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Acerca de la intensificación del extractivismo minero, la sociedad civil y el futuro del hombre Opinión Imagen de Archivo

Acerca de la intensificación del extractivismo minero, la sociedad civil y el futuro del hombre

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Cristián Zamorano Guzmán
Por : Cristián Zamorano Guzmán Analista y doctor en Ciencias Políticas.
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Hoy, los procesos de extracciones se van inexorablemente a intensificar, y no solo en Chile, porque las minas de cobre y de otro tipo de minerales son más esenciales que nunca.


A finales de abril, tuvo lugar en Santiago, en Espacio Riesco, la última versión de la Expomin, uno de los eventos más importantes de la industria minera de Latinoamérica, congreso que fue organizado por la empresa internacional GL events en conjunto con Anglo American y por esa razón fue presidido por Patricio Hidalgo, presidente ejecutivo de la multinacional minera en Chile.

Como lo destacó hace muy poco el propio ejecutivo, con más de 85 mil visitantes, más de 30 paneles temáticos y 150 speakers nacionales e internacionales, esta última edición marcó además un hito al incluir por primera vez un Día Ciudadano, abriendo las puertas del evento a estudiantes, familias y comunidades. Hidalgo sostuvo que “en Expomin se impulsa una visión inclusiva (…) apostando por una feria con metas claras: paridad, carbono neutralidad, cultura e innovación” .

Retomando lo que destaca, últimamente, el excelente libro de la periodista francesa, filosofa de formación, Celia Izoard, intitulado “La ruée minière au XXIe siècle: Enquête sur les métaux à l’ère de la transition” (2024), traducible como “La fiebre minera en el siglo XXI: Investigación acerca de los metales en la era de la transición”, podríamos señalar que Patricio Hidalgo, al igual que la casi totalidad de los ejecutivos del aérea empresarial de la extracción minera, utiliza sistemáticamente el leitmotiv que ese rubro ha decidido ahora implementar, promocionando y reivindicando una “nueva” minería “tipo” siglo XXI: “responsable”, “relocalizada”, “4.0”, es decir “descarbonizada, digital y automatizada”.

El libro mencionado demuestra que detrás de ese discurso promovido por las instituciones internacionales, como por los círculos empresariales de las multinacionales (Anglo American, Antofagasta Minerals, Escondida-BHP, Glencore, Freeport-McMoRan, Collahuasi, todas presentes en Chile) y también los líderes políticos de los diferentes gobiernos concernidos, se oculta en realidad otra cara, totalmente distinta a la exhibida. Vemos, en los hechos, a una minería siempre depredadora, consumidora de energía y destructora. Incluyendo lo que sucede en un país como Finlandia , invitado este año a la Expomin. La extracción sigue siendo una actividad que empíricamente devora el hábitat terrenal y todo lo viviente en aquellos territorios. Seres humanos incluidos.

El modelo extractivista, para permitir su profundización y extensión, se apoya sobre una especie de ideología difícilmente debatible y siempre difundida, que varía en función de los períodos: a un momento dado, la minería encarnó el progreso de un sector, luego el “desarrollo” de una sociedad en su conjunto, y ahora la “transición energética” que necesita el mundo entero. El extractivismo es justamente posible gracias al desarrollo de un conjunto de creencias y de imaginarios colectivos, que le otorgan a este un poder que se confronta a muy pocas resistencias… sino la permisología. Hoy, las banderas de la transición energética y de la utilización de la inteligencia artificial permiten anticipar las protestas ambientales y paralelamente atraer a muchos, genuinamente, a esta carrera mundial, sin precedentes, para los metales. Celia Izoard llama esto: la “cosmología extractiva” (p. 211). Una arma imparable.

Pero en los hechos, el sector minero sigue siendo la industria más contaminante del mundo. Por ejemplo, una mina industrial de cobre produce un 99,6% de residuos. Sin embargo, ustedes mismos pueden comprobar que en Chile, ninguna empresa es exageradamente exitosa en el rubro del reciclaje o de la remediación industrial. Algo eso nos indica. Mucho en realidad.

Hoy, los procesos de extracciones se van inexorablemente a intensificar, y no solo en Chile, porque las minas de cobre y de otro tipo de minerales son más esenciales que nunca: estos constituyen los insumos necesarios para producir la energía verde, indispensable a la transición energética que el mundo entero está intentando aplicar y que supuestamente salvará nuestro planeta. ¿Desde cuándo la transición energética implica una (re)activación de la minería y, por lo tanto, el tránsito de un consumo energético basado sobre los combustibles fósiles hacia uno basado sobre los metales? Este argumento ha claramente ganado fuerza tras la publicación de un informe del Banco Mundial, en 2017. En colaboración con el lobby minero más grande del mundo, el ICMM (Consejo Internacional de Minería y Metales), el informe afirma que la industria minera está llamada a desempeñar un papel importante en la lucha contra el cambio climático, proporcionando tecnologías bajas en carbono. Baterías eléctricas, rotores de aerogeneradores, electrolizadores, células fotovoltaicas, cables para la electrificación global; todas estas infraestructuras y tecnologías requieren enormes cantidades de metales. La transición energética requeriría la utilización de numerosos metales básicos (cobre, níquel, cromo o zinc) pero también de metales raros (litio, cobalto, lantánidos).

Por lo demás, hay que tener consciencia de un elemento. La intensificación del extractivismo ocurre en un contexto de disminución y escasez de yacimientos fácilmente explotables, lo que se traduce mecánicamente por un aumento exponencial del consumo de agua y energía, así como de los impactos ambientales y sociales que le son corolarios , y eso ya sucede en Chile. ¿Hasta dónde van a llegar los límites de esta actividad para satisfacer el consumo siempre creciente de metales? Y sobre todo, ¿Quién(es) va(n) a fijar esos límites? Por ejemplo, a ningún momento, una autoridad como la actual ministra de la Minería, Aurora Williams, presente desde el primer día en la Expomin 202, miembro de un gobierno que se reivindica progresista, oriunda por lo demás de la región de Antofagasta, capital minera, aborda este tipo de problemática. Ni de lejos. Quizás su paso, por años, en el grupo Luksic, dueños de Antofagasta Minerals, explica aquello.

Cabe señalar, que durante la década 2009-2018 , las reivindicaciones socioambientales eran la tercera causa de movilización en Chile, después de las relacionadas con lo laboral y la educación. Posteriormente al estallido social, las problemáticas cambiaron de orden. Pero hasta ese entonces, unos de los tópicos en debate eran la contaminación (del aire, del agua, del suelo y del subsuelo), el desarrollo local y la confrontaciones a los grandes proyectos (presas y centrales hidroeléctricas, minería, industria agroforestal, centrales térmicas de carbón, etc.). Las movilizaciones medioambientales no suelen centrarse sólo en la defensa de la naturaleza y de la biodiversidad en sí mismas, sino también en la defensa de un territorio, de la salud y de la dignidad de sus habitantes. Las acciones colectivas generalmente se limitan a un territorio determinado y pocas de ellas tienen repercusión en todo el país, es decir, no siempre son visibles fuera de las localidades concernidas. La ausencia de partidos ecologistas limita el alcance de estos debates en el espacio público.

Así, la causa medioambiental es defendida principalmente, a nivel local, por las organizaciones de pueblos indígenas y las asociaciones que viven en los territorios de donde se extraen las materias primas. En su libro, Celia Izoard indica que ante el proceso de contaminación y degradación de la calidad de vida liderado por el sector minero e industrial, las luchas contra los proyectos se están intensificando de nuevo, y menciona el caso del pueblo indígena de Chile, los Collas, que se han opuesto a proyectos mineros que pretenden extraer litio del salar de Maricunga, en la Región de Atacama. Por otro lado, la sociedad civil criolla se está igualmente reivindicando, directa o indirectamente, en contra de la gran minería.

Recientemente, en la ciudad de Antofagasta, la “capital “ minera de Chile, hemos visto una acción colectiva; Causa Rol: C-1395-2025; interpuesta en tribunales por la Asociación de Protección al Agua y al Consumidor, la APAC, que agrupa a diversas organizaciones sociales de la perla del norte, en contra de Aguas de Antofagasta (ADASA); propiedad de EPM Chile S.A. que es un grupo colombiano que ha adquirido la empresa; denunciando que dicho grupo concesionario, lejos de priorizar el abastecimiento humano, ha utilizado su posición para beneficiar indebidamente la venta de agua a la industria minera. En efecto, como lo hemos mencionado anteriormente, la minería necesita un abastecimiento hidráulico continúo; y lo que sostiene la APAC en su demanda, es que tal necesidad se realiza por parte de ADASA desatendiendo la calidad, continuidad y seguridad del suministro de agua para la población. Y sin agua potable, no hay vida digna ni desarrollo posible. Sin agua priorizada para la comunidad, no puede haber bienestar ni futuro para Antofagasta. Desde esa óptica, la capital minera estaría imposibilita de crecer en población y condenada a nunca tener un cierto protagonismo…

Sin duda alguna, la nacionalización del cobre, a inicio de los 70, fue una de las decisiones políticas más cruciales de la historia nacional. Esta última culminó una dinámica que venía creciendo, manifestándose, durante décadas. Luego de aquello, se fomentó, con implicancias internacionales, un golpe de Estado. Refiriéndose al “Futuro del Hombre”, el inmenso escritor Víctor Hugo; también político e intelectual comprometido; escribía: “Nada en el mundo… ni siquiera todos los ejércitos… es tan poderoso como una idea cuyo momento ha llegado”. A la diferencia a lo que sucedió en los 70, hoy, ante el vacío, intencionado o no, que reina en la propuesta política en relación con los temas planteados acá, el advenimiento parece más bien haber llegado para un sector privado internacional, que tiene como norte prioritario un estricto crecimiento económico.

El igualmente autor del drama romántico Hernani, agregaba a la frase citada anteriormente que “el futuro tiene muchos nombres. Para los débiles, es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes, es la oportunidad”. Lo último, aún en el siglo XXI, va innegablemente de la mano con un cierto conocimiento global de las problemáticas,con una capacidad técnica certera y con una imprescindible visión de Estado… algo de lo cual carece, indiscutiblemente, y no solo en esta materia, Chile. Mañana parece estar lejos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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