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Aquí se construye: Las tormentos de vecinos de Ñuñoa ante boom inmobiliario

Cientos de edificios se están levantando hoy por toda la comuna. Si bien esto da la oportunidad para que miles de nuevos vecinos lleguen al sector de la capital »con mejor calidad de vida», muchos ñuñoínos deben soportar a diario las incomodidades y perjuicios de convivir con una construcción junto a su pared. El pasaje Quirihue es un claro ejemplo de esto.


"Una está tranquila trabajando al lado de la ventana y siente una lluvia, y es que está cayendo material de la grúa", relata Florencia Zaccarelli, quien vive en el departamento 23-A del pasaje Quirihue, en Ñuñoa. María Gloria, su nuera, cuenta que un día estaba tendiendo la ropa con su bebé de menos de un año, cuando le rozó una piedra que habría caído desde una grúa.



Para estos vecinos, vivir en un pasaje rodeado por dos edificios en construcción —con un tercero en proyecto— se ha convertido en una molestia constante. "Nuestro departamento está a los pies del edificio de 25 pisos que se está construyendo en el poniente", continúa Florencia. "Ya estamos encajonados, sin sol casi todo el día […]. Tenemos un año ya de bulla y de molestia, entre los ocho de la mañana y las ocho de la noche, y los días sábado, de ocho de la mañana a dos de la tarde".



El pasaje Quirihue se encuentra en el corazón de Ñuñoa, en Irarrázaval frente a Manuel Montt. Es una calle cerrada, donde se erigen edificios de tres y cuatro pisos construidos en la primera mitad del siglo XX. La mayoría de sus habitantes lleva varios años viviendo allí. Todos se conocen, se saludan y es habitual encontrarlos conversando en la calle. Las visitas al departamento vecino son frecuentes, y se han organizado para hacer fiestas de Navidad para los niños y actividades culturales para el verano.



Los niños suelen salir a jugar y andar en bicicleta por las tardes, sin embargo, desde que comenzaron las construcciones, sus padres temen que pueda ocurrir algún accidente. Gabriel Sánchez, uno de los dirigentes vecinales del pasaje cuenta que las excavaciones del edificio en el sector sur socavaron el terreno que soporta el muro y éste se vino abajo. Hace tres meses, fue reemplazado por paneles de madera, sin que la empresa lo haya reconstruido. "Los niños juegan cerca de la división y se asoman a mirar entre los paneles, y resulta que allí hay un hoyo de quince metros. Uno les dice que salgan, pero no se puede estar encima de ellos todo el tiempo", cuenta Gabriel.


Daño a la propiedad
Para dar sustentabilidad y firmeza a los cimientos y múltiples subterráneos de las torres se utiliza un proceso llamado entibación. Éste consiste en instalar tensores de acero a tres metros del nivel del suelo y de seis a diez metros en ángulo en el subsuelo colindante. Una vez que se han instalado los tensores, éstos se jalan para anclarlos firmemente al suelo. Al hacer esto, todo el terreno que rodea al edificio pierde sustentabilidad, pero la torre queda firmemente anclada.
Como las construcciones se realizan hasta el límite con el muro divisorio de los vecinos, las entibaciones penetran el subsuelo ajeno, debilitando los cimientos de las edificaciones que la rodean. Al momento de tensarlas, los vecinos sienten algo similar a un temblor: se les mueve el piso, se les caen los adornos de las paredes e incluso se les agrietan las murallas. Algunos ñuñoínos, como la señora Gina Fogliatti, han tenido que abandonar sus viviendas porque éstas corren serio peligro de derrumbarse.
Éste no es el único método que existe para sustentar una edificación en altura. Sin embargo en estos momentos es el más usado por ser el más barato.

El incesante sonido de las sierras eléctricas, el martilleo, las perforadoras de cemento y los camiones son incomodidades que estos vecinos deben soportar a diario. Las denuncias a la autoridad sanitaria y al municipio no le han dado muchos resultados a Gabriel, quien ha llamado por teléfono y escrito varios correos electrónicos, sin obtener una respuesta satisfactoria.



Pero ése parece ser el menor de sus problemas. Las excavaciones para los estacionamientos del edificio llegan hasta el mismo muro que divide ambas propiedades. Axidalia Mac-Connell, quien vive en el departamento 26, ha visto como poco a poco le tapan la luz del sol y, además, su parquet se suelta, las ventanas se desencajan y los vidrios se rompen por las faenas de anclaje de los cimientos del edificio (ver recuadro).



Debido al incesante ruido y la tierra levantada por la construcción, Axidalia tuvo que trasladar su dormitorio al living, ya que el polvo acentúa su asma. Problema que aqueja a muchos adultos mayores que viven cerca de alguna construcción.



La suma de todos estos factores ha disminuido radicalmente la plusvalía de estos sitios. Como explica Axidalia, "estos departamentos, antes que comenzaran a construir aquí, valían treinta millones, ahora con suerte valen catorce".

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