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Ciencia con rumbo: la urgencia de un ministerio con estabilidad Opinión Archivo

Ciencia con rumbo: la urgencia de un ministerio con estabilidad

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Flavio Salazar Onfray
Por : Flavio Salazar Onfray Académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Ex Ministro de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.
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Las transformaciones profundas requieren tiempo, pero también convicción. Así como Chile ha impulsado reformas en pensiones, salud y educación, es urgente abordar con igual seriedad la transformación de su matriz de conocimiento.


En los últimos años, Chile ha experimentado una creciente toma de conciencia respecto del rol que la ciencia, la tecnología, el conocimiento y la innovación (CTCI) pueden y deben cumplir en la construcción de un país más justo, resiliente y sostenible. Sin embargo, esta conciencia aún no se ha traducido plenamente en una institucionalidad sólida y estable que permita consolidar un proyecto de desarrollo basado en el conocimiento. La experiencia de haber tenido cuatro ministras y ministros en tres años y medio de Gobierno es reflejo de una fragilidad preocupante en la comprensión de la relevancia estratégica de un área que, lejos de ser marginal, debiera ser estructural en la transformación del país.

El Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (MinCiencia) fue creado como respuesta a una demanda largamente postergada: la necesidad de dotar al país de una gobernanza moderna que permitiera articular las capacidades científicas y tecnológicas existentes, muchas veces dispersas, y conectarlas con las urgencias sociales, productivas y ambientales. No se trataba de crear una burocracia más, sino de construir un espacio de articulación interministerial, intersectorial y territorial, capaz de posicionar la ciencia como motor del desarrollo y del bienestar social.

Durante su breve existencia, el ministerio ha dado algunas señales de su potencial. Ha impulsado políticas de equidad de género en el sistema científico, ha desarrollado instrumentos para fomentar la descentralización de la investigación, ha promovido la ciencia abierta y ha articulado respuestas desde la investigación frente a crisis como la pandemia o los incendios forestales. Sin embargo, su fragilidad institucional y política ha limitado su capacidad de consolidarse como un actor estratégico en el Estado.

Cambiar esta realidad en el nuevo ciclo político es una necesidad estructural. Hoy, más que nunca, Chile requiere una visión de desarrollo que supere el mero extractivismo, que diversifique su matriz productiva, que enfrente la crisis climática con innovación y conocimiento, y que garantice derechos sociales con base en evidencias y tecnologías apropiadas. Esa visión no se construye sin ciencia ni sin Estado. Y para ello, se necesita un ministerio fuerte, alejado de la burocratización, con liderazgo político, con estabilidad, y con capacidad de articular las capacidades que ya existen en la academia, en el sector privado, y en los territorios.

El potencial de este ministerio no radica en su tamaño, sino en su capacidad de articulación. Chile posee universidades de excelencia, centros de investigación altamente especializados, empresas emergentes en biotecnología, inteligencia artificial y energías limpias, y gobiernos regionales que están empezando a incorporar el conocimiento en sus estrategias de desarrollo.

En ese sentido, MinCiencia puede cumplir un rol clave en la construcción de un nuevo modelo de desarrollo que aproveche nuestras ventajas comparativas, como los laboratorios naturales del desierto de Atacama, la Antártica, nuestros cielos y costas, pero que también construya capacidades tecnológicas y humanas propias, con visión de largo plazo. No hay atajo para un futuro sostenible si no se invierte sistemáticamente en ciencia e innovación.

La estabilidad ministerial significa continuidad en las políticas públicas, acumulación de aprendizajes, liderazgo técnico y generación de confianzas. Lo contrario, la rotación constante de autoridades, la falta de respaldo político y la ausencia de un mandato claro desde La Moneda, solo debilita su rol, desincentiva la participación de la comunidad científica, obstaculiza el vínculo con otros sectores estratégicos, deteriora su reconocimiento ciudadano y aleja la meta de avanzar hacia una mayor inversión.

Las transformaciones profundas requieren tiempo, pero también convicción. Así como Chile ha impulsado reformas en pensiones, salud y educación, es urgente abordar con igual seriedad la transformación de su matriz de conocimiento. Para ello, un Ministerio de Ciencia fuerte, profesional, descentralizado y articulador es esencial.

Las oportunidades están claras: transición energética, cáncer, revolución digital, soberanía alimentaria, salud pública y medioambiente son desafíos donde la ciencia puede ofrecer respuestas. Chile no parte de cero: cuenta con talento humano, infraestructura científica, redes internacionales y una ciudadanía interesada en el conocimiento. Es necesario fortalecer al Ministerio de Ciencia y dotarlo de condiciones para cumplir su rol estratégico: articular saberes, conectar el conocimiento con la vida cotidiana y garantizar que la ciencia sea un derecho para todos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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