos son inquietantes. La invasión rusa a Ucrania, que estalló en febrero de 2022, ha dejado más de 500 mil muertos y heridos, y ha devuelto la guerra a suelo europeo a una escala no vista desde 1945.

En la Franja de Gaza, la ofensiva israelí, lanzada tras los ataques terroristas de Hamás de octubre de 2023 que dejaron mil 200 muertos y 250 secuestrados ha cobrado decenas de miles de vidas palestinas, en su mayoría civiles. Mientras tanto, los enfrentamientos entre India y Pakistán han recrudecido en la región de Cachemira, donde tres de las cuatro guerras entre ambos países (1947, 1965 y 1999) tuvieron su origen. Y donde la amenaza de una guerra nuclear entre estos dos vecinos, ambos poseedores de arsenales que superan las 150 ojivas, no es una exageración.

A esto se suma la constante presión de China sobre Taiwán, con cientos de incursiones militares en lo que va de 2025, lo que mantiene a Asia Oriental al borde de una grave crisis.

En este tenso panorama se inserta también el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, tras ganar las elecciones del año pasado. Su segundo mandato ya ha generado polémicas globales: su decisión de suspender nuevamente aportes al sistema de Naciones Unidas, imponer inéditos aranceles a los productos chinos y revertir compromisos ambientales multilaterales entre otras han sacudido el frágil equilibrio internacional.

La Iglesia católica no es ajena a estos cambios y el nuevo pontífice deberá decidir si continúa la línea de diplomacia activa impulsada por su predecesor o si adopta un perfil más conservador y pastoral.

El papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril a los 88 años, intentó ejercer un papel de puente en tiempos de tensión. En julio de 2014, por ejemplo, facilitó los contactos secretos que llevaron al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, un proceso anunciado oficialmente el 17 de diciembre de ese año por Barack Obama y Raúl Castro.

En 2019, fue uno de los principales impulsores del “Documento sobre la Fraternidad Humana” firmado en Abu Dabi junto al gran imán de al-Azhar, buscando una base común entre cristianos y musulmanes. Y en sus últimos años, intentó abrir canales de diálogo entre Moscú y Kiev, recibiendo a emisarios de ambas partes, aunque sin lograr una mediación efectiva.

Pero si se trata de recordar un momento histórico en que la Santa Sede desempeñó un papel crucial para evitar una guerra en América Latina, el caso del conflicto entre Chile y Argentina por el Canal Beagle en 1978 sigue siendo el ejemplo más claro. Cuando ambos países, entonces bajo dictaduras militares, estuvieron al borde de un enfrentamiento armado por tres pequeñas islas del extremo sur Picton, Nueva y Lennox, fue el papa Juan Pablo II quien intervino directamente.

A través del cardenal Antonio Samoré, enviado especial del Vaticano, se logró la firma del Acta de Montevideo el 8 de enero de 1979, que congeló las acciones militares. Y tras años de negociaciones auspiciadas por Roma, el Tratado de Paz y Amistad fue finalmente firmado el 29 de noviembre de 1984. De esta forma, la diplomacia vaticana evitó una guerra de consecuencias imprevisibles.

Hoy, casi medio siglo después, el mundo necesita nuevamente una voz moral que levante un llamado a la paz, al diálogo y al respeto por la dignidad humana. León XIV deberá actuar con sabiduría y coraje, recordando que el papado no solo es un oficio religioso, sino también una tribuna global con capacidad de influir en la conciencia colectiva. No se trata de pretender sustituir a los diplomáticos o generales, sino de ejercer un liderazgo ético allí donde los líderes políticos han fallado.

En tiempos de oscuridad, los gestos, las palabras y las señales importan. Y el mundo necesita, más que nunca, señales de paz.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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