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Experto mundial en nuevos modelos de democracia: “En el actual sistema electoral hay un intento permanente por manipular la voluntad de la gente” James Fishkin fue uno de los expositores del Foro Democracia 2050 organizado por Tribu en alianza con El Mostrador

Experto mundial en nuevos modelos de democracia: “En el actual sistema electoral hay un intento permanente por manipular la voluntad de la gente”

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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El profesor de Ciencias Políticas en Stanford, con doctorados en ciencia política en Yale y filosofía en la Universidad de Cambridge, explicó a El Mostrador que la esfera pública ofrece tantos incentivos para la manipulación, la distorsión y las afirmaciones engañosas que “incluso los robots contribuyen a las noticias falsas, a la plaga de la desinformación, que hoy conocemos como los boots de Twitter y el concepto de posverdad, que se instaló como actor relevante del debate político durante el 2017”.


Los bajos niveles de participación en las elecciones, la crisis de credibilidad de las instituciones y la brecha cada vez más grande que se ha instalado entre la clase política y la ciudadanía son temas que solo en los últimos años han captado la atención del público en Chile, pero que en la práctica llevan mucho más tiempo estudiándose a nivel internacional, porque son parte de la transformación sistemática que atraviesan actualmente todas las democracias en el mundo, proceso en el que las lógicas, formatos y relaciones políticas tradicionales están quedando obsoletos. La discusión sobre qué tipo de democracia se llevará a cabo durante el siglo XXI fue el tema central del Foro Democracia 2050, organizado por la Fundación Tribu en alianza con El Mostrador, y que tuvo entre sus expositores de categoría mundial al académico de la Universidad de Stanford, James Fishkin

“Es evidente que existe una crisis, en prácticamente todas las democracias competitivas, de los partidos políticos (democracia representativa). Hay muy bajas calificaciones de aprobación y descontento con las instituciones establecidas, hay una baja participación incluso para las elecciones nacionales más importantes (…) Parte de la explicación es económica, porque los beneficios del crecimiento están mal distribuidos y muchas personas no están encontrando puestos de trabajo ni aumentos salariales significativos”, explicó Fishkin a El Mostrador, quien es director de Comunicaciones y del Centro de Democracia Deliberativa de Stanford.

Si bien el factor económico es relevante en la evidente desvinculación que se ha instalado entre la clase política y la ciudadanía, Fishkin recalca que a su juicio las causas de ese fenómeno son mucho más profundas. “La gente se está dando cuenta de que el modelo de democracia competitiva, como lo practicamos, no está diseñado para resolver los problemas, sino para ganar elecciones”, y en el contexto de esa necesidad de ganar es que los políticos “por más sinceros y bien motivados” que sean, en su mayoría recurren a incentivos para ganar, como la manipulación, la distorsión, las afirmaciones engañosas y promesas que no se pueden mantener.

En este punto, el académico reiteró el permanente intento por manipular la voluntad de la gente, “incluso los robots contribuyen a las noticias falsas, a la plaga de la desinformación”, lo que conocemos como los boots de Twitter y la llamada posverdad, que se instaló como tema relevante del debate político durante el año 2017.

El efecto directo de esto es que “los candidatos con mayor integridad no pueden ganar porque no hacen esas cosas. Se trata de un incentivo estructural desafortunado”, aunque Fishkin reconoce que “a veces la historia o el azar produce verdaderos líderes que pueden hacer las cosas y que también ayudan al público a llegar a juicios reales sobre sus prioridades”.

Fishkin fue categórico en asegurar que no cuenta con los elementos necesarios para hacer un diagnóstico y juicio responsable sobre la realidad política chilena, pero su análisis calza perfecto con los síntomas que se discuten hoy en el país.

[cita tipo=»destaque»] Consolidar dicha “voluntad del pueblo”, precisó Fishkin, implica un proceso de dos partes: el establecer dónde se forma esa voluntad y las condiciones para que pueda ser “conectada” con la toma de decisiones políticas. “La esfera pública ofrece tantos incentivos para la manipulación y la distracción que las personas raramente se centran en los problemas públicos. ¿Por qué iban a hacerlo? Como votantes individuales están sujetos a lo que los científicos sociales llaman «ignorancia racional», que significa que si tengo un voto entre millones, ¿por qué debo prestar mucha atención a cuestiones políticas complicadas cuando mi voto individual u opinión no tendrá ningún efecto perceptible. Necesito enfocar mi tiempo y esfuerzo donde puedo hacer una diferencia con mi trabajo, con mi familia, etc.”, sentenció.[/cita]

El proceso de pensar cómo la democracia puede recuperar su legitimidad ante los ojos ciudadanos, requiere, a su juicio, necesariamente de “prestar atención a un aspecto que siempre ha sido fundamental en nuestra retórica sobre la democracia, pero casi nunca es central en el diseño de nuestras instituciones: que es conectar la voluntad de las personas con nuestras elecciones públicas”.

Consolidar dicha “voluntad del pueblo”, precisó Fishkin, implica un proceso de dos partes: el establecer dónde se forma esa voluntad y las condiciones para que pueda ser “conectada” con la toma de decisiones políticas. “La esfera pública ofrece tantos incentivos para la manipulación y la distracción que las personas raramente se centran en los problemas públicos. ¿Por qué iban a hacerlo? Como votantes individuales están sujetos a lo que los científicos sociales llaman ‘ignorancia racional’, que significa que si tengo un voto entre millones, ¿por qué debo prestar mucha atención a cuestiones políticas complicadas cuando mi voto individual u opinión no tendrá ningún efecto perceptible? Necesito enfocar mi tiempo y esfuerzo donde puedo hacer una diferencia con mi trabajo, con mi familia, etc.”, sentenció.

Fishkin ha sido profesor de Comunicaciones y de Ciencias Políticas en Stanford, con doctorados en ciencia política Yale y en filosofía en la Universidad de Cambridge. Es uno de los expertos mundiales que se ha abocado a la investigación y desarrollo de la llamada “democracia deliberativa”, aquella que se considera como complemento de la democracia representativa. Se trata de un procedimiento colectivo de toma de decisiones políticas que considere la participación activa de todos los potencialmente involucrados o afectados por dichas decisiones, premisa que está fundamentada en la argumentación y discusión pública de todo tipo de propuestas.

“La democracia deliberativa es una democracia en la que la gente está pensando en el tema, sopesando los argumentos competidores a favor y en contra de una elección de política o de una elección de candidato, y allí ese pensamiento es consecuente”, explicó a El Mostrador. Es de la mano de este concepto que el académico apuesta a una solución para avanzar hacia una democracia más real y eficiente. “Mi solución es llevar a cabo experimentos de democracia deliberativa, donde los juicios considerados del público pueden marcar la diferencia. Ya se han realizado proyectos en 28 países con más de 108 casos, y las muestras aleatorias deliberadas bajo buenas condiciones para llegar a los juicios considerados y sus conclusiones, son a menudo consecuentes en el proceso de la política», afirmó.

Si la democracia representativa se basa en herramientas como las elecciones, los referéndums y las primarias, la democracia deliberativa recurre al microcosmos estadístico. El éxito de esta fórmula está en el convencimiento del académico en que si una persona es “seleccionada para el microcosmos, tiene todas las razones para participar y prestar atención”, porque en ese espacio su “voz importa”. No se trata de reemplazar la democracia por encuestas, agregó, sino de considerar la deliberación de los ciudadanos comunes y corrientes como un complemento relevante.

Buena parte de esta experiencia será recogida en el nuevo libro que Fishkin publicará este año, en el que se registran las experiencias realizadas en Estados Unidos, Japón, Mongolia y Bulgaria.

En este proceso de deliberación hay elementos importantes a considerar, como el papel que ha cumplido y debería ejercer la tecnología. “Fomenta la conversación aún más entre los que tienen la misma mentalidad, pero la deliberación requiere que la gente escuche el otro lado”, dijo Fishkin, quien el lunes 15 de enero expuso sobre opinión pública en el marco del Congreso del Futuro.

En el caso de las encuestas, actualmente en tela de juicio en muchos países, deben sortear la creciente volatilidad que hay en la ciudadanía, cuya explicación estaría –según Fishkin– en que a “la gente nunca le gusta decir que no saben, por lo que prefieren elegir una respuesta casi al azar en lugar de admitir que no han pensado en un cierto problema”.

El académico insiste en que las buenas encuestas miden con precisión a la opinión pública tal como es y que ayuda a la democracia a saber “lo que la gente pensaría sí pensara sobre un tema puntual si está bajo las mejores condiciones prácticas para efectivamente pensarlo; eso es lo que se entiende por votación deliberativa”, puntualiza.

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