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«Para aplacar culpa, mujeres sienten que deben ser doblemente competentes»

Autora llega a Santiago procedente de Nueva York para presentar su nuevo trabajo, »Fruta podrida», en el marco de la 27° Feria del Libro. Se trata de un texto en el que ha trabajado desde 2004, cuando recibió una beca de la Fundación Guggenheim u que trata sobre las mujeres, las condiciones laborales y los nuevos roles sociales.


Una nueva producción de la autora nacional aparece con ocasión de la 27° Feria Internacional del Libro. Se trata de "Fruta Podrida", un relato perturbador y difícil de abandonar, que narra la historia de dos hermanas temporeras residentes en la localidad de Ojo Seco y cuyas vidas se ven determinadas por la enfermedad de una y la afición a los hospitales, médicos y tratamientos de la otra.



Muchas veces comparada con Diamela Eltit, Meruane cuenta que la novela fue surgiendo "de a poco, de a pedazos". Una serie de cuentos con un personaje recurrente desencadenaron lo que es hoy su tercera novela -cuarto libro-, escrita con el auspicio de la beca Beca John Simon Guggenheim (2004) y galardonada el 2006 con el Premio a la Mejor Novela Inédita del Consejo Nacional de la Culturas y de las Artes.



Escritora y periodista cultural, actualmente candidata a doctora en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Nueva York, Meruane ha publicado anteriormente el libro de relatos "Las Infantas" y las novelas "Póstuma" y "Cercada". En "Fruta Podrida", Mruane se acerca al tema del trabajo femenino, la enfermedad y la reproducción entendida como productividad.



"Lo que primero se me vino a la cabeza fue la imagen de una niña diabética que imagina que su cuerpo dulce es una fruta que va a podrirse", cuenta sobre su nueva publicación, que la consagra como una de las autoras nacionales más relevantes. "Pero a medida que iba escribiendo, esa enfermedad y la idea del cuerpo como fruta se fueron volviendo más concretas, fueron ramificándose hacia otros espacios: la producción industrial de fruta en el campo y los sucesivos hospitales".



Así, la escritora se interesó sobre el tema de las mujeres temporeras. Según ella, en estas trabajadoras se manifiestan los efectos de la crisis económica y también las contradicciones ideológicas de la dictadura. "Las temporeras aparecen masivamente en la escena industrial chilena en la época post-sindical. Ellas están disponibles para el trabajo estacional, se les puede pagar menos que a los trabajadores. Pero la entrada de la campesina al trabajo va a significar una debacle en la relación entre hombres y mujeres en el campo, que es el sector más tradicional de nuestra sociedad".



"Los hombres se quedan cesantes, mientras las mujeres quizá por primera vez empiezan a ganarse un sueldo, con el que mantienen a la familia y hasta se dan algunos gustos. El efecto es, paradójicamente, liberador, político, porque esas mujeres adquieren un poder fuera y sobre todo dentro de sus casas", agrega.



La mujer, la fruta



Meruane se interesó particularmente por la ambigüedad del discurso de la dictadura que, por un lado, destacaba el rol materno y doméstico de la mujer pero, por otra parte, las políticas económicas actuaban en contra de ese rol tradicional, "ese espacio sagrado de la familia que la dictadura decía proteger".



"Esas mujeres son secundarias en la novela, pero me importan porque son todas madres en una circunstancia laboral, madres fuera del hogar como lo es la madre de la protagonista y también su hermana mayor, que asume la maternidad como una producción de la que nunca se hace cargo en el sentido doméstico", cuenta la autora.



-¿Qué elementos personales rescatas de este texto?
-Lo más cercano a mí en esta novela es la experiencia de la diabetes. Ahí hay un punto de partida para la escritura, pero no como rescate de la anécdota personal sino como dispositivo de escritura. Me sirvió circunstancialmente para entrar en el problema que las enfermedades presentan en un entorno donde todo, absolutamente todo, debe funcionar como un reloj. Pero los cuerpos enfermos son deficitarios o excesivos, rompen la norma. Esos cuerpos que se salen de la norma siempre me han interesado.



-¿Cómo se relaciona esta obra con tus anteriores escritos?
-Es difícil para mí determinar las continuidades específicas que hay entre un libro y otro. Quizá lo que persiste en mis libros sea una tensión entre los personajes y las normas que se intentan imponer sobre ellos. Son personajes que de distintos modos ponen en jaque lo disciplinario.



-¿Qué opinas del tratamiento que se ha dado al tema de la mujer en Chile?
-Pienso que las mujeres siguen estando atrapadas en un doble o tal vez triple rol que se resume en demostrar en todos los ámbitos que son extraordinarias. En la casa, en la cama, en el trabajo. Eso, por supuesto, es imposible y desgastador para cualquiera. El costo de haber salido del hogar es la culpa. Pero no una culpa aislada, sino una que responde a las críticas que se hacen de la mujer desde espacios conservadores y, por otro lado, a la implacable exigencia del éxito que el modelo neoliberal ha impuesto en Chile. Para aplacar la culpa, las mujeres sienten que deben ser doblemente competentes. Y es por eso que ahora estamos viviendo una suerte de reverso, en el que muchas mujeres están optando por volver a la casa después de estudiar e incluso cuando han alcanzado puestos altos en el trabajo: para que el matrimonio funcione, para que los hijos no tengan problemas.



"Por supuesto, esa es una opción legítima pero no es la única. Hay que seguir trabajando para que las responsabilidades se compartan, para que las exigencias laborales y los sueldos se nivelen, y también para que el discurso público deje de ser tan castigador. No es que un ministro o un ingeniero sean ineficientes, lo son por ser mujeres. No es que alguien conduzca mal, es torpe porque es mujer. Ese lenguaje apunta a lo biológico y castiga, castiga siempre lo femenino. Pero lo que castiga es el hecho de que las mujeres son cada vez más visibles en el ámbito público. Pienso que eso sigue siendo muy difícil de aceptar. De ahí que de vez en cuando haya alguna pataleta masculina, una suerte de revancha privada o pública ante el hecho de que las mujeres tienen mayor control en los diversos espacios de poder social".

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