Publicidad
Los sesgos analíticos del Consejo Fiscal Autónomo Opinión Ministerio de Hacienda

Los sesgos analíticos del Consejo Fiscal Autónomo

Publicidad
Luis Eduardo Escobar
Por : Luis Eduardo Escobar economista, presidente del directorio de EPV
Ver Más

Abordar los desafíos fiscales que enfrenta el país requiere de una mirada a largo plazo, con proyecciones acordadas y realistas, identificando un menú de posibilidades para reducir los déficits y evaluando el costo alternativo de las opciones disponibles.


La semana pasada, el Consejo Fiscal Autónomo (CFA) presentó su informe trimestral al Congreso. El Informe del CFA tuvo una dura respuesta del ministro de Hacienda, Mario Marcel, destacando su tono “inusualmente severo”. Lo cierto es que, en mi opinión, como economista profesional que durante más de 20 años trabajó en el Fondo Monetario Internacional colaborando y liderando en el diseño de programas de ajuste fiscal, me parece que el ministro Marcel fue demasiado generoso en su evaluación del informe.

Evidentemente el informe adoptó un tono que no corresponde a una entidad cuya función es evaluar técnicamente el estado de las finanzas públicas. Más allá del tono inadecuado y autorreferente, el problema del informe es que su diagnóstico y propuestas están sesgados en al menos tres sentidos.

El primer sesgo es que le imputa a este Gobierno el no haber adoptado medidas correctivas oportunamente. El informe menciona que los déficits fiscales son una “situación excepcional de múltiples años” (sic), pero no asigna responsabilidad alguna a las administraciones anteriores por no haber corregido el problema oportunamente. Tampoco se pregunta por qué no lo hicieron. Pero insiste en que debe ser este Gobierno el que realice el ajuste fiscal que proponen.

Solo al final el informe menciona que esta administración redujo el gasto público en 2022 en más de 20% en términos reales, equivalente a 7 puntos porcentuales del PIB, porque el Gobierno anterior dejó todo el ajuste fiscal postpandemia a esta administración. De paso señala que, si este Gobierno lo hizo una vez, lo puede hacer de nuevo, como si la política fiscal fuera un juego de destreza.

Pero quizá lo más grave es que el CFA simplemente ignora que hasta el año 2003, cuando comenzó el superciclo de precios del cobre, el país arrastraba un déficit fiscal de importancia que había generado serios roces durante las evaluaciones económicas anuales del FMI. Es decir, la reducción de la deuda externa bruta a menos de 4% del PIB en 2007 y ser acreedor neto internacional hasta el año 2011, se debió a los ingresos extraordinarios generados por el superciclo de precios del cobre. La situación fiscal, excluyendo ingresos del cobre, a partir de 1999 ya era débil y sigue siéndolo.

El segundo sesgo consiste en proponer que, si no hay acuerdo con el Legislativo, que es lo más probable en un año electoral, es responsabilidad de esta administración reducir el déficit estructural en un punto porcentual del PIB este año. Alcanzar esa meta en lo que resta de este año es equivalente a un ajuste fiscal de dos puntos del PIB anuales, ya que habría que hacerlo en seis meses o menos. Al CFA parece no importarle que en las condiciones económicas actuales y sin considerar la incertidumbre internacional, una medida de esa magnitud probablemente llevaría al país a una recesión, con los costos sociales y económicos que ello conlleva. Desde luego, ese riesgo no puede ser ignorado por un Gobierno responsable.

El tercer sesgo, dada la casi nula probabilidad de un acuerdo Gobierno-Congreso para elevar los ingresos tributarios, es que el ajuste se haga por la única vía que le quedaría disponible al Ejecutivo, esto es, un recorte del gasto, y propone, en particular, que se reduzca el gasto corriente. Desde luego, el CFA no sugirió qué gastos recortar, porque si lo hiciera tendrían que asumir el costo político de sus recomendaciones.

Si el CFA quiere colaborar en mejorar la situación fiscal del país, objetivo necesario que comparto, no basta con anunciar un desastre que, por cierto, está muy lejos de ocurrir. El límite prudencial de deuda pública bruta fijado en 45% del PIB es tan arbitrario como podría ser cualquier otro límite y, de hecho, como lo reconoce el CFA, está bastante por debajo de los niveles de deuda de nuestros pares.

Por último, el CFA debería cumplir plenamente con sus obligaciones bajo la ley, que le mandata “manifestar su opinión sobre eventuales desviaciones del cumplimiento de las metas de Balance Estructural”, cosa que hace aunque exagera mucho, y “proponer medidas de mitigación” (resaltado del autor), tarea ingrata que prefiere esquivar.

Señalar que este Gobierno debe recortar el gasto, como señala numerosas veces el texto del CFA, no se condice con el encargo del Legislador de “proponer medidas de mitigación”. Por lo demás, sabiamente el legislador no solicitó que el CFA proponga medidas que corrijan plenamente eventuales desviaciones en menos de un año, solo solicitó “proponer medidas de mitigación”. En eso, el ministro Marcel está siendo más fiel a la letra y espíritu de la ley que el CFA.

Abordar los desafíos fiscales que enfrenta el país requiere de una mirada a largo plazo, con proyecciones acordadas y realistas, identificando un menú de posibilidades para reducir los déficits y evaluando el costo alternativo de las opciones disponibles. Esa sería una auténtica contribución al debate fiscal por parte del CFA. La decisión sobre qué medidas específicas adoptar siempre será una decisión política y esa corresponde al Gobierno de turno y su ministro de Hacienda, preferiblemente en acuerdo con el Congreso.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad