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La fórmula «K» de Van Rysselberghe para continuar en el poder del gremialismo PAÍS

La fórmula «K» de Van Rysselberghe para continuar en el poder del gremialismo

Hernán Leighton
Por : Hernán Leighton Periodista de El Mostrador
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La elección de este sábado no es cualquiera para el gremialismo, pues –según entienden desde los dos bandos en disputa– se juega el futuro tanto de la marca del partido como de su capacidad de sobrevivir en medio de una crisis de identidad del sector, en el contexto de su posibilidad más cercana de llegar a La Moneda con un candidato propio y donde la defensa de su Alma Mater, la Constitución de 1980, deberá ser estratégica. En este entendido, el diseño de la actual directiva fue tirar toda la carne a la parrilla y replicar la fórmula «K» argentina, ante la imposibilidad de poder reelegirse. Y como maneja la maquinaria partidista, la senadora Jacqueline van Rysselberghe fue instalada como vicepresidenta en la lista de continuidad.


De fondo no hay grandes distinciones y, a diferencia de elecciones pasadas, una vez conformadas las listas, la campaña para la elección interna de la UDI de este sábado se ha jugado con guante blanco, pues ninguno de los dos postulantes, Víctor Pérez y Javier Macaya, genera demasiada animadversión, como sí lo hacen sus vicepresidentes: la actual timonel Jacqueline van Rysselberghe y la diputada María José Hoffmann. Pero sí existe un factor divisorio transversal: la desconfianza entre unos y otros luego de un período marcado por la “guerra fría” interna, y con uno de los años electorales más complejos desde el retorno de la democracia. A ello se suma la posibilidad más concreta, desde las presidenciales de 1999, de lograr finalmente dirigir La Moneda.

Al igual como ocurrió en Argentina, una vez que el actual presidente Alberto Fernández presentó su lista y que traía la gran sorpresa de que la exmandataria Cristina Fernández era parte de la fórmula, la líder gremialista también apostó por el mismo diseño, luego de verse imposibilitada de repostular por segunda vez, debido a la nueva Ley de Partidos Políticos. Las dudas en la disidencia apuntan a cuánto puede o no influir su presencia y, al igual que en el vecino país, los comentarios respecto a cuál será su real poder ya corren en algunos pasillos, “guardando siempre las proporciones –explicaron– entre un caudillo nacional, como Fernández, y una líder de partido».

Mientras en la lista oficialista apelan a la experiencia, desde la disidencia lo hacen a una nueva forma de hacer política, “más en sintonía con el siglo XXI”, y a un cambio de imagen para lo que acusan como una vapuleada marca del partido ante la ciudadanía.

Silva, el líder en las sombras

Hay quienes estiman que esta es la tercera oportunidad del sector que representa los intereses del exdiputado Ernesto Silva, mano derecha del alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, y líder en las sombras de la lista disidente, quien, junto con el denominado equipo UDD –que incluye al analista Gonzalo Müller y, desde más atrás, al propio jefe de asesores del segundo piso de La Moneda, Cristián Larroulet–, buscarían retomar el poder al interior del gremialismo, que les ha sido esquivo durante demasiado tiempo.

Esa búsqueda ya había sido encaminada con el exdiputado Jaime Bellolio, ocasión en la que fueron vencidos por la actual presidenta, Jacqueline van Rysselberghe, con un contundente 62,4% de los votos a favor de la senadora. Y en la última reyerta, que contempló al nuevamente retador Javier Macaya. En aquella ocasión la diferencia fue más estrecha, 51.57% a favor de la senadora versus el 48,53%, lo que terminó por marcar un quiebre interno, y puso a dos bandos a la par durante la última gestión: por un lado, un sector de la bancada de diputados y, por otro, la directiva.

De esta manera, mañana sábado se transformará en una lucha por imponer ciertas formas de gobierno, en el año político-electoral más complejo para el gremialismo, y donde la opción real es poder ingresar por la puerta ancha de La Moneda, con dos candidatos que marcan en la pole position, como son Joaquín Lavín y Evelyn Matthei.

Pero aunque la oposición no esté dando el ancho en materia de alianzas, la derecha también enfrenta una crisis ideológica en su sector, que se ha materializado en la votación del retiro del 10% de las AFP, ocasión en que sus propios parlamentarios le propinaron una tremenda derrota política al Ejecutivo.

Una de las salidas a esta crisis es la de contener el desborde por la derecha, considerando la fuerza centrífuga del Partido Republicano de José Antonio Kast, y ha estado comandada por la actual directiva. En este sentido, el propio diputado Macaya lo había señalado en entrevista con La Tercera: “No podemos estar peleando por ese 22% que votó Rechazo o estar disputando solo la hegemonía de la derecha más dura con el Partido Republicano”.

Identidad de la UDI

Desde el oficialismo no se hacen problemas de que los tilden como la lista de la continuidad, pues señalan estar seguros que esta es la tesis que conlleva mayor cantidad de adherentes en las bases, y que las veces que se ha tratado de posicionar a la UDI en un sector más liberal, como cuando llevaron al actual vocero de Gobierno, Jaime Bellolio, “las cosas no resultaron bien”. En aquella elección, todos los pesos pesados del partido se movilizaron para impedir su avance, puesto que entendían que ahí se jugaba la identidad de una colectividad que ha logrado ser la más grande del país en representación.

En la disidencia plantearon que es el momento de “arreglar” la marca UDI, la que consideran que estaría por los suelos ante la ciudadanía, y acusan que se debería principalmente a la gestión de la actual presidenta de la tienda. En tal sentido, explicaron que sería tal el desprestigio, que “ningún economista serio” entra a la sede ubicada en avenida Suecia, para no quedar “marcado”. Acusan que aparecer “siempre de último” en las encuestas es demasiado dañino, aunque admiten que ser presidente de la UDI “nunca suma”.

A diferencia de otras ocasiones, el siempre influyente exministro Andrés Chadwick –aseguran de lado y lado– no estaría teniendo un rol activo y esto se debería principalmente al afecto que tiene por los dos competidores: Javier Macaya, quien es reconocido como su ahijado político, y Víctor Pérez, con quien se conocen desde la dictadura. De todas formas, desde el sector de la directiva puntualizaron que, si bien el cariño y cercanía por Macaya es real, Chadwick entendería también lo que se está jugando en el partido: la unidad, la experiencia y el manejo en un momento de decisiones clave.

Oficialismo quiere «desatrincherar» a la UDI

Pero más allá de eslóganes y frases de campaña, desde el oficialismo instalaron  la idea de que lo que va a marcar la diferencia entre uno y otro es la capacidad de “desatrincherar” a una colectividad que ha caminado por dos veredas diferentes. Desde este sector manifestaron tener altos grados de desconfianza respecto de la capacidad unitaria que tiene la disidencia y la necesidad de la misma en el periodo político electoral más complejo desde el retorno a la democracia. Su argumento es la actitud que se habría asumido desde la disidencia durante el último período, con agendas paralelas y resoluciones inconsultas con la directiva.

A eso agregaron que, cuando tuvieron la posibilidad de demostrar lo anterior, en el año 2014, con Ernesto Silva a la cabeza, en medio de la debacle política que significó el caso Penta, “fueron ingenuos” y no fueron capaces de resolver los intereses del partido puestos sobre la mesa.

En este sentido, y luego de haber sido notificada por el Servel de que no podía repostular por segunda vez, la senadora por el Biobío tiró toda la carne a la parrilla con miras a mantener, y no entregar, el poder a una disidencia con la que existen grados de desconfianza mutuos.

Se buscaron listas unitarias, pero no prosperaron, y cuando se supo quién encabezaría la otra lista y apareció el nombre de la jefa de bancada María José Hoffmann, desde la actual mesa directiva se tomaron las cosas más en serio, puesto que al ser la parlamentaria la “bestia negra» de Van Rysselberghe, tenían que evitar a toda costa lo que calificaban no solo como un eventual desmantelamiento de lo “avanzado”, sino que además la posibilidad de que una persona en la que no confían sobre sus capacidades políticas se tomara el partido.

Desde la disidencia, los cuestionamientos al manejo de cuatro años de la exintendenta tampoco son de bajo calibre, enrostrándole el “fracaso” de lo que habría sido su oferta en la última elección interna, y que apostaba a mayores grados de influencia y orden al interior de la tienda. También la acusan de una gestión demasiado “individualista” y de una visión más puramente electoral que de ideas.

El factor Longueira

Ya en el entendido de que no había cómo relacionarse entre unos y otros, el oficialismo no perdió tiempo y se jugó el todo por el todo. Tras la aparición de Pablo Longueira, quien no era precisamente “santo de su devoción”, y comprendiendo que tenía posibilidades reales de competir, se alinearon bajo el concepto de “el enemigo de mi enemiga es mi amigo”.

De esta manera, y luego de que el mismo Longueira le pidiera al exministro del Interior Víctor Pérez que lo sucediera en la lista, esta no dejó cabos sueltos, y la razón de que la senadora sea parte como vicepresidenta tendría dos vertientes. La primera y más imprescindible, es el conocimiento del padrón del partido que ella habría logrado luego de cuatro años al mando del gremialismo. Sumado a eso, el control de una porción no menor, como aseguraron, de la maquinaria partidista, la misma que la llevó a ganar dos veces la presidencia. En todo caso, el liderazgo de la actual timonel se ha desgastado y no existen al interior del gremialismo los «coquistas”.

La segunda vertiente guarda relación con que su núcleo cercano tampoco iba a aguantar una salida “negra” y con tintes de derrota, por lo que la negociación, si bien no fue del todo calma, y habiendo gente que no estaba de acuerdo, terminó con ella siendo parte de esta nueva apuesta por liderar la tienda dos años más.

A ello se suma el trabajo en las sombras de Pablo Longueira, quien se habría desplegado en tres bolsones de votos clave para el partido, y que anteriormente estuvieron del lado de la lista disidente. Se trata de la Región de O’Higgins, dominada por Javier Macaya, y que en la última medición de fuerzas arrasó; San Bernardo, el lugar donde ejerció gran parte de su vida partidista; y Viña del Mar, a través de la alcaldesa Virginia Reginato, la misma que la vez anterior jugó para Macaya, pero que –según relataron conocedores de la estrategia electoral– “si te llama Pablo”, es otra cosa. En aquellos tres espacios, aseguraron algunos, se jugaría la elección para el oficialismo.

A lo anterior se suma el exministro Claudio Alvarado, quien ocupó el escaño de senador dejado por Víctor Pérez, pues el exministro entendía la necesidad de tener a su propio “Segpres” de su lado.

Las encuestas internas hablaban de que si la competencia era entre la diputada Hoffmann y Pablo Longueira, la primera estaba dos puntos por sobre el expresidente del partido, pero ahora que las listas son encabezadas por Víctor Pérez y Javier Macaya, esta se inclinaría por el exjefe de Interior por al menos cinco puntos, según versiones de su círculo cercano.

De todas formas, y con la expectativa de que voten cerca de 10 mil militantes, todos están al tanto que, con el factor pandemia incidiendo en la capacidad de movilización, “el acarreo paga doble en esta pasada”.

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