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El piñerismo y el laguismo en ruta de colisión con proyecto de elección directa de intendentes Gobierno apuesta a sacar al pizarrón a Nueva Mayoría para evitar rechazo de agenda de descentralización

El piñerismo y el laguismo en ruta de colisión con proyecto de elección directa de intendentes

Si Piñera gana el próximo año y vuelve a La Moneda en marzo del 2018, como mínimo 7 de los 15 intendentes con los que tendría que convivir serían de oposición. No se trata solo de los gallitos de poder propios que puedan darse con una autoridad regional que no comulgue con el Gobierno de turno, sino que –agregaron– consideran un riesgo mayor someterlo a ese escenario, si se toma en cuenta que la Nueva Mayoría “fue bastante irrespetuosa con Piñera” en los primeros cuatro años de su mandato, lo que ahora se multiplicaría con autoridades regionales empoderadas por votos y recursos. “Sería como tener 7 Osvaldo Andrade en todo el país”, sentenció un dirigente de la Alianza.  


En el año y medio que lleva el proyecto en trámite en el Senado, nadie sopesó hasta ahora los múltiples factores que están en juego tras la aprobación de la elección directa de intendentes, agendas políticas que tanto en la derecha como en el oficialismo están poniendo en tela de juicio la iniciativa que impulsa la administración bacheletista, que tiene los días contados para poder cumplir la promesa presidencial de implementar, por primera vez, este mecanismo en noviembre del 2017. Un gallito que está inevitablemente atravesado por el anticipado despliegue de los candidatos presidenciales, Ricardo Lagos Escobar, Alejandro Guillier y Sebastián Piñera, los que influyen en la forma en que sus respectivos sectores están enfrentando este debate parlamentario.

Este miércoles la comisión de Gobierno Regional del Senado debe votar el informe sobre el proyecto de elección directa de gobernadores regionales, como pasarían a llamarse las nuevas autoridades que reemplazarán la figura del Intendente como el máximo representante del Presidente de la República en cada región, designados directamente por este y que gozan de su exclusiva confianza. Los cálculos en el Congreso apuntan a que el proyecto debería ser aprobado por tres votos (Carlos Bianchi, Andrés Zaldívar y Rabindranath Quinteros) contra dos (Ena von Baer y Alberto Espina) para pasar a discusión en Sala la próxima semana.

Sin embargo, en La Moneda hay preocupación e incertidumbre porque, hasta ahora, no está asegurado el quórum de 3/5 (22 votos) que necesita la iniciativa para ser aprobada en la Sala. El justificado nerviosismo está unido al complejo escenario en que se encuentra la administración bacheletista, que con solo un 15% de apoyo en las encuestas hace bastante difícil –reconoció una autoridad de Palacio– para el Gobierno tener peso político y espacio de maniobra en pos de alinear a las huestes parlamentarias de la Nueva Mayoría.

Tanto el lunes en Palacio como ayer en el Congreso –a través de los ministros de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre, y Segegob, Marcelo Díaz– el Ejecutivo ha desplegado intensas gestiones para buscar apoyos, con numerosas reuniones de ministros del comité político con los jefes de las bancadas de diputados y senadores, sin lograr imponerse políticamente y amarrar los votos necesarios.

A pesar de lo anterior, en La Moneda aseguran que irán “hasta el final” con este proyecto, entre sus autoridades e inquilinos aún hay un resto de optimismo y confiesan que la apuesta está en una última carta bajo la manga, la de “sacar al pizarrón” a los parlamentarios de la Nueva Mayoría, ejercer presión pública, que cada parlamentario que está en contra se vea obligado a rendir cuenta, que quede en evidencia quiénes rechazan una iniciativa que cuenta con un alto respaldo ciudadano, especialmente en regiones, según sondeos de Palacio y la última encuesta realizada por el PNUD, que arrojó un 81% de apoyo. “Es difícil que logren resistir una votación en directo de este tema y que todo el mundo vea cómo rechazan este proyecto”, aseguró un alto asesor gubernamental.

En el Gobierno observan distintas motivaciones tras las variadas declaraciones públicas que cuestionan el proyecto por la propuesta de que las autoridades regionales sean elegidas con un umbral del 40% de los votos y con balotaje, por la falta de profundidad que persiste en el traspaso de competencias a los gobernadores regionales y las visiones doctrinarias sobre cómo debe implementarse una real descentralización. La principal, afirmaron en La Moneda, es el temor de muchos parlamentarios, de todos los sectores, de perder su poder e influencia en las regiones que representan ante la incorporación de una nueva figura política, que también será elegida en las urnas y que contará con recursos a su disposición.

Quien se arrepiente…

El 18 de agosto se realizó en La Moneda una larga reunión de trabajo que convocó a parlamentarios, presidentes de partidos y ministros, donde se discutió in extenso sobre descentralización, como ítem legislativo clave para este segundo semestre y del cual la elección directa de intendentes es la pieza fundamental. Ante la falta de consenso, en esa cita el oficialismo cedió en su aspiración mayoritaria de establecer un umbral del 50% para la elección y apoyó que el Gobierno negociara con los sectores de la derecha que condicionaban su apoyo a establecer un 40%.

Cuando salieron esa noche de la larga reunión, todos hablaban en privado que con eso se había despejado el panorama, que la tramitación no pasaba de septiembre, que el proyecto se iba por un tubo y, aunque no comulgaran con lo que iba a consensuar el Gobierno, lo respaldarían.

El problema de La Moneda es que, en la mitad del camino, en la derecha cambiaron de opinión. Dirigentes de la Alianza explicaron que en su sector también pesa, entre varios de sus parlamentarios, el miedo a perder la cuota de poder regional que hoy ostentan, por lo que sencillamente no comulgan con la idea de la elección directa, pero añadieron que también otros –bajo el alero del Instituto Libertad y Desarrollo– tienen un rechazo doctrinario por considerar que este tipo de iniciativas son semilla de cierta anarquía y que, en el fondo, ponen en tela de juicio la concepción de Estado unitario en que se sustenta el sistema chileno, al tiempo que existe otro grupo que considera que la verdadera descentralización no pasa por la elección directa de intendentes, sino por un fortalecimiento de los municipios.

Pero los mismos dirigentes de la Alianza reconocen que el factor principal para el cambio de opinión en el sector fue que en el seno del piñerismo cayeron en cuenta de que, si se aprueba ahora el proyecto, a tiempo para implementarlo el próximo año, es altamente probable que sea el ex Mandatario el que tenga que hacerse cargo de “lidiar con el debut” de los gobernadores regionales elegidos democráticamente, algo que se consideró un problema innecesario de asumir.

[cita tipo=»destaque»]Es sabido que Lagos Escobar tiene otra mirada de descentralización, que apunta a la creación de macrorregiones, aunque en el círculo del ex Mandatario aclaran que sí es partidario de la elección directa de intendentes, pero con un umbral del 50%, con una mayor transferencia de facultades a las autoridades regionales y que uno de sus temores respecto del debate actual es que esté presionado por llevar el amén a las encuestas, sin considerar detenidamente las consecuencias, como pasó con el voto voluntario, en relación con el cual no son pocos los arrepentidos.[/cita]

Desde RN afirmaron que se hicieron cálculos electorales y se concluyó que, si Piñera gana el próximo año y vuelve a La Moneda en marzo del 2018, como mínimo 7 de los 15 intendentes con los que tendría que convivir serían de oposición. No se trata solo de los gallitos de poder propios que puedan darse con una autoridad regional que no comulgue con el Gobierno de turno, sino que –agregaron– consideran un riesgo mayor someterlo a ese escenario, si se toma en cuenta que la Nueva Mayoría “fue bastante irrespetuosa con Piñera” en los primeros cuatro años de su mandato, lo que ahora se multiplicaría con autoridades regionales empoderadas por votos y recursos. “Sería como tener 7 Osvaldo Andrade en todo el país”, sentenció un dirigente de la Alianza.

En La Moneda confiesan que nunca consideraron el apoyo de los parlamentarios de derecha que tienen reparos doctrinarios, porque con ellos sucede lo mismo que en el pasado con otros temas clave, como la eliminación del binominal o los senadores designados: siempre van a buscar un reparo para justificar la negativa, que, en este caso, es qué tipo de facultades se les van a traspasar efectivamente a los gobernadores regionales. Inquilinos de Palacio confesaron que el problema real se generó con el giro del otro sector de la derecha: “Se había logrado un acuerdo con ellos y se arrepintieron”, reconoció una autoridad.

A la sombra del padre…   

Más complejo aún es el panorama en la propia Nueva Mayoría, sector donde ayer confesaban, en el Congreso, que «no están las voluntades para votar la ley, porque lo que se espera es que se desplace, que no se apruebe en este Gobierno” y que los senadores están dilatando, porque son ellos los que “prácticamente ponen a los intendentes y eso es una pérdida de poder”. Además, hay muchos parlamentarios que encuentran que el proyecto es malo, no les gusta cómo La Moneda ha trabajado el tema y reclaman que la Ley Orgánica Constitucional con el traspaso de facultades debió haber estado lista hace rato para despejar todo tipo de dudas.

Pero la principal tensión que debe sortear La Moneda, a pesar de que ha tratado de esquivarla por todas las formas, es la de la carrera presidencial desatada entre Lagos Escobar y Guillier, quienes en este tema se ubican en veredas contrarias, con opiniones contrapuestas y generando distintos alineamientos a la luz de sus liderazgos.

Por un lado, el senador por Antofagasta ha liderado el apoyo a la elección directa de intendentes, no ha escatimado esfuerzos ni declaraciones para presionar al oficialismo en pos de respaldar la iniciativa y alineó a un variopinto stock de los senadores de regiones, como Carlos Bianchi, Antonio Horvath, Lily Pérez y Francisco Chahuán.

“Esta es una reforma sumamente estratégica, te cambia la conformación del Estado chileno, de un Estado unitario centralizado a uno descentralizado, te cambia todos los fundamentos del orden político institucionales y hay quienes tienen temor porque hay quienes dicen que las regiones no tienen capacidad de gobernarse”, señaló Guillier ayer a El Mostrador.

Para el senador “lo que le pasa a la NM es que no tiene claridad política de avanzar hacia la descentralización. Dentro de la propia Moneda, me consta que la propia Presidenta y el subsecretario del Interior (Mahmud Aleuy) han impulsado la descentralización con toda su fuerza, pero no ha habido convicción en muchos ministros clave (…) hay gente que no le gusta el proyecto de Chile descentralizado”.

Sin embargo, al igual que lo que se piensa en Palacio con la estrategia del pizarrón, Guillier cree el oficialismo se va a alinear por el peso y costo que implicará para los parlamentarios “decir que no a un proyecto emblemático de Michelle Bachelet, que está en el plan de Gobierno de la Nueva Mayoría. Que vayan los senadores a explicar a sus regiones, se les va a hacer muy difícil”.

Es sabido que Lagos Escobar tiene otra mirada de descentralización, que apunta a la creación de macrorregiones, aunque en el círculo del ex Mandatario aclaran que sí es partidario de la elección directa de intendentes, pero con un umbral del 50%, con una mayor transferencia de facultades a las autoridades regionales y que uno de sus temores respecto del debate actual es que esté presionado por llevar el amén a las encuestas, sin considerar detenidamente las consecuencias, como pasó con el voto voluntario, en relación con el cual no son pocos los arrepentidos.

Algo de eso dejó ver el ex Presidente el lunes en una actividad en terreno: «Creo que hay que hacer un debate serio sobre descentralización, el tema es más profundo (…). Me habría gustado, sin embargo, algo más amplio. Comenzar por decir cuáles deberían ser las regiones, porque si ustedes lo piensan bien, las regiones que hoy tenemos nacieron el año 78, en dictadura, cuando había una situación vecinal compleja y, por lo tanto, las regiones actuales obedecen más a razones geopolíticas».

Su crítica a la iniciativa en Palacio no es considerada como una intervención, pero sí una sombra que ha influido en un sector de la Nueva Mayoría. No por nada, senadores que públicamente son reconocidos laguistas se han declarado contrarios al proyecto, desde los PPD Ricardo Lagos Weber y Felipe Harboe especialmente, pasando por Eugenio Tuma o los PS Carlos Montes y Fulvio Rossi.

Si bien se ha insinuado estos días que el ex gobernante se ha contactado con diversos parlamentarios para conversar del tema, en el propio laguismo agregaron que no se puede desconocer que en la ronda de conversaciones que ha tenido el ex Presidente el último mes con numerosas figuras de la Nueva Mayoría, no se pusiera el tema sobre la mesa ni expusiera sus puntos de vista. “Cuando se reúnen no van a tomar cafecito con él”, explicaron.

Hay parlamentarios de la Nueva Mayoría que consideran que el despliegue de Lagos Weber, Harboe y Montes es un reflejo claro de la postura del laguismo en el Senado en este tema y que, a través de ellos, se influencia al resto.

No solo en el Congreso. No pasó inadvertida la declaración que ayer dio el ex ministro del Interior, Jorge Burgos, laguista de tomo y lomo: “Si yo fuera parlamentario, la votaría en contra en las comisiones (…) tampoco votaría la parte eleccionaria mientras no esté definido el esquema de cómo será el financiamiento de los gobiernos regionales y las competencias. Debería estar lista esa ley y estamos empezando –como suele ocurrir en este país– por la cabeza y no por los pies”.

Hasta ahora, tanto Lagos como Guillier han evitado la confrontación directa y frontal, una decisión que en el entorno del senador se confirmó que fue tomada durante estos días, precisamente para no irse en contra abiertamente del ex Mandatario. Mal que mal, el parlamentario también es un conocido laguista.

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