
¿Por fin ganó el comunismo?
El contenido de esta columna contradice su título. No fue el comunismo el que ganó en las primarias del oficialismo. Ganó la política del siglo XXI, una política de corazones y estados de ánimo, de me gusta y comparto. Bienvenidos a la distancia social con las ideologías y los dogmas.
Es un título click bait. Aspira desvergonzadamente a que el lector lea o le preste atención a esta columna, pero su contenido contradice el título. Sorry. Son los tiempos que corren.
El triunfo de Jeannette Jara en las elecciones primarias de la coalición gobernante llevó a analistas y políticos a sacar sus peores argumentos desde la clásica campaña del terror: “Los comunistas, vienen los comunistas”, “ganó el comunismo”.
La principal conclusión de la elección y su triunfadora (excepto el acertado y hasta quizá sorprendente análisis del Rector Peña) ha sido desde el partidismo: la neo Concertación o el Socialismo Democrático tocó fondo y ya no tiene ideas ni cuadros que ofrecer. El Frente Amplio no logró ser lo que prometía y que ellos mismos creían cierto. En cuanto al FRVS, confirma ser lo que parece, una especie de pyme sin mayor relevancia.
En esta columna, al igual que el Rector Carlos Peña pero con menos capacidad retórica, se plantea que ganó la mejor candidatura, que los 1.5 millones de electores que “desafiaron al frío” ese domingo 29 de junio, votaron por la mejor candidata que se presentaba. No por un partido ni menos, mucho menos, por ningún programa de Gobierno o una ideología (¿quién sabe hoy que es eso?).
¿Por qué era la mejor candidata? Hay diferentes caminos para intentar responder esta pregunta. El más fácil y con menor contenido es que los otros tres competidores tenían muy poco que ofrecer a nivel personal: soberbia, vanidad, frivolidad, egocentrismo, etc. Esa mirada parece estrecha y no va más allá en la búsqueda de respuestas o análisis de lo ocurrido.
Jeannette Jara se presentó como una persona amable, empática, bastante consistente con ciertas características humanas que podrían o no haber conectado con los electores. Mostró algo que los chilenos valoramos cada día más: una personalidad distinguible, una identidad propia y un lenguaje sin violencia ni resentimiento que hizo match con la gente. Hay casos al otro lado de la cordillera y más al Norte del Río Grande que lo han hecho pero con enormes diferencias en contenidos y mensajes; más bien desde personalidades agresivas, descalificadoras, ciegas y sordas ante la opinión de los demás, pero nada de mudas.
Pero hay algo que une a Jeannette, Donald y Javier: los tres arrasaron en las redes sociales durante sus campañas y siguen haciéndolo después. El éxito en las redes sociales es un indicador clave de que está conectando con el ánimo de los ciudadanos, con el micro-espíritu de los tiempos pre votación. Es un signo de que están llegando a los corazones de los electores. A sus corazones y mentes que los movieron a marcar la papeleta el día de la votación.
El caso de Evelyn Matthei es muy interesante, ya que comenzaba la carrera presidencial con todos los vientos a favor. Sin embargo, a medida que el tiempo va pasando, su ventaja se ha ido diluyendo. Ella proyecta una imagen muy diferente cada día. (José Antonio Kast es más consistente, al igual que su alza en las encuestas). Su campaña quiso transparentar sus ideas y personalidad con dudoso éxito: efectivamente, ella es Evelyn y es Matthei . El problema es que no se sabe quién va a hablar mañana. ¿Y si se necesita a Evelyn y llega Matthei o viceversa?
En el camino hacia la votación de noviembre (y diciembre con toda seguridad), habrá que esperar quien se sale de su simpatía, calma y capacidad de comunicar sus ideas sin agredir. Y es muy probable que se vean muchos intentos de los contrarios para irritar e intentar descolocar a Kast y Jara, algo que deberán manejar con maestría para zafar. Con Matthei, eso parece mucho más fácil de lograr, se enoja fácilmente.
Kast ya cayó en un encuentro empresarial (¡que ambiente más propicio para él!) en el sur de Chile. Y Jara vive al límite con los permanentes emplazamientos frente a las dictaduras de Cuba y Venezuela y otras que aparecerán. El que pierda el control y la gestión de su ira, perderá, el que le falte el respeto e intente humillar al otro perderá. Descalificar ya no rinde. El que hable desde el odio o la violencia simbólica, perderá.
Bienvenidos a la política del siglo XXI, una política de corazones y estados de ánimo, de me gusta y comparto. Bienvenidos a la distancia social con las ideologías sólidas, las verdades universales, los dogmas políticos. En fin, no fue el comunismo quien ganó.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.