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Partidos políticos, coaliciones (extremos) y gobernabilidad Opinión

Partidos políticos, coaliciones (extremos) y gobernabilidad

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Elson Andres Bórquez
Por : Elson Andres Bórquez Ingeniero Químico, Máster en Estudios Políticos Aplicados.
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Los actuales problemas del país, como son seguridad pública, seguridad nacional, narcotráfico, permisología y crecimiento económico, en gran parte tienen una dificultad de origen en nuestro sistema de partidos, que pone una alta barrera y costo a los acuerdos.


¿Recuerda usted cuando el debate político lo concentraba el fin al sistema binominal, sindicado como el causante de todos los males de nuestro sistema electoral y una amenaza al desarrollo del país, al existir poder de veto de un sector a otro, debido a una sobrerrepresentación?

La gran discusión recaía en mantener estabilidad del sistema electoral privilegiando formación de mayorías a costa de representatividad (proporcionalidad) o todo lo contrario.

Después de años de debate y consignas de todo tipo, el segundo Gobierno de Michelle Bachelet en 2015, aprovechando su mayoría que fue necesaria pero no suficiente, llegó a un acuerdo y promulgó una reforma electoral que rediseñó los distritos electorales, aumentó el número de diputados y senadores e introdujo, con ello, mayor proporcionalidad a nuestro Parlamento, como forma de dar cabida a las minorías que no alcanzaban a obtener escaños con el anterior sistema que rigió desde 1989 a 2015. Así, se daba término al sistema electoral binominal, naciendo un sistema proporcional inclusivo, señalaba el discurso.

Veamos gráficamente cómo se ha transformado nuestro sistema de partidos y algunos hechos que sucedieron en los períodos analizados en elección de diputados:

     Fuente: Elaboración propia sobre la base de elecciones.servel.cl

El cuadro contiene un indicador utilizado en la ciencia política, denominado Índice de Fragmentación Política, que mide qué tan disperso o concentrado se encuentra nuestro poder político. Siendo 0 concentración total (un partido o pacto se lleva todos los votos) y 1 dispersión total (los votos se distribuyen al máximo entre todos los partidos o pactos).

En el año 2001 existían nueve partidos políticos constituidos y, de ellos, seis con diputados electos, con un índice de fragmentación partidaria de 0,51 puntos. Doce años después, en 2013, se realizó la última elección con 60 distritos y 120 diputados (binominal); el índice de fragmentación subió levemente a 0,64 puntos, con ocho partidos alcanzando escaños.

Lo anterior, debido al aumento de cinco partidos políticos en el sistema. No obstante, los pactos electorales se mantuvieron casi estables, lo que dio cuenta de que el índice se mantuvo más cercano al promedio.

Luego de aprobada la reforma al binominal, tuvo lugar la elección de 2017, con 155 diputados distribuidos en 28 distritos que eligieron entre 3 y 8 diputados, dependiendo del numero de electores. Para esa elección, el índice de fragmentación se ubicó en 0,75 puntos, pasando Chile, en cuatro años, a formar parte de los denominados sistemas de partidos hiperfragmentados, según la escala desarrollada por Douglas Rae, quedando con 26 partidos políticos agrupados en 10 pactos electorales, y donde 16 de ellos alcanzaron a elegir diputados.

Finalmente, la última elección parlamentaria del año 2021 alcanzó un índice de fragmentación de 0.84 puntos, con 27 partidos constituidos y 18 de ellos con representación en el Congreso, es decir, la fragmentación partidaria siguió en aumento.

Al analizar este ejercicio en el tiempo y registrar el comportamiento del Congreso con los escándalos, renuncias, discolaje, chantajes, camuflajes, currículos o trayectorias y lo que se le ocurra a usted… junto con resultados y hechos que ocurrieron en cada etapa, además de tener presente el crecimiento promedio de cada legislatura, es posible colegir que existe una correlación entre el aumento de la fragmentación partidaria y las dificultades políticas, económicas y de gestión que han enfrentado, principalmente, los últimos dos gobiernos, a saber: bajo crecimiento, estallido social y oportunismo delictivo, intento de derrocar a un Presidente y dos procesos constitucionales fallidos.

Lo anterior, se puede explicar por el denominado alto costo que tiene para el Ejecutivo el transar, negociar o conversar una determinada iniciativa de ley o indicación sustitutiva con partidos políticos heterogéneos, sin coaliciones ni programas estables y con alta predisposición al clientelismo político, es decir, transacción del voto pensando solo en el distrito, con el objeto de reelegirse y conservar la cuota de poder en el territorio. Sin una mirada nacional, ni menos programática de coalición o proyecto de gobernanza.

Los actuales problemas del país, como son seguridad pública, seguridad nacional, narcotráfico, permisología y crecimiento económico, en gran parte tienen una dificultad de origen en nuestro sistema de partidos, que pone una alta barrera y costo a los acuerdos.

Enhorabuena el Gobierno ingresó un proyecto de ley que se hace cargo en parte de esta problemática, la que no estará exenta del mencionado alto costo de transacción, dado que, entre otras cosas, son los mismos incumbentes quienes deberán pronunciarse para disciplinarse en sus partidos y “ojalá” obligarse a integrar proyectos mayoritarios de gobernabilidad.

Las elecciones de noviembre tienen representada esta fragmentación en dos candidaturas de extremos. Este bálsamo de proporcionalidad y expresión parlamentaria que se abrió en 2015 ha tenido resultados contradictorios, incluso con dos procesos constituyentes que tuvieron mayorías de lado y lado para corregir todo lo protestado. Sin embargo, abrumadoramente se dijo NO a los extremos, entregando con esto un mensaje de sensatez, diálogo y acuerdos.

Para noviembre próximo, no estará de más tener en cuenta estas variables.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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