
Jara nos invita a viajar al pasado en su DeLorean
Ese Chile que producía autos en Arica era miserable. Campeaba la desnutrición infantil, los pasajeros colgaban de las micros y la doble vía panamericana apenas superaba el Gran Santiago. No solo no había PGU, sino que la mayoría de los dependientes del Seguro Obrero percibían pensiones de miseria.
“Este libro abre caminos de alternativa, creo que nos dota de los elementos necesarios y una ruta para construir este nuevo modelo de desarrollo”, dijo Jeannette Jara hace un par de semanas, en el lanzamiento del libro Apuntes para superar el neoliberalismo.
¿Y qué delinea, a grandes rasgos, esa ruta?
La lectura es un viaje al pasado. Nos transporta a esa época en la que perdíamos plata fabricando en Arica autos Citroën tan imperfectos que se nivelaban a punta de martillazos y limaduras, pero ¡hey!, ¡tecnología made in Chile! Transpira nostalgia por aquella época en la que la globalización no calaba aún tan hondo y podíamos darnos el lujo de abordar actividades económicas para las que no teníamos las mejores condiciones humanas o geográficas. La apertura comercial, ahí se lee, “provocó la destrucción de las capacidades tecnológicas en los sectores industriales” y la “masiva concentración de empleo en sectores de baja productividad”, a causa de la especialización.
Es verdad que la apertura comercial cambió nuestra matriz productiva. Había más actividad textil y elaboración de zapatos, por ejemplo, porque aún no era imposible competir con China y otros centros de manufactura asiática. Pero a cambio hoy producimos nueve veces más cobre que cuando Frei Montalva lo calificó de viga maestra de nuestra economía (pese a leyes mucho más bajas), nos hemos convertido en el primer productor mundial de yodo, molibdeno, nitratos, cerezas, ciruelas y otros 18 productos, además de segundos en salmón, litio y otros 16.
Concordando entonces en la dirección a la que apunta la flecha del cambio, lo relevante es si ha sido para mal –y conviene por tanto volver a poner fichas en la estrategia antigua– o si ha sido para bien y conviene por tanto profundizar la apuesta ahí donde somos buenos.
Es tentador observar los déficits del presente y vocear lamentos. El error es obviar cuán abajo partimos. Ese Chile que producía autos en Arica era miserable. Campeaba la desnutrición infantil, los pasajeros colgaban de las micros y la doble vía panamericana apenas superaba el Gran Santiago. No solo no había PGU, sino que la mayoría de los dependientes del Seguro Obrero percibían pensiones de miseria, pese a tasas de cotización que superaban en su mayoría el 20%, y en 1957 un 33% ni siquiera participaba de sistema previsional alguno.
Lo relevante es ver la película –cuán rápido avanzamos– y no solo la foto –cómo andamos hoy–, porque nadie discute que estamos a medio camino y es aún mucho lo que falta. Con ese objetivo, los invito a observar una película particular: la trayectoria del ingreso per cápita de Chile, desde la medianía de la tabla sudamericana antes de la profundización de la apertura al mundo y consiguiente especialización hasta convertirnos en el país más rico de todos (o menos pobre, si lo prefiere). La encuentra en la página 15 de un libro recomendado con entusiasmo por Jeannette Jara: Apuntes para superar el neoliberalismo.
N. de la R.: DeLorean era la marca del automóvil en que el protagonista de la película Volver al futuro (1985) viajaba al pasado.
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