La “plataforma” de la que habla Allamand debe tener necesariamente un denominador común cuyas líneas y acciones programáticas sintonicen con los partidos y movimientos que dan forma a la derecha política. De ahí que, por ejemplo, sea fundamental “congelar” las “banderas” más disruptivas en la “agenda valórica”. Esto con independencia, por cierto, de que cada partido o movimiento pueda –conforme a sus principios- liderarlos autónomamente en uno u otro sentido. Este “pacto de no agresión” permitirá poner el foco en lo común y no en las diferencias.
Hace poco más de un mes, Andrés Allamand publicó su último libro titulado La Salida: cómo derrotar a la Nueva Mayoría en 2017. Éste se divide en tres partes. La primera contiene un agudo análisis de la derecha política, con especial énfasis en el gobierno del ex Presidente Sebastián Piñera. La segunda en tanto, y como era de esperar, realiza una ácida crítica a la Nueva Mayoría. Por último, la tercera parte apunta a lo que debe hacer la actual oposición para volver al poder.
Es loable el esfuerzo del autor por darle una mirada política a los errores y los aciertos del pasado en su conjunto, para luego -a partir de un diagnóstico claro- buscar una solución a la problemática en que se encuentra hoy en día la centroderecha y el país, asumiendo que esta última es vital para la estabilidad de Chile.
En la primera parte del libro —probablemente la mejor lograda—, llamada “puertas adentro”, Allamand le da en el clavo a uno de los principales problemas de la derecha. Es lo que él llama “la falla geológica”. En efecto, lo que hace el autor es explicar el “divorcio profundo” que existe hoy entre los intelectuales, los partidos políticos y la ciudadanía; interconexión imprescindible para un proceso político exitoso. Los tres actores relevantes del sector se encontrarían en compartimentos estancos, lo que haría que las “placas” no se desplacen y provoquen la “falla geológica” de la oposición. Consecuencia de lo anterior es la gran “brecha entre el mundo intelectual de la derecha con la política activa” lo que ha provocado un “círculo vicioso” que terminaría afectándola gravemente. Los intelectuales muchas veces desprecian la política activa y los políticos, casi siempre, desprecian a los intelectuales. Corregir este déficit es uno de los principales desafíos de los años venideros.
Otra arista positiva de la primera parte del libro guarda relación con la crítica a la visión “economicoide” de la sociedad -supeditar la política a la economía-; al “cosismo”; y al “gestionismo”. Para Allamand, todas renuncian, de uno u otro modo, a la esencia de la política. Todo ello está absolutamente vinculado con la “falla geológica” de la centroderecha. En esa línea, su opción por rehabilitar el concepto de subsidariedad en su faz activa; la incorporación de la solidaridad, la idea de justicia y la necesidad de asumir la desigualdad como un problema político, hacen tremendamente positivo el aporte de Allamand en la primera parte.
En la segunda parte del libro, titulada “Chile sin patines”, el autor descuera a la Nueva Mayoría por su afán “refundacional”; la mediocridad existente en sus políticas; el excesivo e infundado favoritismo por lo “Estatal”; el nivelar hacia abajo; la renegación del pasado Concertacionista. Muchos de esos problemas se explican por el “gigantesco malentendido” en el que, citando a Carlos Peña, se habría situado el diagnóstico de la Presidenta Bachelet, asumiendo erróneamente una supuesta incomodidad radical con el libre mercado, cuestión que no sería real.
En su tercera parte, Allamand expone “La Salida” propiamente tal. Ahí afirma que la centroderecha “tiene que, al margen de sus otras tareas, potenciar una plataforma política amplia, impulsar un relato, dejar de mirarse el ombligo, separar aguas con ideas y prácticas que la han perjudicado de forma grave y volver con fuerzas a las canchas abandonadas”. Dado el cambio al sistema binominal, el autor sostiene, con buenos argumentos, que en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias habrán “cuatro esquinas”: una integrada por el PRO, Revolución Democrática, el MAS y la Izquierda Autónoma, entre otros; un segundo espacio o “esquina” integrado por la Nueva Mayoría”; una tercera esquina en donde se sitúan los nostálgicos de la Concertación y los descolgados de la centroderecha como Amplitud; y una cuarta esquina donde se sitúa, ahora sí, la derecha política. Todo lo anterior en base a una “plataforma ideológica y programática amplia”, siguiendo el ejemplo de Macri en Argentina, a partir de 8 aspectos esenciales: crecimiento y empleo; delincuencia; salud pública; transporte público; paz social en La Araucanía; educación; preocupación por las PYMES; y prioridad en los niños.
Pese a todo lo anterior, hay tres aspectos del libro que cubren con un manto de duda “La Salida” que propone Allamand. En primer lugar, él sostiene que el alineamiento “democracia vs dictadura” y “Concertación vs Alianza” que ha imperado en la sociedad desde el año 1988, está casi desvanecido. Ahora, será entre “partidarios y detractores del contenido de la transición de Chile” y ese sería “el alineamiento político grueso que marcará las próximas décadas de la política”. Sin embargo, el análisis realizado por Allamand pareciera ser incompleto, pues cada vez se está evidenciando con más fuerza un nuevo eje divisorio. Nos referimos a los (mal) llamados “temas valóricos”. Cuestiones como la legalización de la marihuana; el matrimonio y la adopción de hijos por parte de parejas del mismo sexo; el aborto y la eutanasia, entre otros, también serán “divisores de agua” que marcarán la línea política en los próximos años, por lo que ignorarlo sería un grave error.
En segundo lugar, y ligado con lo anterior, el autor ve estos “temas valóricos” como un aspecto meramente personal, relativo y no constitutivo de una identidad de centroderecha, debiendo esta abrirse a aceptar “grados mucho mayores de diversidad y tolerancia, de los que hasta ahora se ha permitido asimismo”. Habría que entrar a precisar qué significa esa diversidad y apertura, pero lo que no advierte Allamand, es que, precisamente por esa apertura, que en términos prácticos implica promocionar una determinada mirada de sociedad, no poca gente (incluyendo nuevos movimientos y partidos) podrían terminar no apoyando esta “plataforma política amplia” difuminándose cualquier opción de volver a La Moneda en 2017. Y es que lo que lo que está en juego, cuando hablamos de los “temas valóricos”, son visiones relativas a la relación entre política y moral, la dignidad humana y otros asuntos decisivos a la hora de dirimir el voto, y no por casualidad, sino por los efectos políticos y sociales que ellos conllevan.
En tercer lugar, y quizás lo que resulta más complejo, es el excesivo pragmatismo con que el autor valora a la Concertación y los años de la transición, sin separar la paja del trigo. Esto puede ser comprensible dado el ánimo refundacional de la Nueva Mayoría, pero no deja de llamar la atención que –con o sin pretenderlo- esta nueva “plataforma política amplia” se asemeje más a una “Concertación 2.0” que a un Gobierno liderado por la actual oposición.
En otras palabras, la “plataforma” de la que habla Allamand debe tener necesariamente un denominador común cuyas líneas y acciones programáticas sintonicen con los partidos y movimientos que dan forma a la derecha política. De ahí que, por ejemplo, sea fundamental “congelar” las “banderas” más disruptivas en la “agenda valórica”. Esto con independencia, por cierto, de que cada partido o movimiento pueda –conforme a sus principios- liderarlos autónomamente en uno u otro sentido. Este “pacto de no agresión” permitirá poner el foco en lo común y no en las diferencias. ¿Se acepta al que piensa distinto? Absolutamente, pero esas diferencias no pueden ser lo que mueva a esa “plataforma” sino, precisamente, sus coincidencias. ¿Quién no cabe en esta nueva “plataforma”? El que esté en contra de alguno de los puntos de unión. Por ejemplo, alguien que no comparta que la paz social en La Araucanía sólo es posible mediante los medios establecidos en el Estado de Derecho. Claramente, esa persona o movimiento no tendría nada que hacer en esta “plataforma política y amplia” que se propone.
Asimismo, si bien se esbozan 8 aspectos esenciales comunes, ya mencionados, considero que la nueva “plataforma” deber tener un elemento adicional, una especial preocupación por el respeto, fortalecimiento y protección de las familias chilenas, de los hogares reales que dan forma a nuestra sociedad.
El vínculo padre-hijo cada vez es más débil. El ausentismo paterno es un mal social a combatir, tanto por el bien de los niños como por el de esas miles de mujeres abandonadas que deben sacar adelante un hogar. Asimismo, el derecho-deber preferente frente al Estado y terceros de educar por parte de los padres a sus hijos se está afectando cada vez más. El actual Gobierno ha sido uno de los principales promotores de esa debilitación. Basta tener en consideración el proyecto de ley presentado por el Ejecutivo que crea el Sistema de Garantías de la niñez, el que permite intervenir y adoptar medidas de protección en contra de los padres por la “falta o insuficiencia en el ejercicio de los deberes de orientación y cuidado” de sus hijos. ¿Hay alguien que sea padre que considere que el cuidado y educación que le da a sus hijos sean suficientes? Lo más probable es que sean muy pocos los que puedan contestar afirmativamente esa pregunta, lo que en la realidad, hace que tengamos al Estado con la posibilidad de meterse en cualquier instancia, y por cualquier razón, en las familias, vulnerando su plena autonomía.
Tomarse en serio los problemas y desafíos de las familias chilenas, unido al pacto de no agresión valórico, podría darle una identidad propia a esta nueva “plataforma”, diferenciándola sustantivamente de una “Concertación 2.0” (que, por lo demás, es lo que de seguro ofrecerán los candidatos presidenciales más moderados del actual oficialismo).
En suma, el libro de Allamand es un muy buen aporte, pero los tres cuestionamientos descritos ponen en tela de juicio los aspectos concretos de “La Salida” que propone el autor. [cita tipo=»destaque»]Es decir, no queda claro si su propuesta es verdaderamente una solución a la problemática que tan bien describe al principio de su libro. Por ello, si estos puntos no se resuelven será muy difícil volver a Gobernar, o lo que es peor, si se llegara al poder, bien podría terminarse gobernando con ideas ajenas. Y eso es cualquier cosa, menos una buena salida.[/cita]
Es decir, no queda claro si su propuesta es verdaderamente una solución a la problemática que tan bien describe al principio de su libro. Por ello, si estos puntos no se resuelven será muy difícil volver a Gobernar, o lo que es peor, si se llegara al poder, bien podría terminarse gobernando con ideas ajenas. Y eso es cualquier cosa, menos una buena salida.