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Bullyng en Chile, el paso previo a masacres colectivas en los colegios

El fenómeno, relacionado con ataques psicológicos y físicos, alcanza estadísticas alarmantes. Cerca de 60% de los estudiantes ha vivido algún tipo de abuso o ha sido agresor, según estudio de la Universidad del Desarrollo. Especialistas lamentan liviandad en el trato del tema.


Un adolescente con una pistola cargada atacando a sus compañeros y profesores en la escuela es una escena que más bien recuerda a la película de Michael Moore Bowling for Columbine, basada en la masacre masiva del recinto educacional del mismo nombre en Estados Unidos.



Pero no es una realidad que esté tan lejana a Chile, porque actualmente la violencia a nivel escolar es tan alta que, según expertos, el país se encuentra dando el paso previo para llegar a replicar esta sangrienta experiencia.



Basta decir que el bullyng, fenómeno que se centra en el abuso y la agresión física y psicológica entre los alumnos, ha alcanzado un enorme porcentaje: 58,3% asegura haber sido agredido en los últimos seis meses, 59,6% ha agredido en el colegio en el mismo tiempo y 54,7% suele observar agresiones durante ese lapso.



A esta conclusión llega el estudio"Violencia escolar entre pares: una experiencia en investigación e intervención de la realidad chilena", realizado por la Unidad de Intervención Temprana de la Universidad del Desarrollo.



Para el abogado de la Federación de Instituciones de Educación Particular (FIDE) Rodrigo Díaz, "esto no puede esperar, pues si no se le pone atajo tendremos niños que sepan leer y escribir pero también una estadística de muertos dentro del aula. Si se compara la realidad norteamericana de hace 30 años, presentaban actos de bullyng comparables a los que tenemos aquí".



Estadísticas



Durante cuatro años, la Unidad de Intervención Temprana recabó información alrededor de todo el país para ver la frecuencia de este fenómeno y sus características, entrevistando a más de 5.000 de entre ocho y 14 años. Su director, Felipe Lecannelier, opina que la violencia extrema ya se ve en las aulas.



Un aspecto revelador del estudio, es que no hay relación en la frecuencia del hecho con la realidad socioeconómica de los establecimientos. Lo que sí cambia es el estilo: mientras más recursos, hay más elaboración y sofisticación en las agresiones, por ejemplo con temas tecnológicos como subir videos a Internet o sacar fotos con teléfonos móviles.



El peak de la violencia es entre los 13 y 14 años y empieza a disminuir en la adolescencia media. Los hombres son quienes suelen observar, experimentar y generar más violencia. Las mujeres, en cambio, tienden a generar mayor violencia de tipo psicológico.



Según Lecannelier, a la larga esta última genera más daño y más consecuencias negativa para las víctimas que la fisica. "El problema es que pocas veces sabes quién es el responsable de ese tipo de violencia, como rumores o publicaciones por Internet. Hay mucha manipulación que genera más descontrol y desamparo, sobretodo porque ataca directamente la personalidad. En cambio en el otro caso, sabes quién te pego, así que hay más control para evitarlo".



Perfiles



Los perfiles de agresores y agredidos siguen parámetros similares en todos los casos. En general, los primeros ven en la violencia un modo de conseguir poder y popularidad a través del control del otro. Tienen muy poca empatía y se sienten orgullosos del acto abusivo. "El agresor clásico no tiene conciencia de que está haciendo daño, puede ver al otro llorando y piensa que está jugando", asegura el psicólogo.



Explica que, en general, son menores con circunstancias familiares que les han hecho aprender que el uso de la violencia les permite conseguir cosas.



El niño agredido, en cambio, tiene un perfil tímido, de pocos amigos y baja popularidad. "Es probable que provenga de una familia sobreprotectora, lo que hace que se sienta débil, poco capaz de enfrentar las cosas", puntualiza el experto.



La nueva ley penal juvenil



Díaz explica que la nueva ley penal adolescente, al bajar la responsabilidad penal a 14 años, sirve como preventivo para evitar actos de bullyng como amenazas y agresiones. "El problema es que esta atribución se restringe por la falta de política o coordinación con los colegios para que asuman un rol preventivo en estas conductas que pueden ser precursoras de delito".



Por otra parte, la ley obliga que los establecimientos hagan denuncias de tipo penal y muchas veces los colegios no están preparados para procesar esa información y en algunos casos no lo denuncian: le bajan el perfil, lo mantienen a nivel interno.



Al revés, la tentación de un colegio demasiado proactivo es investigar hechos que pueden constituir delito, como lesiones, pero legalmente es una responsabilidad que le corresponde al fiscal. En ambos casos generan situaciones que provocarán fenómenos mucho más fuertes.



Además, no está penado subir a la red imágenes denostando a uno o más alumnos. "Este hecho, que violenta el derecho a la imagen y a la intimidad no tiene sanción penal. En materia de delito informático la legislación se refiere solo a la alteración de datos. Es un punto débil, la legislación se quedó corta", asegura el experto.



El rol del colegio y los padres



Díaz y Lecalennier coinciden en que es primordial tomar medidas al respecto y que quienes deben tomar el toro por las astas son principalmente los colegios, ya que es necesario que mantengan estrategias antiviolencia, que van más allá de "charlas" y que incluyan acciones en diferentes niveles.



El psicólogo dice que existen algunas propuestas, pero que hay atraso a nivel de otros países. Por ejemplo, en Estados Unidos e Inglaterra existe una ley que obliga a los establecimientos a tomar medidas el respecto.



"Lo más preocupante, es que a los niños les pasa esto y no le cuentan a nadie. Sólo 0,6% le cuenta a alguien del colegio y entre 12% y 15% a alguien de la familia".



Los padres también tienen un rol fundamental, pero generalmente no toman en serio al menor y lo atañen a juegos propios de los niños, al igual que el colegio, y no ven que tiene consecuencias serias y nefastas. En el caso de los padres de los agresores sucede lo mismo e incluso lo justifican.



Por eso, asegura que es necesario atender a los menores que manifiesten están siendo victimizados. "El padre debe investigar y luego ir al colegio y ver cómo se soluciona el tema. La tendencia es que se enojen y se produce recriminación mutua y el que sufre y termina siendo victima nuevamente es el niño".



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