
Trump, aranceles y cobre: del ruido a la oportunidad
Hoy, más que nunca, debemos entender que ya no se trata solo de un recurso natural: el cobre se ha convertido en un activo geopolítico, un componente esencial de las transiciones energéticas y un símbolo del tipo de país que queremos ser en el escenario internacional.
Vivimos tiempos donde las noticias internacionales circulan con una velocidad que, muchas veces, deja poco espacio para la pausa reflexiva. La reciente decisión del presidente Donald Trump de imponer un arancel del 50% a las importaciones de cobre, como parte de su política económica en este nuevo mandato, ha encendido alarmas en distintos sectores, incluyendo el chileno. No es para menos: Estados Unidos es hoy uno de los principales destinos del cobre chileno, representando cerca del 10% de nuestras exportaciones del mineral.
Sin embargo, en vez de dejarnos llevar por la narrativa del pánico, conviene mirar con más perspectiva. Las crisis –como tantas veces ha demostrado la historia del comercio internacional– también pueden ser catalizadoras de cambios estratégicos. Y este caso no es la excepción.
Según The Economic Times y Business Standard, India enfrenta una situación crítica en su cadena de suministro de cobre. Desde el cierre de su principal planta productora, la producción nacional ha caído más de un 60 por ciento. Hoy, según estimaciones de su propio Ministerio de Comercio y de la International Copper Association, importa más de 1.2 millones de toneladas de cobre y su demanda seguirá creciendo, empujada por la transición energética, el desarrollo de infraestructura solar y el auge de los vehículos eléctricos. Se estima que necesitarán al menos 1,8 millones de toneladas en los próximos años.
A esto se suma un escenario global más inestable. China controla buena parte de la capacidad mundial de refinación de cobre y ha empezado a restringir exportaciones de minerales estratégicos como el grafito y las tierras raras. Frente a esto, India ha iniciado un giro en su política minera, invirtiendo en fundiciones, cerrando acuerdos bilaterales y buscando proveedores más estables y confiables.
Y ahí es donde entra Chile.
Nuestro país puede –y debe– leer este contexto como una señal para redoblar su apuesta por una diplomacia económica más activa en Asia del Sur. La propuesta de un Acuerdo de Asociación Económica Integral (CEPA) entre India y Chile, actualmente en discusión, representa una puerta abierta. Este acuerdo podría ir más allá del comercio de bienes: sería una plataforma para la inversión minera, el intercambio tecnológico, la cooperación energética y la sostenibilidad compartida.
Ahora bien, es importante dimensionar los tiempos. Como señaló recientemente Máximo Pacheco Matte, presidente del directorio de Codelco, las ventas de cobre para el año 2025 ya están comprometidas. Es decir, el impacto de los aranceles impuestos por Trump no será inmediato. Pero el desafío comienza en 2026, cuando Chile –como todos los exportadores– deba negociar en un entorno posiblemente más proteccionista y fragmentado.
Anticiparse es clave. Apostar por India no significa romper con otros mercados, sino diversificar y robustecer nuestra inserción internacional. Es fortalecer nuestra soberanía comercial frente a las turbulencias externas. India no solo es una economía en crecimiento, es una nación que valora la estabilidad, la previsibilidad y la cooperación a largo plazo. Y en eso, Chile tiene mucho que ofrecer.
Desde la academia, además, tenemos el deber de acompañar estos procesos. No basta con identificar oportunidades de exportación: es indispensable comprender la cultura empresarial, las lógicas institucionales y las formas de negociación propias de cada mercado. Estudiar India, su cultura, su historia económica y sus códigos comerciales es parte del camino si aspiramos a forjar vínculos sostenibles en el tiempo. La diplomacia económica también se construye desde el conocimiento.
El cobre ha sido históricamente nuestra principal carta de presentación al mundo. Hoy, más que nunca, debemos entender que ya no se trata solo de un recurso natural: se ha convertido en un activo geopolítico, un componente esencial de las transiciones energéticas y un símbolo del tipo de país que queremos ser en el escenario internacional.
No minimicemos los riesgos, pero tampoco sobredimensionemos las amenazas. En el mapa dinámico del comercio global, las oportunidades no llegan solas: se construyen. Esta, sin duda, es una de ellas.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.