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El tiempo se nos escapa, ¡alcánzame los psicofármacos! Opinión

El tiempo se nos escapa, ¡alcánzame los psicofármacos!

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Juan Pablo Pinto
Por : Juan Pablo Pinto psicólogo e investigador adjunto Centro de Estudios en Psicología Clínica y Psicoterapia (CEPPS) UDP.
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Los psicofármacos parecen tener agencia, no en el sentido de que estos decidan o actúen por cuenta propia, sino que, más bien, porque parecen participar activamente en la configuración de pensamientos, formas de vida y afectos, más allá de su composición biomolecular y del uso prescrito.


Alejandro se despierta con la constante luz y el insistente y alarmante sonido del celular. Otra noche sin dormir bien, otra  noche de insomnio, el cual lo acompaña hace meses.  ¿Qué es lo le dificultará el dormir? … parece no haber tiempo para detenerse, para cerrar los ojos y finamente, parar.  Él tiene muy presentes las múltiples reuniones, los infinitos correos que contestar, las metas que cumplir, las tarjetas que pagar y los memes que reenviar de sus grupos de WhatsApp… necesita una ayuda.

“Todo se mueve rápido, demasiado rápido, siento que si me detengo, como que me caigo…”, piensa. 

En su mochila lleva una pequeña caja metálica disfrazada con colores. Dentro de ella, pequeños objetos circulares que, en potencia, podrían dar calma. Los ansiolíticos no los recetó un médico, estaban en su casa.

“Los tengo por si acaso… a veces los ocupo, otras veces no… pero me gusta tenerlos cerca”, admite.   

Los psicofármacos parecen tener agencia, no en el sentido de que estos decidan o actúen por cuenta propia, sino que, más bien, porque parecen participar activamente en la configuración de pensamientos, formas de vida y afectos, más allá de su composición biomolecular y del uso prescrito. El solo tenerlos cerca, parece dar calma. 

El sociólogo Hartmut Rosa, en su teoría de la aceleración social, sostiene que vivimos en una sociedad marcada por la constante aceleración en tres dimensiones fundamentales: tecnológica, social y del ritmo de vida. La tecnológica refiere a la rapidez de los avances y cambios en la tecnología, observable a diario; la social, a la rapidez con la que las normas, relaciones y estructuras sociales cambian, por ejemplo, las formas de constituir familia; finalmente, la del ritmo de vida (relacionada con las anteriores) se refiere a la presión por hacer más en menos tiempo, lo que genera un aumento del malestar subjetivo (aumento del estrés y ansiedad constante), una sensación de que el tiempo se escapa, de que ya no es suficiente, ¡ya estamos en mayo! 

Esta última aceleración no solo afecta al sujeto, sino que a la comunidad. Genera una pérdida de “resonancia”, es decir, una desconexión socioafectiva con el otro, lo que profundiza el malestar y las formas de alienación en las sociedades contemporáneas. Todo como síntomas de la incapacidad para seguir el ritmo de una sociedad que demanda rendimiento constante.

En este contexto, la automedicación con psicofármacos, (estimulantes, ansiolíticos, antidepresivos, etc..) puede verse como una respuesta personal a esta aceleración. Estos medicamentos no solo sirven para mitigar síntomas de trastornos específicos en salud mental, sino que actúan como herramientas que permiten al sujeto seguir adelante, seguir funcionando dentro de una lógica acelerada, hacer frente a la falta de tiempo, ajustarse a las expectativas sociales. Sin embargo, simultáneamente pueden reforzar la desconexión con el propio cuerpo, con los afectos y con el otro, lo que finalmente dificulta pensar en soluciones colectivas más allá de la propia individualidad. Las demandas sociales de tiempo, no se tocan.

Alejandro sigue con su día, corriendo de una reunión a otra, con su celular siempre al alcance, siempre disponible, siempre conectado, siempre en marcha y con la sensación de siempre estar atrasado. La presencia del objeto fármaco, en este caso, el ansiolítico, aporta la sensación de cierto control a este circuito de cansancio y agotamiento, a esta exigencia constante, a modo de parche temporal para la falta de tiempo, el cual parece aliviar, aunque sea ilusoriamente, la vida cotidiana. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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