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‘La reforma al empleo seguirá siendo el tema clave en la sociedad francesa’

Para el ex dirigente universitario, radicado en Francia desde 2002, fue imposible restarse de las manifestaciones juveniles que sepultaron definitivamente la implementación del »Contrato de Primer Empleo» (CPE), el cual permitía a los empresarios despedir sin justificación a menores de 26 años, durante sus primeros dos años de contratación.


Rodrigo Roco, ex presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) entre 1995 y 1997, se ha transformado en un actor ‘privilegiado’ de los sucesos que ocurren por estos días en Francia.



Llegó en 2002 al país galo para estudiar un master en el Instituto de Investigación en Economía y Sociología de la Educación (IREDU), en la ciudad de Dijon, y se quedó para continuar un doctorado en la misma institución, el cual espera terminar el 2008, año en el que probablemente retornará a Chile.



Para este ex dirigente universitario de los 90′ fue imposible restarse de las manifestaciones que obligaron al gobierno francés a sepultar la idea de aplicar el "Contrato de Primer Empleo" (CPE), que permitía despedir sin una debida justificación a menores de 26 años, durante sus primeros dos años de contratación.


La legislación había sido promocionada por el Jefe de Gobierno, Dominique de Villepin, y el Presidente Jacques Chirac, los cuales buscaban disminuir la cesantía juvenil, pero finalmente tuvieron que conformarse con modificar la legislación y entregar subvenciones para fomentar la contratación en este segmento de la población, medida que fue aprobada mayoritariamente por el Parlamento, pero sin los votos de la izquierda.



Roco está admirado por la forma en que los franceses defienden con fuerza sus derechos y lamenta que en Chile no se dé una situación similar.



"El contraste es evidente. El ciudadano francés defiende sus derechos frente al Estado, a los empresarios, etc. Pienso que el concepto de ciudadanía en Chile aún es pobre, le cuesta cobrar forma, hábito, carece de continentes claros y sistemáticos", plantea el ex dirigente estudiantil.



Explicando el estallido



-¿Qué factor explica el estallido social que desde el año pasado se vive en Francia? En 2005 miles de vehículos fueron quemados por la muerte de dos jóvenes y hoy la calles se llenan para manifestarse contra las reformas laborales.

-Cuando uno llega a Francia inmediatamente se aprecia en las calles una sociedad que es multirracial.
Y allí radica a mi juicio el gran problema que explica dicha explosión: en las dificultades de la sociedad francesa a asumirse de lleno y de manera práctica y cotidiana como una sociedad multicultural y a la vez integrada.



Así como se habla de "el malestar" francés en estos últimos años, se habla también del fracaso de "la integración a la francesa". Dicho "fracaso" toca especialmente a ciertos sectores de la población que se ven fuertemente discriminados —sobre todo en el acceso al empleo, al alojamiento, a puestos de responsabilidad, incluso a diploma equivalente, etc. -en razón de su origen y apellido, de su acento, de su color de piel.



El problema es que el Estado y la sociedad francesa, en general, no han sido capaces de romper el círculo de asociación real entre pobreza, cesantía, origen extranjero —aunque éste sea lejano ya, incluso de segunda y tercera generación—, y la segregación territorial y escolar al interior o exterior de las ciudades.



Es por eso que los jóvenes habitantes de esos barrios, "dejados a su suerte", se revelan de tiempo en tiempo y expresan su malestar, quemándole el auto al vecino que es igual de pobre que ellos, enfrentándose con la policía, incendiando edificios públicos, etc. También se mezclan, aunque en menor medida a mi juicio, el integrismo religioso y la micro y la mediana delincuencia, pues estos aparecen como un refugio ante el abandono social y ante la imposibilidad de hacerse parte del ideal de "estudia, trabaja y tendrás una vida digna".



-¿Y qué pasa con las manifestaciones contra la ley laboral? ¿Cómo se explica?

-El gran movimiento actual tiene más bien otros antecedentes y se relacionan, a mi juicio, más con la gran encrucijada francesa de salir del imaginario del modelo de capitalismo piloteado por el Estado y por ende del Estado de bienestar tal y como fue construido entre 1945 y 1975, "los 30 gloriosos". Eso para adecuarse hoy a una economía y a un capitalismo globalizado pero sin por ello perder derechos y garantías mínimas. El problema es que las empresas —y por ende los trabajadores— están sometidas a un cuadro internacional pero los ciudadanos continúan en un cuadro Estado-Nación.


Desde 1975 en adelante, cuando la cesantía juvenil (de 15 a 24 años) era del 8%, la sociedad y la economía han cambiado muchísimo. Hoy la cesantía juvenil total está "estabilizada" en un 22%, pero ella puede llegar a bordear casi el 50% en ciertos barrios y sectores. Además como hay más diplomados (2 de 3 franceses contra 1 de cada 4 hace 30 años), ello obliga a buscar estudios "más largos". En consecuencia, hay una sensación de que todo es "más difícil que antes" a pesar de los avances.



Pareciera que esa es la gran contradicción que los franceses aún no logran resolver social y políticamente, y en la cual Chirac y la derecha, más preocupados de "sobrevivir" y de mantenerse en el poder, se han revelado especialmente incapaces. Siendo la guinda del pastel el intento de imposición del CPE, medida que actúo como un verdadero catalizador social.



Por otro lado, cierta prensa ha tratado a todo este movimiento social —y que es el gran triunfador de la jornada— de "inmovilistas", "apegados a ‘privilegios’ hoy imposibles", "patanes que viven de ilusiones" etc. Es cierto que la sociedad francesa tiene dificultades para dialogar y encontrar vías de "reforma" (Alain Touraine ha insistido bastante en ese punto). Sin embargo, discrepo radicalmente de que este verdadero "despertar" de una juventud, que se la creía enteramente sumergida en el consumo o en la apatía y la desconfianza, pueda ser calificado como una expresión "reaccionaria" tal y como lo afirmaba el rector de Paris 1 (La Sorbonne).



No es que la gente no quiera ni crea que hay que reformar. Es la orientación y objetivos de las reformas y la manera de construirlas lo que está en cuestión. Y ese es un punto fundamental a tener en cuenta.



Temas pendientesÂ…



-Si bien el gobierno se vio obligado a reformar la ley, ¿qué otros problemas subyacen o están próximos a explotar a nivel de la gente más joven?

-Todo lo referido a la reforma al empleo, me parece, seguirá siendo el tema clave de la sociedad francesa y es el verdadero gallito de la época. Y al menos en esta vuelta, el movimiento social francés, apoyado por el resto de los sindicatos europeos esta vez, ha dado un golpe fundamental, tanto contra la forma impositiva y autoritaria de querer reformar como a la liberalización unilateral de los contenidos de ésta.



Por ejemplo, el empleo "único y de por vida" hoy es impensable y tampoco creo que sea deseable. Entonces el tema es como se traspasa la seguridad laboral desde "el puesto de trabajo" al trabajador mismo. Pero no puede no haber seguridad. Y cuando los empresarios y la derecha, en una actitud en extremo cargada de ideología, dicen "hay que acabar con los privilegios de los trabajadores porque tienen muchos", el pueblo francés les está indirectamente respondiendo: "De acuerdo, pero pongamos todos los privilegios sobre la mesa de la discusión", y desde allí construyamos un nuevo "contrato" económico-social.



A nivel de los jóvenes, el tema de la discriminación pienso que es fundamental. Hay dos juventudes, la de los barrios marginales y los otros y eso va a seguir explotando.



La orgánica estudiantil



-¿Cómo se han articulado las federaciones de estudiantes frente al tema? ¿Nos podrías describir cuál es su orgánica, si son de universidades públicas, privadasÂ…?

-Sólo un 10% de instituciones universitarias o similares son "privadas" y su peso en la matrícula es bajo. El movimiento actual está centrado fundamentalmente en las 79 universidades públicas (en territorio francés continental) y que acogen aproximadamente 1.400.000 estudiantes, de los cuales un 14% es extranjero.



Por otro lado, el sistema de organización estudiantil francés es bien distinto al chileno. Acá existen los sindicatos estudiantiles que se organizan a nivel nacional y por Universidad, tienen una historia y una cierta tendencia definida (de izquierda, de extrema izquierda o de derecha). Cinco son los más importantes.



Los estudiantes poseen representación en los diversos consejos universitarios que existen, empezando por el Consejo de Administración de cada Universidad y que es el que elige al Presidente (Rector). Los sindicatos estudiantiles presentan listas de candidatos a dichos consejos y allí miden sus fuerzas. De esa manera se establece "la dirigencia" estudiantil. Existen también las asociaciones estudiantiles, de tipo más bien temático (por intereses comunes, etc.) o por disciplina. No existe el concepto Federación de Estudiantes por Universidad ni Centro de Alumnos por carrera o facultad, como lo conocemos en Chile.


La UNEF es el sindicato más importante a nivel nacional y su presidente, Bruno Julliard, fue en gran medida la cara pública del movimiento por parte de los jóvenes, junto a los otros sindicatos. También existió una coordinación de los estudiantes de las universidades ocupadas (cerca del 75%) y que cuestionó en alguna medida el rol de los sindicatos y pidió la demisión de (Dominique) De Villepin. Pero finalmente la exigencia común (contra el CPE) era tan fuerte y evidente, que las fisuras —que por lo demás son normales en todo movimiento social— no fueron lo más importante.



Por cierto, algo muy destacable fue el trabajo conjunto que se estableció con las cuatro grandes centrales sindicales de trabajadores y el rol jugado por los liceanos. Los 3 millones de franceses marchando pacíficamente por las calles fue el resultado de dicha unión entre esos tres sectores.



El futuro de Chile



-¿Te llama la atención la capacidad de reacción frente a temas sociales respecto de lo que sucede hoy en Chile?

-El contraste es evidente. El ciudadano francés defiende sus derechos frente al Estado, a los empresarios, etc. Pienso que el concepto de ciudadanía en Chile aún es pobre, le cuesta cobrar forma, hábito, carece de continentes claros y sistemáticos. Empezando por la prensa fuertemente monopolizada y por la mercantilización de la mayoría de los aspectos cruciales en la vida de cualquier ser humano, lo que genera una sensación de "sálvate, si puedes, y cómo puedas".



En todo caso, no es posible obviar que buena parte de los derechos que los chilenos habían construido y conquistado a lo largo del siglo XX, laborales sobre todo, fueron abolidos por la fuerza bajo la dictadura UDI-Pinochet.



Por otro lado, la tasa de sindicalización es parecida a la chilena (cerca del 10%), con la diferencia de que no existen las trabas que si hay en Chile. Y ese fenómeno no deja de llamar la atención. La fuerza de los sindicatos se mide en las manifestaciones y huelgas a las que convocan.



-¿Qué hacer para que la gente en Chile salga a las calles a exigir sus derechos nuevamente?

-En el país se necesitan reformas de fondo y urgentes a todo aquello que fue burda y totalmente dejado en manos del mercado, y para eso tiene que haber un diálogo social real y eso pasa por que la gente se organice y presione. A diferencia de Francia, en Chile ello pasa por más derechos a la sindicalización —sobre todo en el sector terciario— y por que el gobierno y el parlamento, pro primera vez enteramente electo, no defiendan sólo la perspectiva de los empresarios.



Hay que perderle el miedo al conflicto que marcó al Chile de los años 90. La ciudadanía —y la democracia— sólo pueden existir si hay contrapoderes, si no hay eternizaciones en el poder, si la gente se cuestiona y actúa y lucha por mejorar sus vidas, colectiva e individualmente.



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*Fotos gentileza Rodrigo Roco.

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