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Hacia una ciencia que potencie a quienes cuidan Opinión

Hacia una ciencia que potencie a quienes cuidan

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Carla Hermann
Por : Carla Hermann Académica Universidad de Chile, Investigadora Asociada de MIRO, Doctora en Física, especialista en cuántica y divulgadora científica. Integrante de la Comisión Asesora de Tecnologías Cuánticas del Gobierno de Chile.
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También es importante recordar que la ciencia en Chile está al debe en muchos frentes, y que avanzar hacia una ciencia más inclusiva implica también mejorar las condiciones laborales de quienes la sostienen día a día.


Este año recibí con entusiasmo algunas invitaciones para participar en eventos internacionales, en el marco del Año Internacional de la Ciencia y la Tecnología Cuánticas (IYQ) 2025, proclamado por la Unesco. Se trataba de espacios importantes para intercambiar conocimientos, visibilizar el trabajo que realizamos desde Chile en física cuántica, y también para compartir experiencias en divulgación científica, una labor que ha sido parte central de mi desarrollo académico integral en los últimos años.

A pesar de contar con financiamiento completo por parte de las instituciones organizadoras, no pude asistir. ¿La razón? No había forma de cubrir los gastos asociados al cuidado de mi hija menor, que en ese momento tenía meses.

Esta situación no es un caso aislado. Afecta a muchas personas que hacemos ciencia y que, al mismo tiempo, ejercemos funciones de cuidado en nuestra vida cotidiana. En contextos donde la corresponsabilidad aún está lejos de ser una realidad concreta, esta carga recae con demasiada frecuencia –y de forma desproporcionada– sobre las mujeres, quienes se ven obligadas a sacrificar oportunidades clave para su desarrollo profesional por falta de apoyo estructural.

Y es que una carrera científica –o en cualquier ámbito profesional– no debería implicar tener que elegir entre cuidar y crecer profesionalmente. Sin embargo, aún persiste una cultura académica que transmite –implícita o explícitamente– que mantenerse “en ritmo” exige renunciar a una parte importante de esa dimensión de la vida,  “porque es la única forma”, “porque siempre ha sido así”. Esta visión de la excelencia termina siendo excluyente y no es sostenible en el tiempo.

Preocupada por esta realidad y con la impotencia de no haber podido participar en actividades que no volverán –convengamos que no se celebrará el 101 año de la cuántica–, decidí alzar la voz. Me puse en contacto con integrantes de la American Physical Society (APS) –organización reconocida internacionalmente y una de las impulsoras del IYQ– para compartir mi experiencia y explorar posibles caminos. Tuve la suerte de encontrar escucha activa y voluntad de cambio, especialmente por parte de Claudia Fracchiolla, y del destacado profesor Paulo Nussenzveig (Brasil), quienes me ayudaron a canalizar esta situación hacia quienes podían tomar decisiones en el marco del IYQ.

Pocos meses después llegó la esperada noticia: se anunció oficialmente la creación de una beca internacional para cubrir gastos de cuidado, ya sea de hijos, hijas, personas mayores o personas dependientes. Esta beca está disponible para participar en actividades asociadas al IYQ 2025 y se suma a otras experiencias internacionales que, aunque todavía limitadas, ya existen en eventos organizados por instituciones como APS, OPTICA y SPIE.

En todos estos programas –incluido el que ayudé a canalizar– pueden postular tanto mujeres como hombres, porque las labores de cuidado no deben recaer únicamente sobre un género. Avanzar hacia una corresponsabilidad real (y fomentarla) también es parte del desafío.

Más allá de lo que significa este logro a nivel personal (me siento profundamente orgullosa de haber contribuido a abrir caminos y remover parte de las barreras estructurales), estoy convencida de que visibilizar estas iniciativas es fundamental. No se trata solo de generar apoyos logísticos, sino de fomentar condiciones reales que permitan el desarrollo profesional de quienes cuidan, y abrir espacios donde la conciliación no sea una excepción, sino parte integral de una carrera sostenible.

Espero que esta iniciativa también inspire cambios a nivel nacional. Que en nuestros propios proyectos financiados a través de fondos concursables se puedan incluir este tipo de gastos, facilitando estadías de investigación y participación en conferencias sin desatender las tareas de cuidado. Seríamos el primer país de Latinoamérica –y uno de los pocos en el mundo– en hacerlo. 

También es importante recordar que la ciencia en Chile está al debe en muchos frentes, y que avanzar hacia una ciencia más inclusiva implica también mejorar las condiciones laborales de quienes la sostienen día a día: nuestra comunidad estudiantil, investigadores e investigadoras jóvenes, asistentes y técnicos. Es con ellas y ellos –y no a pesar de ellas y ellos– que se hace posible la ciencia que soñamos.

Por eso, mientras trabajamos por políticas que reconozcan el cuidado, también debemos impulsar transformaciones más amplias que hagan de la ciencia un espacio más justo, habitable y sostenible para toda la comunidad. Porque avanzar hacia una ciencia sostenible también implica avanzar hacia una ciencia inclusiva. Una ciencia que entienda que el talento y la excelencia no deberían estar asociados a la capacidad de sacrificarlo todo, sino a la posibilidad de construir trayectorias que integren nuestras dimensiones humanas esenciales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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