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J. Pablo Orrego: ‘El sector eléctrico privado tiene la sartén por el mango’

Ecologista considera que la construcción de las megarepresas en Aisén promocionadas por Endesa y Colbún es sólo un »síntoma» del problema de fondo, que achaca a las políticas existentes y al legado dejado por el Código de Aguas. Plantea un cambio estructural y la diversificación energética, que asegura es posible utilizando el potencial de cada región.


Integrante del grupo musical Los Blops en los ’60 y ganador del Nobel Alternativo por su lucha para salvar el Río Bío Bío, Juan Pablo Orrego es actualmente uno de los líderes de la "Campaña Patagonia chilena sin represas", que estas semanas ha concentrado la atención de los medios tras el lanzamiento del libro que, bajo el mismo nombre, expone los posibles daños ambientales que supondrían las cinco megarepresas que Endesa y Colbún pretenden construir en Aisén.



El ecólogo está muy optimista frente a los resultados de la agresiva cruzada que impulsa junto a 35 organizaciones ambientalistas y sociales, nacionales e internacionales, que componen el Consejo de Defensa de la Patagonia Chilena, ya que considera que se ha podido afiatar a los integrantes y madurar los argumentos que buscan detener el proyecto.



Y sobre todo destaca que han logrado poner en el tapete el tema, que ha sido presentado a ONG de distintas partes del orbe e incluso a una delegación de eurodiputados que visitó el país la semana pasada.



De hecho, cuentan con el respaldo de importantes organizaciones internacionales, como NRDC (Natural Resources Defense Council), cuyo vocero y uno de sus abogados es Robert Kennedy Jr.,Greenpeace España y IRN (Internacional Rivers Network), que se sumó recientemente a la iniciativa.



Pero la mirada del ambientalista va más allá del tema coyuntural de impedir este megaproyecto, ya que asegura que el trasfondo del asunto no se centra sólo en salvar la Patagonia, sino en lograr cambios profundos y reales en las políticas y en la visión que se tiene sobre la sustentabilidad del país.



Cita como ejemplo la apropiación de los derechos de agua no consuntivos en 1989, cuando fue privatizado el consorcio Enersis, traspasando no sólo los activos de la empresa, sino los derechos que la compañía estatal poseía. En 1997, los responsables de la privatización vendieron el consorcio Enersis a Endesa España con el resultado que la empresa española controla cerca del 80% de este tipo de aguas.



¿Considera que las políticas gubernamentales no están funcionando?
-Lo que hay es un problema estructural: el sector eléctrico privado tiene la sartén por el mango y ése es un legado directamente de la dictadura, porque la política energética no la dicta el país, sino que las empresas privadas que tienen un interés comercial. Para ellos es muy rentable construir megaproyectos hidroeléctricos o termoeléctricos, pero esto puede tener costos elevadísimos de todo tipo, no sólo ecológicos, culturales y sociales sino también económicos.



Esto viene desde la Constitución de 1980, que le pone un candado constitucional a la propiedad privada de los derechos de agua. Y lo que pasó con los derechos de agua y Endesa es de ciencia ficción. En suma, el diseño institucional y legal le da todas las potestades al sector privado para que haga lo que quiera. No es Chile ni el Gobierno el que decide qué es lo mejor para el país, es la empresa privada.



¿Entonces la construcción de las megacentrales en Aisén es sólo la punta del iceberg?
-La represa es un síntoma, el problema de fondo es el modelo de desarrollo país, porque hemos creado un sistema energívoro voraz y luego debemos alimentarlo. Aquí lo que falta es una visión moderna y también real voluntad política. Estamos atrapados en esta visión súper pesimista de que aquí nada se puede cambiar y que Chile tiene que seguir proyectándose como un país atascado en una fase productiva primaria, vendiendo concentrado de cobre, harina de pescado y pulpa de celulosa y así seguir construyendo megacentrales. Detrás de esa visión falta que Chile pueda transitar a una fase productiva terciaria de venta de servicios de salud, de educación de ecoturismo, etcétera.



La meta es implementar los cambios para empezar a instaurar un país sustentable porque estas fases en que estamos no generan empleos dignos, inteligencia, ni desarrollo humano a la altura del siglo XXI.



Para eso hay que provocar un cambio de mentalidad profundo, de cultura. Si pasas a fase terciaria de producción de servicios la demanda de agua y electricidad caen. Hay que ver cómo disminuimos la demanda y esa óptica, no la oferta, que es lo que prima ahora, porque lógicamente ellos quieren vender, no tienen interés en que se disminuya el uso. Y dejo en claro que no nos oponemos a la hidroelectricidad, nos oponemos a las megacentrales que no consideran el valor ambiental, social y cultural del territorio.



¿Y estaría de acuerdo con las centrales de pasada?
-Sí, pero ojo, que centrales de pasada no es sinónimo de inocuo. Depende de cada proyecto en particular y de las condiciones de la zona específica.



Pero más allá de este cambio de mentalidad, aún se necesita energía ¿qué alternativas viables se pueden desarrollar?
-Chile es riquísimo en energías renovables no convencionales y cada región tiene su propio potencial: en el norte hay potencial solar, ya que Atacama es una de las zonas de mayor insolación de todo el planeta tierra. Potencial eólico tenemos a lo largo de todo el territorio, también geotérmico que está prácticamente inexplorado. Tenemos una elevadísima capacidad mareomotriz, que utiliza los movimientos de las mareas y las corrientes marinas. Es paradójico, porque la Patagonia tiene uno de los potenciales más altos de todo Chile en el sector eólico y mareomotriz y aquí quieren inundar dos de las cuencas más importantes de la región y ese sería sólo el comienzo.



Lo importante es que se diversifiquen los actores y las fuentes energéticas, que es la dirección opuesta de un proyecto como este, que los concentra aún más, aumentando el monopolio.



El mundo desarrollado está en otra y la tendencia es instalar sistemas híbridos, mixtos, en que se combinan todas las fuerzas energéticas que el ser humano ha inventado pero en Chile estamos pegados en megatermoeléctricas y megahidroeléctricas y es una cuestión retrógrada, del siglo pasado.



Hay que tomar en cuanta que un listado reciente de la Comisión Nacional de Energía (CNE) identifica 67 proyectos eléctricos, de distintos tipos, incluyendo parques eólicos y minicentrales hidroeléctricas. Si a Hidroaysén se le da la pasada, copa el mercado durante 6 o 7 años y todas las empresas que están pensando en implementar proyectos más chicos y amistosos sociales y ecológicamente quedan con los brazos cruzados porque un proyecto tan grande como este pone un tapón a su ingreso.



¿De qué forma están trabajando con las organizaciones internacionales?
-Desde marzo de este año, NRDC está viendo la forma de hacer un estudio de la realidad energética chilena, cosa que ni siquiera tiene el aparato público, ya que hay información que no posee la CNE porque prácticamente todo el sistema energético chileno es privado y los grandes usuarios finales también son empresas privadas, entonces no hay información sobre la forma en que se está usando la energía y la electricidad. Por eso se contactaron con Bernardo Matte (de Colbún), con la CNE, con el programa país eficiencia energética, en fin, con todos los actores. Pero aún no hay una respuesta de los Matte.



Lo que busca el estudio es tener un panorama más real de lo que está pasando con la energía, cuáles son los potenciales de eficiencia energética y de energías renovables no convencionales, para así demostrar que Hidroaysén no es la alternativa.



Hasta ahora han venido varios expertos internacionales, y se encuentran con una pobreza increíble en información. No pueden creer que el país, el aparato público, no tenga en sus manos la información necesaria para decidir si Hidroaysén u otros proyectos son necesarios o no.



Entonces nos preguntamos ¿Cómo pueden estar pensando en inundar la Patagonia, construir la línea transmisión más larga del planeta atravesando 8 regiones, cuando no tienen información para decidir si es el mejor proyecto para Chile?



En el caso de IRN, que son nuestros nuevos socios, se está planteando una campaña de mercado. Aaron Sanger, abogado de esta entidad, nos ha contado cómo trabajó anteriormente, cuando fue director del programa de acción corporativa ambiental de Forest Ethics, haciendo presión ante grandes grupos forestales chilenos-logrando que Celulosa Arauco y CMPC se comprometieran a no seguir sustituyendo el bosque nativo-. La idea es hacer algo similar, pero aún estamos evaluando cómo enfocar esta campaña de mercado que sin duda tiene aspectos muy delicados.



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