
Del miedo al diálogo: una nueva ruta para nuestras escuelas
Es hora de dejar de castigar a quienes actúan con sentido común y empezar a construir soluciones que estén a la altura de los desafíos. Apostar por el diálogo no es ingenuidad: es visión de futuro.
En los últimos días, conocimos una noticia que merece reflexión: la Superintendencia de Educación decidió multar por casi 4 millones de pesos a un establecimiento educacional en Temuco por haber instalado un detector de metales como medida de seguridad. La multa, en vez de promover una solución, castiga a quienes intentan proteger a sus comunidades ante una crisis evidente.
Este hecho no es aislado. Varios municipios del país están tomando medidas ante el aumento de hechos violentos en los colegios, y la respuesta de la institucionalidad ha sido burocrática, sancionatoria y poco efectiva. ¿Qué mensaje estamos enviando? ¿Qué alternativas reales les estamos dando a las escuelas que enfrentan violencia y miedo a diario?
En lugar de castigar, debiéramos acompañar. En vez de sancionar a quienes actúan, debiéramos apoyar a quienes buscan cuidar.
Frente a esto, quiero proponer una salida distinta, una alternativa con evidencia internacional y sentido pedagógico: el enfoque del Centro Nansen para la Paz y el Diálogo. Este modelo, implementado en contextos internacionales complejos, no se basa en cámaras ni en castigos, sino en enseñar a las comunidades a dialogar, a escucharse, a reconstruir confianzas.
Mientras en Chile ofrecemos cartillas y protocolos, el modelo Nansen propone una transformación cultural: formar a estudiantes, docentes y apoderados en habilidades profundas de resolución de conflictos, empatía y escucha activa. Se aprende a dialogar, dialogando.
Este tipo de herramientas no reemplaza la seguridad, pero la complementa. Ayuda a prevenir no solo la violencia física, sino también el bullying, el ciberacoso y el deterioro de los vínculos en las comunidades escolares. Y lo hace con profundidad, continuidad y con protagonismo juvenil.
Hoy, cuando vemos a la superintendencia actuando con rigidez ante un municipio que intenta cuidar, debemos preguntarnos: ¿es esa la única forma de abordar esta crisis? Yo creo que no.
Chile necesita avanzar hacia una política nacional de formación en diálogo, no como un contenido accesorio, sino como parte estructural del currículum escolar. Porque si no enseñamos a convivir, seguiremos reaccionando con sanciones, sin transformar realmente la raíz del problema.
La violencia no se combate solo con más vigilancia. Se enfrenta con comunidades que se escuchen, se respeten y puedan resolver sus diferencias sin miedo.
Es hora de dejar de castigar a quienes actúan con sentido común y empezar a construir soluciones que estén a la altura de los desafíos. Apostar por el diálogo no es ingenuidad: es visión de futuro.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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