Publicidad
Corte porteña cierra la puerta a exagente de inteligencia albanés condenado por tráfico de cocaína Investigación Imagen referencial (AgenciaUno)

Corte porteña cierra la puerta a exagente de inteligencia albanés condenado por tráfico de cocaína

Publicidad
Carlos Basso Prieto
Por : Carlos Basso Prieto Unidad de Investigación de El Mostrador.
Ver Más

Tribunal de alzada de Valparaíso rechazó recurso de nulidad con el cual Viktor Gjini pretendía que se anulara el juicio que lo condenó a 10 años, por lo cual su sentencia quedó ratificada y sin posibilidades de ser revisada.


Ejecutoriada, es decir, sin más posibilidades de ser apelada, quedó definitivamente la condena a 10 años de cárcel que el exagente de inteligencia albanés Viktor Gjini recibió en junio pasado de parte del Tribunal Oral en lo Penal de Viña del Mar.

La decisión fue adoptada por la Tercera Sala de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, integrada por las ministras María del Rosario Lavín y María Cruz Fierro, así como el abogado integrante Ricardo Saavedra, quienes rechazaron el recurso de nulidad interpuesto por la defensa de Gjini, quien –como informó El Mostrador– fue detenido en abril de 2023, después que coordinara el envío de 98 kilos de cocaína de alta pureza, en una compleja trama que implica a ciudadanos chinos y peruanos.

De acuerdo con los ministros porteños, las causales de nulidad esgrimidas por el abogado de Gjini no aplicaban en el caso, y también se pronunciaron sobre la queja del abogado Marvin Lizama, quien señaló en el escrito de nulidad que –a su juicio– existía una aplicación del derecho, entre otros motivos porque a su cliente no se le había reconocido la atenuante del Código Penal relativa a la colaboración sustancial.

Frente a ello, los integrantes del tribunal de alzada recordaron que, a juicio de los jueces de primera instancia, “Viktor Gjini fue ambiguo en su relato y no aportó ningún antecedente que ya no estuviera en conocimiento de la Fiscalía y, es más, en las palabras finales derechamente negó su participación, lo que evidenció que en ningún caso contribuyó a esclarecer los hechos y menos de una manera sustancial, señaló incluso que su venida a Chile tenía un fin lícito”.

Efectivamente, al prestar declaración ante los jueces de Viña del Mar, Gjini aseguró que andaba en Chile haciendo negocios legítimos: comprando tractores, papel y puertas para exportar a Kosovo (donde nació). 

Al ser interrogado por la droga, “indicó que no tiene nada que ver con el tráfico de drogas, solo entregó el dinero al señor Alex (en referencia a uno de los agentes encubiertos de la Dirección de Inteligencia e Investigaciones Policiales Marítimas, Dipolmar, que trabajó en el caso), era un dinero para vinos”, agregando después en forma sibilina que su asociado y financista, el también albanés Bryan Dragoti, quizá quería comprar drogas, sabiendo que este se encontraba en Europa.

Tras ese reconocimiento parcial siguió culpando a Dragoti: “Sabía que se estaba negociando droga, y Bryan Dragoti habló de cultivar marihuana en Chile y luego habló de cocaína. Sobre la cantidad escuchó por teléfono hablar a Brajan Dragoti que hablaba de doscientos kilos”, aunque en realidad él mismo se jactó ante uno de los agentes encubiertos de que tenía al menos 500 kilos para enviar desde Valparaíso a Rotterdam.

No obstante, la estratagema definitivamente no le funcionó y en el juicio quedó establecido que él era el dueño de los 98 kilos de cocaína de 96% de pureza que fueron hallados en un departamento de Recoleta, donde la droga era custodiada por el peruano Santos Cueva Calderón.

Desde Albania con amor

Como si fuera un émulo moderno de James Bond, uno de los agentes encubiertos, un funcionario de la Dipolmar identificado en el juicio como “AE1”, explicó que Gjini (quien años atrás fue detenido en Perú con 140 kilos de cocaína era, sin duda, alguien que tenía entrenamiento en inteligencia, lo que se evidenciaba en muchas cosas, entre ellas, la disciplina con que actuaba y que, por ejemplo, cuando caminaba por Las Condes, iba contando sus pasos y las cuadras, en un sistema conocido como “de grillas”, utilizado en todo el mundo por especialistas en inteligencia con el fin de saber siempre dónde están y cómo regresar).

Además de hablar un excelente español, Gjini habla al menos otros cuatro idiomas y, junto a su nacionalidad original, posee también un pasaporte de Países Bajos, cuyo principal puerto (Rotterdam) es el más importante centro de recepción de drogas de Europa, junto con Amberes, en Bélgica. 

Se trata de un sujeto con muchos conocimientos portuarios, al punto que al llegar por primera vez a Valparaíso pidió a los agentes encubiertos (sin saber que eran tales, obviamente) ver la ciudad desde las alturas, ubicando de inmediato todos los puntos de interés en el puerto, como las zonas de carga y los accesos al puerto.  

Otra de las evidencias respecto de su experticia en materias de inteligencia es que, a fin de no dejar rastros, el dinero con el cual se pagaría a los encargados de transportar la droga a Europa al interior de un contenedor (poco más de 70 millones de pesos) le fue enviado desde España, pasando por Shanghái, por medio del método “Hawala”, un sistema árabe de envío de dinero. En este caso, el efectivo que él y su socio entregaron a un intermediario conocido como “El Polaco” fue enviado a China y desde allí depositado en distintas cuentas de ciudadanos chinos propietarios de “malls” ubicados en diferentes ciudades, los que lo retiraron y reunieron para entregárselo en efectivo a Gjini. 

No obstante, antes de pasárselo le exigieron mostrar un billete de un dólar que “El Polaco” le había entregado. Luego de cotejar que el número de serie del billete coincidía con la foto de este que ellos tenían, accedieron a pagarle. 

Especialistas en fronteras

El experto en crimen organizado y autor del libro Un virus entre sombras, Pablo Zeballos, indica que al hablar de la mafia albanesa, que se compone de distintos clanes, es necesario entender que son expertos en dos cosas.

Al respecto, detalla, “su especialidad son las fronteras, las zonas porosas, las zonas sin ley, por las cuales trafican drogas tradicionales o sintéticas, mujeres, inmigrantes, armas, todo lo que genere dinero”.

Del mismo modo, puntualiza que “otro punto que tiene que ser súper importante para todos, es que ellos son especialistas en drogas y, de hecho, la mayor producción de cannabis sativa de Europa se registra en Albania, algo que muy poca gente sabe, así como el hecho de que como llevan mucho tiempo en ello producen cannabis de muy alta calidad, sin perjuicio de lo cual también se dedican a la cocaína, la heroína y las anfetaminas”, detalla, agregando que uno de los factores que ha contribuido al éxito de esta mafia es que, además de los códigos culturales, que manejan, tienen una estructura militar, al ser formada por muchos sujetos que fueron miembros de los servicios de seguridad de países que formaron parte de la antigua Unión Soviética.

En ese sentido, relata que un indicador de la presencia de la mafia albanesa en América Latina es que cada vez es más frecuente el decomiso de hachís (un tipo de marihuana aceitosa hembra, precisa), “ante lo cual la hipótesis principal indica que están iniciando un mercado de hachís en América Latina”.

Según relata, además de traer drogas al continente, “ellos están en América buscando nuevas rutas, entendiendo que Ecuador puede dejar de serles útil, y lo hacen a través de un concepto que ellos mismos denominan como redes de contacto y ‘facilitadores’, que son necesariamente sujetos en el aparato público, que ellos pueden sobornar”.

Lea el fallo de la Corte de Apelaciones

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad