Publicidad
La violencia silenciada en nuestras aulas Opinión

La violencia silenciada en nuestras aulas

Publicidad
Jorge Varela Torres
Por : Jorge Varela Torres Equipo del Laboratorio de Convivencia Escolar UDD
Ver Más

En Chile, investigaciones con estudiantes de enseñanza media han mostrado que el clima escolar y las dinámicas de victimización tienen trayectorias que tienden a perpetuarse en el tiempo, afectando principalmente a quienes carecen de redes de apoyo entre sus pares o adultos significativos.


La carta escrita por una estudiante del Colegio Germania del Verbo Divino de Puerto Varas, en la que relata situaciones persistentes de acoso escolar y maltrato entre pares, representa mucho más que un testimonio individual: es una advertencia urgente sobre el tipo de experiencias que miles de niños, niñas y adolescentes viven a diario en sus escuelas, muchas veces en silencio.

Frases como “mi sala es la puerta del infierno” no deben ser vistas como exageraciones, sino como señales de alerta sobre entornos educativos donde la violencia se ha vuelto parte de lo cotidiano y la respuesta adulta ha sido insuficiente o tardía. 

Numerosa evidencia ha documentado los efectos del bullying sobre la salud mental adolescente. En contextos donde no existe una intervención oportuna ni una validación clara de las denuncias, los efectos se intensifican, generando mayor sintomatología depresiva, ansiedad, desafección escolar e incluso ideación suicida (Guzmán et al., 2022).

Cuando las instituciones no responden adecuadamente, se instala lo que distintos estudios han denominado injusticia relacional: una percepción de impunidad que deteriora la confianza en los adultos y debilita el vínculo con la escuela. 

En Chile, investigaciones con estudiantes de enseñanza media han mostrado que el clima escolar y las dinámicas de victimización tienen trayectorias que tienden a perpetuarse en el tiempo, afectando principalmente a quienes carecen de redes de apoyo entre sus pares o adultos significativos (Berger, 2012). En estos contextos, la ausencia de acciones preventivas y reparatorias genera efectos acumulativos que impactan tanto en el bienestar como en el rendimiento académico. 

Más recientemente, estudios realizados durante la pandemia muestran cómo los entornos familiares y escolares pueden funcionar como factores protectores o de riesgo frente a formas de acoso como el ciberbullying. El apoyo emocional de los adultos, así como la validación del sufrimiento adolescente, resultan claves para sostener su bienestar subjetivo (Rodríguez-Rivas et al., 2022). No se trata solo de contar con protocolos, sino de construir una cultura escolar que promueva la escucha activa, la empatía y la corresponsabilidad. 

Desde el Laboratorio de Convivencia Escolar de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo, sostenemos que abordar la convivencia no es una tarea secundaria ni delegable: es parte constitutiva del sentido de educar.

Testimonios como el de esta estudiante no deben ser reducidos a una anécdota trágica, sino entendidos como una alerta ética y pedagógica. La escuela no solo instruye, también moldea la manera en que aprendemos a convivir con otros. Escuchar y actuar ante estas voces es la oportunidad de construir comunidades escolares que no solo enseñen contenidos, sino también humanidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad