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La dura disyuntiva que viven Héctor Tapia y Blanco y Negro En Macul se viven horas cruciales entre la dirigencia y el cuerpo técnico

La dura disyuntiva que viven Héctor Tapia y Blanco y Negro

Se dice que, para continuar en su cargo, el técnico deberá desprenderse de su ayudante de campo (Miguel Riffo) y de su preparador físico (Juan Ramírez), pero si lo hace irá en contra de los códigos futboleros. Blanco y Negro, por su parte, está obligado a conformar un equipo que haga del ganar una costumbre, sólo que para eso hay que invertir, con lo que se atormenta a aquellos accionistas que sólo esperan números azules.


Con él en la banca Colo Colo conquistó la esquiva estrella número 30. Con él como promisorio director técnico, el Cacique sólo ha sabido de victorias cuando ha debido afrontar el Superclásico frente a Universidad de Chile. Dato no menor, considerando la inmensa rivalidad entre las hinchadas de ambas instituciones. Sin embargo, y aunque tiene grandes posibilidades de seguir conduciendo al cuadro popular en el segundo semestre, todo parece indicar que el ex mundialista Sub 17 tendrá que pagar un alto costo por seguir ocupando un cargo tan demandante como codiciado.

De partida, su primera decisión fue comunicarle a Felipe Flores que no estaba en sus planes, lo que al parecer no ha caído muy bien en el pueblo albo, que llegó a querer al delantero más allá de sus ripios y sus limitaciones. Después de todo, siempre se le respetó su condición de jugador surgido de las series menores, el que anotara goles que, si bien no fueron abundantes, tuvieron muchas veces la cualidad de ser decisivos, y que siempre se entregara por entero por esa camiseta que sentía como pocos.

La noche negra de Colo Colo en Belo Horizonte, frente a un Atlético Mineiro que lo bajó de la Copa Libertadores, Felipe Flores –ingresado en el segundo tiempo- fue el único que, al menos con espíritu, le desordenó los papeles a un equipo que sabía que tarde o temprano el partido iba a ser suyo, dado el terrible miedo a jugar con que lo afrontó el Cacique.

Un jugador con el espíritu que siempre demostró FF merecía, creemos, cierta consideración. Sobre todo en un cuadro que, como Colo Colo, está obligado a disponer de un plantel no sólo muy competitivo, sino también numeroso. Pero si Tapia no consideró la idea de retenerlo, ni siquiera como alternativa, ello debe significar que en su lista de peticiones a Blanco y Negro deben figurar al menos tres o cuatro delanteros de nivel que se sumen a Esteban Paredes y Juan Delgado, los únicos que van quedando.

Si ello no es así, el técnico albo estaría reiterando un error ya cometido en pleno receso, en la víspera de comenzar el Torneo de Clausura, que Colo Colo se farreó increíblemente: optar sólo por un par de elementos que en teoría debían ser un extraordinario aporte, pero olvidando que esos jugadores podían no resultar y, además, que como todos estarían siempre expuestos a suspensiones y lesiones.

Tapia, incorporando solamente al Chupete Suazo y a Luis Pedro Figueroa, en teoría se aseguraba calidad y rendimiento. ¿Qué pasó? Que Suazo fue una versión más que deslavada del extraordinario goleador que en 2006 partió a México y Figueroa no pudo ni con mucho repetir el éxito de su primer paso por el Cacique. Sustituido en el entretiempo de ese partido frente a Universidad Católica, en el Monumental, el público reaccionó con una ovación que sin duda reflejaba mucho de esa frustración por un 0 a 3 que resultaba tan justo como inapelable y doloroso.

Tampoco resultó un acierto insistir durante meses con la contratación de Claudio Maldonado. El volante, de aparición tan explosiva como brillante a fines de la década de los 90, cumplió sus mejores años en el fútbol brasileño defendiendo sólo cuadros grandes de ese medio, como Sao Paulo, Cruzeiro, Santos, Corinthians y Flamengo, pero a Colo Colo volvió arrastrando lesiones no menores que, sumadas a sus años (35), lo transformaron en un jugador cuya lentitud no podía soslayarse en un equipo demasiado añoso, como el albo.

Ese fue, sin duda, otro problema que tenía que hacerse sentir en un plantel que, además de veterano, era sumamente corto: no había jugadores suficientes como para pelear en dos frentes y al partido que debía ser decisivo para mantenerse con vida en la Copa, frente al Atlético Mineiro, llegó diezmado por bajas importantes que hasta Vecchio debió afrontarlo tan disminuido físicamente que, jugando en unos pocos metros, y casi sin dinámica, no podía transformarse en aporte.

Tapia debió haberlo previsto sabiendo, además, que prácticamente no hay juveniles capaces de ponerse esa camiseta que suele pesar una tonelada para soslayar ausencias vitales. El panorama es tan desolador, que bastó que el chico Carvallo metiera un solo pase de mérito en los 67 minutos que estuvo en la cancha frente a Cobreloa, en Calama, para que algunos ya cometieran la imprudencia de empezar a compararlo con el “Mago” Valdivia. ¡Por favor…!

Jugadores del calibre futbolístico de Valdivia nuestro fútbol no los produce a cada rato. Al revés: su talento, que desgraciadamente nunca fue a la par con su inteligencia y su profesionalismo, es un artículo casi suntuario en un medio donde cuesta un mundo que aparezcan jugadores de esos que podrían definirse como “distintos”.

El secretismo con que se están llevando además las negociaciones entre Tapia y la Comisión de Fútbol de Blanco y Negro tampoco contribuyen mucho a aclarar el panorama. Se ha dicho, como trascendido, que al técnico le estarían exigiendo, para la renovación de su contrato, que saque de su cuerpo técnico a Miguel Riffo, su ayudante de campo, y a su preparador físico, Juan Ramírez.

Y, de ser cierta tal petición, Tapia debe encontrarse naturalmente en una dura disyuntiva. Porque si dice que no, estaría sellando sin más trámite su salida de la Concesionaria; por el contrario, si dice que sí y tanto Riffo como Ramírez deben irse, en el mundillo del fútbol, que hace de los códigos algo casi sagrado, va a quedar muy mal parado.

Con o sin Tapia, queda claro que el plantel albo necesita de una cirugía mayor si pretende transformarse para el segundo semestre en el equipo competitivo y ganador que su hinchada reclama. Requiere, claramente, de calidad y cantidad. Y aunque el fútbol no es cuestión de edad, sino de capacidad y talento, de todos modos necesita bajar su alto promedio de años, porque la dinámica que exige hoy el juego permite como mucho dos o tres veteranos, pero definitivamente no funciona cuando estos constituyen la mayoría.

A nivel local eso puede soslayarse, pero también frente a contados adversarios. Tapia, ni nadie del directorio de la Concesionaria, pueden dejar de aprovechar la dura lección que les dio Universidad Católica en el Monumental. El cuadro de Mario Salas, ahogándoles la salida y marcándolos en todos los sectores de la cancha con una aplicación pocas veces vista en equipos nacionales, apabulló a Colo Colo y le hizo tres goles, que no fueron más sólo porque, viendo la tarea cumplida, dedicó la segunda etapa a cuidar la tranquilizadora ventaja.

Guardando las proporciones, la UC fue en esa jornada un símil fiel de la Holanda de 1974 ante un Colo Colo cuya lentitud e incapacidad de reacción quedó como pocas veces expuesta. Con armas similares, ¿no fue también otra pesadilla la que el Independiente Santa Fe le hizo vivir al Cacique en un lance copero que resultaba trascendental para sus aspiraciones de clasificar a octavos?

El hecho de que el Cacique haya dejado ir su opción de celebrar otro campeonato, que estaba a la mano considerando la baja de Universidad de Chile, campeón vigente, la notoria irregularidad de Universidad Católica, que hacía tres goles y le convertían lo mismo o más, y las penurias que vivía Cobreloa, se funda exclusivamente en su pésimo rendimiento como dueño de casa.

Un cuadro con aspiraciones, y Colo Colo siempre las tiene, por tradición e historia, no puede permitirse resignar 16 puntos en su propia cancha, en pasadas temporadas casi inexpugnable. Arica, Cobresal, Huachipato, Unión Calera, Universidad Católica y Palestino, salieron indemnes del Monumental, neutralizando todo lo bueno que el Cacique consiguió en su rendimiento como visitante.

Y el expediente fue simple: achicar espacios, dejar que Colo Colo se viniera e un ataque tan ciego como improductivo. Y frente a ese panorama, el cuadro de Héctor Tapia desnudó todas sus limitaciones. Sin rematadores de distancia, carente de delanteros que ganen seguido por arriba y con un juego por las bandas más que previsible, el Cacique tampoco contó con esos jugadores capaces de construir la pared milimétrica en terreno más que poblado.

Entonces fue que el discurso de Tapia, ese de “la posesión de la pelota”, se derrumbaba como castillo de naipes. Efectivamente, Colo Colo siempre la tenía más que el rival de turno (la excepción fue frente a Universidad Católica), pero el problema es que frente a la urgencia de abrir una defensa cerrada, aplicada y atenta, nunca le sirvió de nada.

Carece además Colo Colo claramente del jugador talentoso que, como Marcelo Espina, Matías Fernández o el mismo Jorge Valdivia, sea capaz de encontrar el claro justo como para meter el pase que resquebraje una defensa numerosa. De ese al que llaman “armador” y que en todo equipo resulta imprescindible, por más que la moderna teoría futbolística afirme que su función está pasada de moda, que se trata de un jugador en desuso. Pero ¿quién al extrañar un jugador con esas características está diciendo que el precio de su talento debe pagarse con su nulo aporte en otros aspectos del juego, como la marca y el despliegue por la recuperación de la pelota?
Si así fuera, tipos como Pirlo o Iniesta no tendrían cabida en equipos que, como la Juventus y el Barcelona, están jugando nada menos que las semifinales de la Champions.

Héctor Tapia, no cabe duda, está viviendo por estas horas un duro trance. Transitando por una encrucijada en que debe poner en la balanza la lealtad para con sus más cercanos colaboradores o su continuidad en una banca para la que siempre sobran candidatos.

Pero también debe estar viviéndola Blanco y Negro. No sólo porque, de irse Tapia, hay que aplicar algún Plan B, sino porque la única manera de tener contenta y tranquila a una hinchada que ya no los soporta es conformando un plantel que haga del ganar una costumbre. Sólo que, para eso, hay que invertir en jugadores probados y que den el ancho en un equipo tan difícil y exigente como Colo Colo.

Y, se sabe, los regentes de las Sociedades Anónimas sufren lo indecible cuando se les habla de “romper el chanchito”, porque llegado el momento del balance los accionistas lo único que esperan es ver números azules.

SITUACIÓN ACTUAL

Gracias a llamadas telefónicas y reuniones, se logró llegar a un acuerdo: Héctor Tapia haría pública su decisión este día lunes. Existen dos posibilidades; la primera es que Tapia decida seguir en Colo Colo pero sin Miguel Riffo ni Juan Ramirez, y la otra es que prefiera desvincularse completamente del club. Tal determinación ya la habría tomado el actual adiestrador albo pero la daría a conocer a comienzo de la semana entrante.

En caso de que el ex delantero confirme seguir a cargo de la banca del «Cacique» sin sus más cercanos ayudantes, ya habrían nombres para tomar tales cargos. Por ejemplo, Luis Mena sería quien asuma el lugar que deje Miguel Riffo.

Pero, ¿qué pasaría si Tapia decide dejar la tienda alba?. Seguramente esa pregunta ya se la han hecho al interior de la dirigencia, e incluso ya tendría eventuales reemplazantes. La opción más cercana, la de José Luis Sierra. La más lejana, la de Eduardo Berizzo. No se queda atrás el nombre de Claudio Borghi.

Desde Blanco y Negro adelantaron que «el lunes debiese definirse todo. Esto depende, en gran medida, de lo que defina Tapia, si acepta o no cambiar a su cuerpo técnico, algo que debe definir este fin de semana», por lo que se espera que ante la comisión de fútbol, el estratego defina su continuidad o desvinculación del equipo popular.

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