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Golpe Blanco La trastienda del rol clave que jugó la ministra para amarrar la elección del Fiscal Nacional 

Golpe Blanco

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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En La Moneda, en el Gobierno y en el Senado coincidieron en que Blanco apostó acertadamente por mantener en reserva los apoyos que había logrado en la derecha. “Ellos le pidieron reserva total de la decisión, ella lo respetó, no lo comentó ni dio por ganada la elección antes de tiempo, dejó que ellos mismos lo manejaran e informaran en la Sala su postura, fue hábil en eso”, explicó un parlamentario.      


El desenlace superó con creces el resultado esperado. Es que el escenario pasó de incierto a lograr una abrumadora mayoría que en la Sala del Senado ratificó por 32 votos a favor y dos abstenciones el nombramiento de Jorge Abbott como próximo Fiscal Nacional, lo que permitió que en La Moneda volvieran a respirar tranquilos. Todas las miradas apuntan a la ministra de Justicia, Javiera Blanco, y la habilidad que demostró como negociadora para amarrar el reticente respaldo de la Nueva Mayoría y más aún de la Alianza al candidato que la Presidenta Michelle Bachelet había elegido, a contrapelo de lo que inicialmente quería y aspiraba la Cámara Alta.

“La Moneda puso a una buena negociadora”, sentenció, sobre el papel que jugó Blanco, uno de los senadores que estuvo en la primera fila de las conversaciones tras bambalinas para juntar el alto quórum de 25 votos que requería la ratificación de Abbott. No pasó inadvertido para nadie en el Congreso que la ministra “aplanó”, casi literalmente, los pasillos del Senado desde la semana pasada conversando con todos y cada uno de los parlamentarios, por teléfono y en persona, todas las veces que fue necesario.

El Gobierno llegó ayer al día clave para la definición del Fiscal Nacional con un inseguro panorama sobre la viabilidad de la candidatura de Abbott, aunque en la práctica ese clima de incertidumbre –reconocieron desde el Ejecutivo y en el Senado– fue parte de la estrategia por la que apostó Blanco para evitar una fuga de votos y, sobre todo, para neutralizar los focos de disidencia pública en las filas de la Nueva Mayoría.

Es que la premisa gubernamental era evitar a toda costa que la coalición de Gobierno apareciera votando en contra de la propuesta presidencial. Podían perder, se podía caer el nombre de Abbott igual como sucedió con Enrique Rajevic para la Contraloría General, pero esa derrota tenía que ser con la unidad del bloque oficialista, porque otro escenario generaba una fractura muy compleja para el futuro de la coalición. Por esa razón, la valla más importante que se tuvo que superar fue precisamente –reconocen en el Gobierno– alinear las voces disidentes del oficialismo, puntualmente del timonel del PPD, Jaime Quintana, y del senador Guido Girardi, resentido con el Gobierno porque no se acogió la fórmula del nombre del fiscal José Morales, una alternativa por la cual el parlamentario había hecho intensas gestiones para lograr un consenso transversal.

Todos coinciden en que el lunes la ministra de Justicia, después de varias conversaciones previas, tuvo un reservado diálogo con el senador RN Alberto Espina, del cual salió el apoyo de dicha colectividad para Abbott. El martes, Blanco hizo lo mismo con el timonel de la UDI, Hernán Larraín, con quien conversó privadamente por más de media hora, charla de la que también obtuvo humo blanco y que explica por qué la bancada de senadores gremialistas, a último minuto de esa tarde, canceló el punto de prensa que tenía programado y en el que iban a fijar públicamente su posición sobre el candidato a Fiscal Nacional.

No fue casual que durante la votación en la Sala, ayer en la tarde, el senador opositor Antonio Horvath alabara públicamente en su intervención el papel que jugó Blanco: “Quisiera señalar la actitud y el trabajo de la ministra, ella a todos nos consultó, nos preguntó cuáles eran los nombres, de alguna manera se fue confeccionando un clima favorable para lograr un acuerdo como el que hoy día estamos percibiendo”.

La clave para amarrar a la UDI y RN –afirmaron en el Gobierno– estuvo en las señales de tranquilidad que la ministra Blanco dio a ambos partidos de oposición. Les puso sobre la mesa como argumentos la experiencia de Abbott, superior a la de los otros cuatro candidatos que tenía la quina que elaboró la Corte Suprema, que el fiscal no tiene la misma impronta que el actual jefe del Ministerio Público, Sabas Chahuán, que su perfil mediático es mucho más bajo, que su trayectoria avalaba eso, que es conocido por su rechazo a las filtraciones a la prensa de los casos a su cargo y que, además, tiene una visión poco autocomplaciente del desempeño real de la Fiscalía Nacional.

Todos, argumentos que fueron ratificados públicamente por el propio Abbott ayer en la mañana durante su exposición ante la comisión de Constitución del Senado. «El reproche penal no puede tener más alcance que el propio proceso. Vemos hoy cómo algunos fiscales toman decisiones que tienen consecuencias más allá de las causas. Tenemos que ser profundamente respetuosos en nuestras actuaciones para no afectar la presunción de inocencia (…) soy de aquellos que creen que los fiscales tienen un estándar ético superior al resto de los intervinientes en una causa», sentenció el candidato en un claro guiño a la derecha.

Para ese momento, cuando comenzó la sesión de la comisión pasadas las 10 de la mañana, la ministra sabía que tenía los 25 votos necesarios en el bolsillo, clima de entendimiento que reforzó con una reunión previa, una hora antes, en la que participaron ella, Abbott y los cinco senadores integrantes de la comisión –Espina, Larraín, Alfonso de Urresti (PS), Pedro Araya (Ind.) y Felipe Harboe (PPD). “Fue una conversación tranquila, un café para distender el ambiente”, contó uno de los asistentes.

En La Moneda, en el Gobierno y en el Senado coincidieron en que Blanco apostó acertadamente por mantener en reserva los apoyos que había logrado en la derecha. “Ellos le pidieron reserva total de la decisión, ella lo respetó, no lo comento ni dio por ganada la elección antes de tiempo, dejó que ellos mismos lo manejaran e informaran en la Sala su postura, fue hábil en eso”, explicó un parlamentario.

El despliegue final

Al mantener la incertidumbre, coinciden en el Gobierno y la Nueva Mayoría, Blanco dejó sin margen de acción a las voces disidentes de la Nueva Mayoría, porque era impresentable que, si la propuesta presidencial tenía en la Sala los votos de la derecha, fuera el oficialismo el que se dividiera públicamente. Así, la ministra conversó con Girardi y con Quintana por última vez ayer después de la exposición de Abbott ante la comisión, apeló a la necesidad de respaldar a la Mandataria y se comprometió ante el influyente senador PPD –aseguran– a “destrabar” a futuro los efectos y consecuencias negativas que generó la decisión de Bachelet de cambiar de candidato a última hora y no escuchar la voz del Senado.

No fue la única conversación que protagonizaron, el martes hubo otro diálogo entre ambos. Afirman que ahí la ministra escuchó todos los descargos que le hizo Girardi sobre el maltrato que implicó para él y los senadores que impulsaron el consenso en torno Morales cuando Bachelet cambió de opinión sin previo aviso. Agregan que la ministra además intercedió para que desde La Moneda llamaran a los parlamentarios PPD para pedirles su apoyo, lo que sucedió con un telefonazo de la propia jefa de gabinete de la Presidenta, Ana Lya Uriarte, un gesto especial hacia ambos, para aplacar la molestia que generó lo que entendieron como un desaire presidencial.

Finalmente, ayer, cerca de la hora de almuerzo, Girardi se allanó a no seguir ahondando las críticas, lo mismo que Quintana, lo que permitió a Blanco comentar en el almuerzo previo a la votación en la Sala: “Estamos listos”.

Si bien todos los aplausos se los ha llevado la ministra de Justicia, el despliegue final que hizo el Gobierno y el oficialismo en conjunto no fue menor. En paralelo a las intensas gestiones de Blanco, varios ministros aportaron ayer nuevamente con llamadas telefónicas y conversaciones en los pasillos del Congreso para amarrar los votos y no llevarse sorpresas de último minuto.

El ministro del Interior, Jorge Burgos, no llegó a la sesión de la comisión, lo que sí hizo la semana pasada con Rajevic, sentándose a su lado incluso desde el principio de su exposición. Ayer apareció más tarde en el Senado, incluso ironizó, al llegar, con que ya había quedado de manifiesto que él no era bueno para contar votos. Llegaba de Santiago, de su oficina en La Moneda, desde la que hizo varias gestiones telefónicas con parlamentarios de derecha para reforzar los apoyos comprometidos.

Si bien algunos asesores de Burgos han intentado darle un protagonismo mayor y hacer ver una cierta tensión con Blanco, entre los que realmente conocen al ministro aseguran que dicha molestia no existe, que el ministro del Interior tuvo claro desde el minuto uno que la designación del Fiscal Nacional era un tema del ámbito de acción de su par de Justicia, que a ella le correspondía esa tarea y que, a la luz de los resultados, lo hizo mejor aun de lo esperado.

[cita] Las alabanzas para Blanco abundaron en Palacio. Sabida es su cercanía con Bachelet, el respaldo que tiene de la Mandataria, la que la ungió especialmente para liderar las gestiones, pero en el Gobierno reconocieron ayer que, con la habilidad que demostró en esta compleja negociación y los logros que obtuvo, sus bonos políticos subieron hasta las nubes.[/cita]

El ministro de Defensa, José Antonio Gómez, durante el martes y ayer también se sumó al despliegue en el Congreso, ambos días tuvo varias conversaciones con senadores de oposición, donde tiene buenas relaciones, y del oficialismo, considerando que maneja los códigos del Senado, ya que muchos fueron sus compañeros de escaño. En su reunión con Girardi le informó los avances de un viaje relacionado con la Comisión de Futuro que impulsa el senador y ahí aprovechó de conversar sobre la postura del PPD en torno al Fiscal Nacional.

El lenguaje parlamentario es algo que igualmente entiende el ministro vocero, Marcelo Díaz, quien también ayer estuvo toda la jornada conversando con senadores para repasar los votos amarrados. De hecho, el ministro almorzó en el piso 15 de la Corporación con los senadores Girardi y Quintana, ambos clave en la rebelión desatada en el oficialismo contra el nombre de Abbott.

Tampoco pasaron inadvertidas las veces en que el diputado socialista Osvaldo Andrade, conocido por su experiencia negociadora, fue ayer, durante el día, al Senado. En la mañana entró a la comisión donde exponía Abbott para hablar al oído a la Presidenta del PS, Isabel Allende, gesto que repitió inmediatamente después con De Urresti y en las hora siguientes fue en otras dos ocasiones a la Cámara Alta, para conversar, uno a uno, con distintos senadores.

Más allá de las sonrisas inevitables en el Gobierno por haber sorteado exitosamente un episodio que pudo terminar bastante mal para Bachelet, la lectura que se hizo ayer en La Moneda apuntó primero a que efectivamente se evitó pagar un costo político a la Mandataria, la que había hecho suya la candidatura de Abbott al elegir un nombre distinto al preferido por los parlamentarios y anunciarlo ella misma en el marco de una gira internacional.

En Palacio también se anotó como una importante ganancia el que se evitara cristalizar tan anticipadamente un clima de polarización radical con la derecha, más propio de los años de campañas electorales.

Obviamente, las alabanzas para Blanco abundaron en Palacio. Sabida es su cercanía con Bachelet, el respaldo que tiene de la Mandataria, la que la ungió especialmente para liderar las gestiones, pero en el Gobierno reconocieron ayer que, con la habilidad que demostró en esta compleja negociación y los logros que obtuvo, sus bonos políticos subieron hasta las nubes.

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