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Una marina de transición al siglo XXI Opinión

Una marina de transición al siglo XXI

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Afortunadamente, nuestra región ha resultado más inteligente que el Viejo Mundo y ha aprendido a convivir en una zona de paz regional que nos permite mantener su estabilidad con sistemas de defensa razonables y financiables y que debiera ser el marco político y estratégico para nuestras decisiones.


En este mes que celebramos nuestras Glorias Navales en un ambiente de inestabilidad geopolítica mundial, resulta oportuno reflexionar respecto a la importancia de las directrices políticas necesarias para orientar los procesos de renovación de nuestros sistemas de armas, las cuales deberán traducir las tendencias del entorno internacional y las prioridades financieras del Estado en un marco político‑estratégico‑económico que permita a los militares identificar y proponer el equipamiento que mejor satisfaga los roles y misiones requeridos para nuevos escenarios de transición hacia emergentes tecnologías disruptivas, tales como enjambres de drones, cañones electromagnéticos, armas láser y radares cuánticos.

Las guerras del futuro

Tras la Primera Guerra Mundial, Francia siguió confiando en su doctrina del fuego de masas en que, según el mariscal Pétain, “la artillería conquista y la infantería ocupa”, resultando en un estrepitoso fracaso en mayo de 1940 en los bosques de Las Ardenas frente a la Blitzkrieg (guerra relámpago) alemana. Décadas después, el famoso libro Las guerras del futuro de Alvin y Heidi Toffler nos anunciaba la llegada de una “tercera ola” –del conocimiento– que cambiaría la forma de hacer la guerra desde un puño fuerte a un puño inteligente y que claramente resultó insuficiente para prever los impensados alcances de la irrupción de una inteligencia artificial “sin puño”. Es decir, siempre deberemos tener presente que la guerra sigue siendo un mismo acontecimiento sociológico que solo cambia de forma.

En realidad, nuestro siglo XXI sigue sufriendo cruentos desafíos geopolíticos mundiales, en que Europa vuelve a pensar que ellos pueden resolverse simplemente aumentando su gasto de defensa, tal como ocurrió con la Guerra Fría y el consiguiente colapso económico de la Unión Soviética. Afortunadamente, nuestra región ha resultado más inteligente que el Viejo Mundo y ha aprendido a convivir en una zona de paz regional que nos permite mantener su estabilidad con sistemas de defensa razonables y financiables y que debiera ser el marco político y estratégico para nuestras decisiones.

Sin embargo, nuestro país aún mantiene una Política de Defensa Nacional de Chile 2020, promulgada por el expresidente Piñera, que ha resultado obsoleta e inaplicable al confundir la defensa nacional con un Ministerio de Guerra, señalando que: “Una tarea prioritaria para el Ministerio de Defensa Nacional es desarrollar y mantener capacidades efectivas de las FF.AA. que contribuyan a la disuasión y, en caso de empleo, permitan superioridad operacional, que asegure las mejores probabilidades de éxito en el cumplimiento de sus objetivos…”, directriz que esperamos sustituya prontamente toda referencia a esta militarista postura de disuasión en favor de una legítima defensa de nuestro territorio nacional.

Modernización de la defensa

Para materializar integralmente la modernización de la defensa es necesario considerar que esta debe evaluarse en tres planos distintos, pero de acción simultánea: político‑estratégico, estratégico y militar.

De esta forma, cuando la conducción superior del Estado toma decisiones político‑estratégicas que no son seguidas por los correspondientes cambios en la concepción y conformación de la organización de la defensa, se producirá una obsolescencia de carácter político‑estratégica.

Similarmente también puede producirse obsolescencia estratégica, que ocurre cuando a los Servicios Armados se les exige la obtención de objetivos estratégicos incompatibles con su doctrina, diseño, capacidad y organización.

Para el plano militar sí es importante el desarrollo tecnológico, pero este debe ser consistente con los roles y misiones que se espera cumplan los Servicios Armados, empleando una cierta concepción estratégica y militar contra un adversario de doctrina y capacidades determinadas y en un escenario geográfico definido.

Considerando los niveles descritos, llegó la hora de que nuestra Armada deje de soñar y asuma que sus nuevas propuestas deberán incluir un período de transición, pues cada vez será más difícil reclutar y mantener dotaciones suficientes y entrenadas, aunque se las motive con toda la tecnología posible, debido a que nuestro principal problema estratégico es una persistente crisis de natalidad de la población que previamente deberíamos mitigar, integrando a la defensa nacional a miles de weekend warriors, entusiastas civiles voluntarios amantes de la tecnología, que hoy dan vida a nuestros mares, campos, desiertos y montañas, para solo a continuación pensar en una fuerza naval consistente.

Renovación de las plataformas navales

Con posterioridad a los últimos conflictos en que han participado las potencias militares, les ha resultado necesario reducir drásticamente sus gastos militares, tal como lo sucedido en el siglo XX después de las guerras mundiales y de la Guerra Fría, cuando se les hizo imposible seguir financiando monstruosos presupuestos de defensa y debieron liquidar una gran cantidad de excedentes militares presupuestariamente insostenibles.

Para Chile y particularmente nuestra Armada, esta situación les permitió la adquisición a bajos precios de cruceros, destructores y submarinos provenientes de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial y destructores y fragatas provenientes del Reino Unido, Países Bajos y Australia una vez concluida la Guerra Fría.

Recurriendo a las “analogías intuitivas” de la historia (Oswald Spengler), se puede inferir que probablemente esta situación volverá a presentarse en Europa luego de superados los efectos del actual conflicto entre Rusia y Ucrania, lo que posibilitará que a mediados de la próxima década, fecha programada por nuestra Armada para el inicio del reemplazo de sus actuales fragatas, podamos adquirir nuevamente buques europeos usados en muy buenas condiciones y a precios muy convenientes, que podrán sustituir exitosamente la atractiva pero carísima e inconsistente propuesta de construir fragatas en Asmar-Talcahuano a 800 millones de dólares actuales la unidad equipada, tal como se intentó con el fallido Proyecto Tridente para desarrollar hasta ocho buques, que fueron cancelados por el entonces presidente Ricardo Lagos en enero de 2002, por resultar infinanciables y que debieron ser sustituidos por la adquisición de fragatas usadas de la post Guerra Fría, a las que aún les quedan más de 10 años de vida útil.

A modo de ejemplo, es posible observar un escenario similar en la evolución futura de las excelentes fragatas clase Fremm (Fragata Europea Multi Misión) que se construyen y operan desde 2012 con 24 unidades en Francia, Italia y otros países, además de Estados Unidos, en una reciente evolución para más de 20 fragatas adicionales tipo Constellation, que probablemente serán consideradas disponibles por sus operadores iniciales a partir de mediados de la próxima década, permitiéndonos replicar exitosamente nuestra política de adquirir y modernizar fragatas usadas.

Respecto a los memorandos de acuerdo (cartas de intención), recientemente suscritos por Argentina, Chile y Perú con fabricantes de submarinos, creo que estos son solo maniobras de distracción de las autoridades políticas para mantener motivados a sus Servicios Armados, pues no se ha considerado que ellos están perdiendo su furtividad, debido a la detección temprana de modernos sonares de matriz remolcada activa y pasiva y tampoco se han tomado en cuenta las restricciones de los ministros de Hacienda para el financiamiento necesario de 1.600 millones de dólares por dos unidades a precio actual sin intereses.

En consecuencia, con el objeto de transitar al futuro con una fuerza equilibrada, se requerirá adicionalmente comisionar plataformas diseñadas como portadrones, que incorporen nuevas capacidades polivalentes a través de sistemas autónomos (Gólems militares obedientes y financiables), tales como enjambres aéreos y submarinos no tripulados, que ya se construyen en países como China, Irán, Turquía, Portugal y otros, que podríamos desarrollar modificando consistentemente el diseño de los buques 3° y 4° del proyecto Escotillón que nuestra Armada pretende fabricar en Asmar-Talcahuano.

Para finalizar, podemos concluir que este programa naval de buques usados modernizados, operando conjuntamente con unidades nuevas que incorporen tecnologías emergentes y disruptivas, es una propuesta razonable y financiable para desplegar una marina de transición al siglo XXI, suficiente y necesaria para proteger nuestro territorio.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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