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La estrategia de la Suprema para no picar el anzuelo de Luis Bates

Con todo, los supremos creen que Bates intentó presionar a la ministra Chévesich, pero estiman que el silencio corporativo y la irrelevancia que se le adjudicó a las declaraciones del secretario de Estado fueron el mejor blindaje. »Eso es libertad de inexpresión», dijo un supremo irónicamente.


El pasado jueves 29 de abril, el ministro de la Corte Suprema José Luis Pérez, caminaba por calle Morandé acompañado de una bolsas con libros de la Editorial Jurídica, cuando apareció el ministro Alberto Chaigneau con su "barba pera", que ya se ha hecho tradicional en el palacio de tribunales.



En tono informal, Chaigneau le preguntó qué opinaba de las declaraciones emitidas, días antes por el ministro de Justicia, Luis Bates en Washington, donde veladamente había criticado la labor de la ministra del caso Gate, Gloria Ana Chévesich.



Pérez con su tradicional mirada y un claro ánimo de nunca opinar antes de tiempo, no respondió la interrogante de Chaigneau y con una ademán de hombro, que evidenciaba la irrelevancia del asunto, siguió hasta su auto particular.



Quizás este encuentro fortuito, un día antes del tradicional Pleno de los viernes, demuestra con mayor énfasis la estrategia adoptada por la Corte Suprema para no entrar en polémica con el ministro Bates.



Durante la semana la polémica creció cada día sobre los dichos de Bates y los medios intentaban un enfrentamiento de declaraciones entre poderes, pero nada de eso sucedió. Los supremos, según averiguó este medio, tenían claro que lo dicho por Bates se trataba de un anzuelo envenenado. Si lo mordían, entrarían inmediatamente en el terreno preparado por el secretario de Estado y que La Moneda replicaría.



De hecho, las palabras pronunciadas por el presidente Marcos Libedinsky a este diario, el pasado miércoles -"no puedo opinar sobre las palabras del ministro"-, dejaban entrever que en el Pleno nada se trataría.



Un supremo consultado el viernes resumió los hechos de la siguiente manera: "El ministro Bates habla en Estados Unidos y critica veladamente a la justicia. Tenemos dos opciones, tomarlo en cuenta o aplicar el silencio, es decir, no tomarlo en cuenta. Usted se preguntará por qué. Es muy sencillo: si nosotros entrábamos en la polémica, pisábamos el palito. El Pleno le destinaba horas al asunto, los medios hacían crecer la polémica, y se instalaba precisamente lo que Bates quería, que la Suprema defendiera a Chévesich que, de acuerdo a sus propias palabras, encarnaba la lentitud, el antiguo sistema de justicia criminal. Luego venía hablando el resto del gobierno y ahí sí que se podía transformar en una presión real. Pero fuimos inteligentes en esta ocasión, aunque hubo ministros que estaban molestos porque no se respondió de inmediato".



Pero unas horas antes del encuentro citado al principio, el ministro Bates llamaba, recién habiéndose bajado del avión, a una conferencia de prensa en su terreno e intentaba explicar lo que para muchos de los periodistas presentes era casi inexplicable: que el criterio de oportunidad de sus dichos no se condecía con el contexto del procesamiento dictado por Chévesich, contra ex funcionarios de MOP, por el desvío de dineros públicos a las primarias de la Concertación.



Bates, un viejo zorro en las lides judiciales -fue ex miembro del CDE, presidente del mismo, abogado integrante de la Corte de Apelaciones-, de todas formas aprovechó la ocasión para decir lo que pensaba, basado en el criterio, dijo, de los temas globales que le interesa destacar como ministro de Justicia y la libertad de expresión.



Con todo, los supremos creen que Bates intentó presionar a la ministra Chévesich, pero creen que el silencio corporativo y la irrelevancia que se le adjudicó a las declaraciones del secretario de Estado fueron a su juicio, el mejor blindaje. "Eso es libertad de inexpresión", dijo un supremo irónicamente.

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