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La crisis de la Concertación

Una onda polar marcó la política esta semana. Aparentemente su grado más bajo estuvo en la crisis desatada por la propuesta electoral del PPD y el PRSD de ir en dos listas de concejales a las elecciones municipales y el efecto más trágico en la muerte del general director de Carabineros, José Alejandro Bernales en Panamá. Sin embargo la ecología social de tales hechos marca un termómetro en alza por desafiliaciones en todos los partidos políticos, crecientes protestas estudiantiles en contra de


¿La Concertación con crisis de tercera edad?



Prácticamente todo el oficialismo clásico salió finalmente a criticar la decisión del PPD y el PRSD de ir en listas separadas de concejales en las elecciones municipales de octubre próximo. El propio Gobierno, que tuvo inicialmente una postura ambigua por boca del ministro Francisco Vidal, posteriormente adoptó lo que parece natural, una posición de actor implicado.



"Nosotros claramente creemos que la unidad de la Concertación está por sobre cualquier otra consideración", declaró el ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, agregando que los ministros políticos seguirán conversando con los partidos, mientras no venza el plazo para inscribir a los candidatos.



Las críticas más duras a la iniciativa provinieron de la DC. El diputado Gabriel Ascencio declaró que ella es un «chantaje y presión ilegítima a la Democracia Cristiana", y que ésta no se debe "dejar intimidar». A su vez, Juan Carlos Latorre criticó abiertamente el liderazgo de Bachelet, señalando que en el Ejecutivo se estaba omitiendo del tema, lo que fue indirectamente refutado por la Presidenta Michelle Bachelet, quien dijo que "nadie tiene derecho a dañar la unidad de la Concertación" y que ella no actúa a través de los medios de información.



Pero fueron los líderes históricos, especialmente los ex presidentes Aylwin y Lagos, los que en sus intervenciones se esforzaron por ponerle paños fríos a la crisis, aunque sin restarle dramatismo. El trasfondo es crear las condiciones de diálogo y evitar una escalada hasta las presidenciales y parlamentarias del 2009, como lo anunció el analista DC Genaro Arriagada durante la semana.



Aylwin señaló como evidente un quiebre en la Concertación y el riesgo de perder un futuro gobierno. Por lo que dijo "quisiera hacer un llamado a quienes han dado este paso a que lo re-mediten y corrijan una actitud que no es buena para la Concertación ni para Chile".



Ricardo Lagos fue más contingente, dada su condición de eventual candidato y al hecho de que desde distintos sectores políticos le pidieron que interviniera en el tema.



En su estilo señaló que «al fundar la Concertación, entendíamos que todos tenemos que buscar el consenso y la unidad, y en consecuencia no es posible que un grupo de partidos notifique a otros sobre un cierto camino porque eso implica romper un principio esencial". Y agregó: «quiero entender que la nota que se ha enviado es un punto de partida para un debate, pero no es una notificación, porque ello equivaldríaa poner una tensión imposible de resistir».



Aunque aparentemente desautorizó al presidente de su propio partido -quien ha sido enfático en sostener que la decisión está tomada-, lo que está claro es que ocupó un sitial y una vocería de líder natural de la Concertación que hasta este momento no tenía. Más aún, si se lee con atención, su declaración entreabre la puerta para una negociación que eventualmente puede terminar ordenando todo el mapa electoral del oficialismo, consagrándolo a él como el candidato presidencial por consenso, al revés de lo que se piensa sobre esta crisis. No son pocos los democratacristianos y socialistas que lo prefieren como carta presidencial, ni tampoco él oculta que está disponible para una candidatura de unidad.



La noticia está en pleno desarrollo. Depende de muchos factores que el escenario de crisis se transforme en uno de negociación global, y en ello la Concertación tiene una larga experiencia. Sin embargo es claro que detrás del ojo electoral del PPD y el PRSD, hay un sector de dirigentes jóvenes que están mirando a más largo plazo, y desean ocupar un lugar más destacado en las decisiones políticas nacionales. De otra manera no se entiende la categórica frase de Pepe Auth: "la Concertación tiene que renovarse".



La desaparición del general Bernales



La trágica muerte del general director de Carabineros en un accidente aéreo en Panamá enluta doblemente a la institución policial. Por una parte, pierde a un oficial muy apreciado por los funcionarios de una manera inesperada y dolorosa. Por otra, el hecho ocurre justo en un momento de fuerte tensión emocional interna, producida por el procesamiento de más de cuarenta ex carabineros por violaciones a los derechos humanos, y una merma de la imagen pública por excesos en el uso de la fuerza en contra de manifestantes y periodistas en recientes protestas ciudadanas.



Al asumir su cargo en noviembre de 2005, el general Bernales era la cuarta antigüedad del cuerpo de generales de su institución, y se desempeñaba como director de Inteligencia. Descrito por quienes lo conocieron como un hombre profundamente humano y de buen vínculo con sus subalternos, también cumplió con la máxima de tener buenos nexos con el mundo político para acceder al más alto puesto de Carabineros.



La mayor parte de su servicio activo fue en labores distantes del mando operativo, en la llamada vertiente escuelera, como se denomina en la institución a aquellos oficiales que desarrollan su carrera en cargos vinculados a la Escuela de Suboficiales y la Escuela de Carabineros, de donde salen normalmente los edecanes y los oficiales destinados a servicios que los vinculan al poder político.



Tal distinción entre operativos y escueleros es un aspecto importante del mando institucional por los problemas que se generan entre la operación normal de la institución y aquella desempeñada por los servicios especiales, donde prima la impronta más militarizada de Carabineros. Generalmente las críticas del mundo político apuntan en esa dirección.



Con todo, el general Bernales exhibía una ascendencia clara en ambos ámbitos, aunque no exenta de roces, como quedó demostrado el año 2006 con la destitución del jefe de las fuerzas especiales durante la llamada revolución pingüina.



Su manejo de las comunicaciones y su liderazgo le harán falta en un momento en que un grupo importante de ex miembros de su institución están siendo procesados por el juez Víctor Montiglio, quien investiga la llamada "Operación Colombo" destinada a encubrir el asesinato de más de un centenar de opositores a la dictadura de Pinochet. Ello porque por primera vez, desde que el país recuperó la democracia, la institución aparece de manera tan masiva vinculada a este tipo de hechos.



Pero además, por el hecho de que la institución recibe fuertes críticas por el exceso de represión y por la agresión a periodistas en hechos recientes, que han obligado a abrir sumarios internos para determinar responsables.



En opinión del general Bernales, la imagen pública era la mitad de un buen trabajo institucional, y tales excesos le molestaban, aunque su control efectivo dependa siempre de la firmeza que el mando civil tenga para representarlos al mando institucional, además de la capacidad que este tenga para enmendar efectivamente. Esa voluntad del mando civil por cierto no dependía del general Bernales, hoy trágicamente desaparecido, ni tampoco de quien le sucede en el mando.



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