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Sebastián Dávalos: el flanco más sensible de Bachelet sigue abierto Duras columnas de Max Colodro y Carlos Peña

Sebastián Dávalos: el flanco más sensible de Bachelet sigue abierto

“La Nueva Mayoría y el gobierno de su madre están, por razones obvias, más preocupados de asegurar el secreto y la impunidad en el caso de la precampaña presidencial, que de protegerlo a él de las esquirlas del entuerto judicial en el que se ha visto envuelto junto a su esposa”, explica Colodro.


Sebastián Dávalos está demostrando, con sus actuaciones y dichos, que es el flanco más sensible de Michelle Bachelet y que aún sigue abierto, ya que al estar involucrado en el caso Caval no ha cesado en mantener vigente el tema, siendo lo último el misil disparado contra el ex ministro Rodrigo Peñailillo y miembros del PPD a quienes acusa de ser los articuladores de un “complot” para encubrir el caso SQM que compromete el financiamiento de precampaña presidencial de la propia mandataria.

Así lo estiman dos columnistas de medios nacionales como el analista político Max Colodro y el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, quienes en sus respectivos medios realizan un duro análisis sobre el hijo de la Presidenta Bachelet y su declaración ante la fiscalía, coincidiendo que este caso, iniciado en febrero pasado, continuará afectando a la jefa de Estado por mucho tiempo más.

En La Tercera, Colodro asegura que “Dávalos decidió hacer uso de su última declaración ante el fiscal Toledo para notificar que se siente inocente de las irregularidades que se le imputan; que él no sería responsable, sino, más bien, víctima de una ‘operación política’ fraguada por el ex ministro Peñailillo y sus amigos del PPD, cuyo objetivo no habría sido otro que usar a Caval para encubrir las aristas del caso SQM que comprometen el financiamiento de la precampaña presidencial de la propia Michelle Bachelet”.

En ese sentido, explica que “las eventuales irregularidades e ilícitos asociados a Caval sean una coartada inventada por el ex ministro Peñailillo para encubrir las turbiedades de la precampaña parece a todas luces inverosímil; pero que Dávalos esté expuesto a los fragores de una investigación penal pública mientras el ex titular de Interior goza de una aparente red de protección destinada a asegurarle su impunidad, no parece igualmente absurdo”.

Sin embargo, el analista político señala que “en rigor, es efectivo que la investigación sobre la precampaña de Bachelet desapareció del mapa como por arte de magia; que Rodrigo Peñailillo trabaja hoy en Flacso gracias a personeros vinculados al oficialismo, y que no ha tenido la obligación de responder ante el requerimiento de los fiscales, como sí lo ha hecho el hijo de la Presidenta”.

En esa línea, asegura que Dávalos vino a confirmar que la “Nueva Mayoría y el gobierno de su madre están, por razones obvias, más preocupados de asegurar el secreto y la impunidad en el caso de la precampaña presidencial, que de protegerlo a él de las esquirlas del entuerto judicial en el que se ha visto envuelto junto a su esposa”.

Y agrega que lo expresado por el hijo de la mandataria es consistente con las evidencias que se observan al final de 2015, como “el círculo de protección a Bachelet y su ex ministro del Interior ha sido reafirmado por una espiral de silencio que compromete no sólo a personeros del gobierno y el oficialismo, sino que se extiende también al propio Julio Ponce Lerou, cuya empresa ha estado durante meses en el centro de una tormenta política, pero que curiosamente no ha sido criticado ni interpelado por un sólo personero de la centroizquierda y, menos aún, citado a declarar en el contexto de las investigaciones en curso”.

En tanto, el rector de la UDP en su particular estilo sostiene que Dávalos inauguró el año y se encargó de cerrarlo, preguntándose “¿Qué cosa —exceptuada la simple estupidez o una extraña versión de un complejo de Edipo irresuelto— puede explicar la conducta del hijo de la Presidenta?”.

Ante esta interrogante, Peña da cuenta que una respuesta se encontraría en la difícil relación que existe entre los sentimientos y la política, señalando que “en las sociedades tradicionales el liderazgo es hereditario (se hereda por la sangre o por la costumbre), en las sociedades modernas está entregado a la competencia (y se gana en la refriega del proceso político). Mientras en las sociedades tradicionales el poder es un asunto de linaje, en las sociedades modernas es una cuestión de individualidad. En el caso de Sebastián Dávalos ese principio fundamental se abandonó”.

“La posición que él alcanzó al interior del círculo presidencial nada tenía que ver con su desempeño o con su talento. El lugar que él poseyó en el aparato del Estado fue el simple, y fortuito, fruto de una cuestión de parentesco. En otras palabras, fueron los afectos, buenos y malos, los que motivaron su presencia allí. Y cuando una persona accede al poder fundada en una característica meramente adscrita, es muy fácil que se deslice hacia la irresponsabilidad. Después de todo, la responsabilidad descansa sobre la idea de que cada uno es hijo de sus obras y no simplemente hijo. Y si a alguien se le confiere algo solo por ser hijo, ¿qué tiene de raro que no sea capaz de comprender que su conducta se examine y se evalúe?”, sostiene.

El académico explica que no hay que entrañarse de la actitud de Dávalos con la que está cerrando el 2015, puesto que en este caso lo más importante “no es propiamente la conducta que el hijo de la Presidenta ha tenido, sino lo que ese caso muestra y pone de manifiesto. Y es que el vínculo entre Sebastián Dávalos y la Presidenta, fundado en el amor filial hasta expresarse en una posición de poder, no es muy distinto al vínculo que inicialmente trazó la Mandataria entre ella y el público: un amor de transferencia que también culminó en una posición de poder”.

“Una de las características del liderazgo de la Presidenta —se ha subrayado infinidad de veces— fue su capacidad para establecer intimidad a distancia, esa notable habilidad para trazar vínculos, a veces casi maternales, con las audiencias y con las personas. Es como si ella hubiera tenido la capacidad de expandir su subjetividad hasta rozar con ella a quienes no la conocen. Pero, como es obvio, ese rasgo de la Presidenta era simplemente transferencial: las audiencias veían y proyectaban en ella lo que anhelaban. Lo que se vio en el segundo semestre fue la ruptura de ese lazo transferencial y el permanente esfuerzo de la Presidenta por reconstituirlo”.

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