Publicidad
Del FA a Kast: el espejismo del recambio Opinión

Del FA a Kast: el espejismo del recambio

Publicidad

Esperemos que en noviembre pierdan algunos candidatos, como siempre y en toda elección. Pero que no termine perdiendo la democracia, que es lo único que todavía nos une en medio de tanto recambio fallido.


Cuando Kast, o sus seguidores, hablan de la nueva derecha o de la verdadera derecha, para diferenciarse de los partidos que tradicionalmente han representado ese sector político, nos hacen recordar con nitidez el nacimiento de los partidos que hoy aglutinan la corriente del Frente Amplio, pues implícitamente están transitando el mismo camino.

Fue hace un poco más de diez años -por ejemplo- que Revolución Democrática saltaba a la arena política como una opción de izquierda o representante del nuevo progresismo, ese que sentía una profunda decepción y desafección por la izquierda tradicional, al igual que lo que ocurrió con Convergencia Social y otros movimientos políticos: todos con el mismo eslogan: la “nueva” izquierda.

Pero la historia es conocida por todos. Esta nueva izquierda que nos gobierna, envejeció rápido. ¡Muy rápido! De adolescente a anciano en casi cuatro años de gobierno. Basta recordar que al poco andar del Gobierno del Presidente Boric, salieron a pedir refuerzos a la vieja izquierda, pues con la guitarra en mano se dieron cuenta de que la orquesta necesitaba de ensayos, equipo, coordinación y, sobre todo, experiencia para funcionar, porque hasta esa fecha oíamos solamente los rechinares de una guitarra muy mal afinada.

Y así, con la historia en ciernes, nace otro experimento político: la nueva derecha, liderada por un hijo de esa antigua derecha que hoy desconoce, como hijo pródigo, invencible y renovado. Figura impoluta, que narra una amplia experiencia para gobernar, pero que en los hechos no existe data suficiente para contrastar. Previamente diputado y concejal, líder de un movimiento que llevó al fracaso el segundo proceso constitucional, sin senadores, y con una bancada de diputados que ha logrado promulgar alrededor de diez leyes.

No se trata de negar las legítimas aspiraciones de recambio ni tampoco de desmerecer liderazgos emergentes por el solo hecho de su procedencia. Se trata de reconocer que la política, para bien o para mal, tiene memoria. Y esa memoria empieza a activarse cuando los discursos comienzan a sonar demasiado iguales. Años atrás, la “nueva izquierda” nos decía que los partidos tradicionales habían pactado con la elite, que habían traicionado ideales, que gobernaban con la calculadora. Hoy, la “nueva derecha” nos dice que la derecha tradicional abandonó los principios, que ha pactado con la izquierda, que ha cedido en lo valórico y lo económico. ¿Les suena?

El libreto es prácticamente el mismo. Solo cambian los actores.

El Frente Amplio, que juraba modernizar la política y ser una izquierda diferente, hoy está absorbido por las mismas lógicas de cuoteo, defensas corporativas y lenguaje institucional que tanto criticó.

Asimismo, estas nuevas promesas comparten también una narrativa moralizante, bajo la cual ellos son los buenos y todos los demás son los cómplices de la decadencia moral de la República; en suma, los malos. Es un discurso tentador, en especial cuando hay desafección ciudadana y un amplio grupo de personas se mueve más por lo emocional y redes sociales que por los datos. Es el camino corto y con una promesa tentadora, pero esos “recambios” terminan siendo peor que el original, como reloj suizo, pero made in China.

Esperemos que en noviembre pierdan algunos candidatos, como siempre y en toda elección. Pero que no termine perdiendo la democracia, que es lo único que todavía nos une en medio de tanto recambio fallido.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad