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Manuel Antonio Garretón: ‘‘Para ser mayoría en el país, el Presidente debe serlo en su coalición’’ PAÍS

Manuel Antonio Garretón: ‘‘Para ser mayoría en el país, el Presidente debe serlo en su coalición’’

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Tras el resultado de la elección del Consejo Constitucional, el sociólogo, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, subraya que hay que partir por disciplinar a la coalición de Gobierno y terminar con “las dos almas”. “Redefinir el programa en términos que sea aceptable para los distintos sectores que lo conforman”, puntualiza. Y añade que “de ahí para adelante es el Presidente el que manda y sin espacio para los díscolos”. Garretón cree que estamos frente a una derechización de la sociedad. Y señala que los electores son un grupo que no vota a no ser que se le obligue, al tiempo que expresan sus preferencias en relación con sus problemas cotidianos –la búsqueda de autoridad, de certeza, de seguridad–, pero no les interesa la política.


A pocos días desde la elección de consejeros constitucionales, cuyos resultados impactaron a todo el país, el sociólogo, politólogo y Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2007), Manuel Antonio Garretón, quien además es director del Laboratorio de Análisis de Coyuntura Social (Lacos) del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, dice que aún no tiene respuestas, que hace falta más tiempo para observar y estudiar cómo se irán acomodando las cosas.

Sin embargo, señala que el efecto inmediato de los resultados del pasado domingo es la desaparición del centro político. “Algo normal. Lo anormal es que en Chile se hablara de tres tercios, uno ocupado por un centro político definido en términos institucionales, que no existe prácticamente en ninguna parte del mundo. En ese sentido pasa a ser un país normal, lo que no significa que no haya un electorado que se identifique con él. Pero ese grupo tendrá que optar entre posiciones de izquierda y de derecha, porque no tiene su propio sistema de representación”, sostiene Garretón.

-Sin embargo, por años se consideraba al centro como sinónimo de aunar posiciones. ¿Qué cambió?
-Tengo la impresión de que el centro chileno, en sus inicios el Partido Radical (PR) y especialmente la Democracia Cristiana (DC), era un centro con proyectos propios y hegemonía, que tomaba posiciones, como haber aprobado el golpe de Estado. Cuando hablo de centro me refiero a tres polos, uno de derecha, uno de izquierda y un centro de péndulo. Puede haber una colectividad de centro, pero hoy no hay ‘UN’ centro orgánico, que convoque a un porcentaje importante de la población.

Retomando el análisis del resultado del domingo 7 de mayo, el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales explica que la izquierda perdió todo control. “Hay que recordar que el proceso que encabezaba el Gobierno se basaba en proceso constituyente y programa de transformación, superación del orden económico social neoliberal y de reconstrucción de las relaciones del Estado, Gobierno, la política y la sociedad. Hoy queda en clara minoría y prácticamente sin participación del proceso constituyente”, subraya.

Al frente está la derecha, “que partió por una posición minoritaria del 20%, que se opuso a todo, independientemente del contenido, que planteó la mantención de la Constitución de Pinochet y ganó con amplia participación. La población se plegó a la visión política de la derecha, hacia una cierta regresión conservadora, la mantención del statu quo, el fin definitivo de un proceso transformador”, añade.

-¿Cómo se entiende el 35% de votos republicanos?
-Puede que estemos frente a una derechización de la sociedad, pues ya había ganado en el plebiscito de septiembre de 2022. O puede ser el voto de rechazo de un gran sector: los que nunca habían votado, los apolíticos o antipolíticos –como ha enfatizado mi colega Rodrigo Baño–, que expresan sus preferencias en relación a sus problemas cotidianos, a la búsqueda de autoridad, de certeza, de seguridad, pero no les interesa la política y rechazan a la elite. ¿Y quién expresa eso ahora? La respuesta para ellos es Kast, que igual es élite, pero aparece distante porque está contra el resto. Estas dos interpretaciones hay que combinarlas.

-¿Qué motiva a esa población que no se mueve por ideas políticas?
Este gran grupo que no votaba, rechaza también las expresiones consideradas “que no tienen nada que ver con lo que me pasa a mí en la vida: el ecologismo, la diversidad sexual, los pueblos originarios… Eso no tiene que ver con mi vida. Mi problema es el narcotráfico”. Así se explica que, por ejemplo, La Pintana votara republicano. Un sector que, además, suma distintos intereses y demandas individuales que no se encuentran con el mundo político. Si antes el espíritu de la época era la transformación, hoy parece ser el orden, la seguridad, la autoridad. Y eso es proclive a las posiciones de derecha.

-Eso está pasando en todo el mundo…
-Tiene que ver con las transformaciones que se están dando. Por ejemplo, la migración, el narcotráfico, el crimen organizado. La inseguridad económica que generó la pandemia; la preocupación por las necesidades materiales. Hoy las personas rechazan que les vengan con cosas que sienten que no tienen que ver con la propia vida.

-En 2019 una mayoría parecía apoyar las movilizaciones sociales. ¿El estallido y su motivación murieron de Covid?
-La pandemia jugó un papel importante, porque nos enfrentó a los problemas más dramáticos de la vida cotidiana. Una sociedad que vivió un par de años encerrada en las casas, teniendo que preocuparse de su mañana, del trabajo, del ingreso… Así se pierde el sentido de sociedad propiamente tal. Eso hace más fácil el camino de una derecha que dice: “Yo voy a preocuparme de los problemas de usted, del sentido común, de las demandas de la gente. Voy a eliminar el desorden, el exceso de discusiones de la elite”. Lo curioso es que estamos hablando de una ultraelite.

-Es una solución desde el paternalismo, del patrón.
-Obviamente. Hay que tener en cuenta que la gente quiere autoridad, orden, seguridad. Hace cinco años el tema de todos los libros, de todos los informes, era la igualdad, y el estallido fue básicamente la expresión contra la desigualdad, contra el abuso. Aquí hay un cambio y quienes responden mejor a ese cambio son los partidos que tienen en su ADN la restitución a un orden anterior, a afirmaciones tajantes como: no a los migrantes, no a los derechos de las mujeres… Aún no sabemos si esto es circunstancial o aquí hay un problema de largo plazo.

Una Constitución del sentido común

-¿Podríamos estar frente a una especie de neogremialismo?
-Quien más se acerca a quien era Jaime Guzmán es sin dudas el Partido Republicano, pero al Jaime Guzmán original, de la época predictadura y dictadura. Es interesante, porque el tono de Guzmán, salvo ciertos momentos cuando se ofuscaba, era pontifical, tranquilo… Y Kast hace lo mismo, solo que Jaime Guzmán no habría hablado del sentido común, porque le tenía un desprecio total al sentido común. Lo que Kast hace es hablar de “su sentido común”. En las sociedades los sentidos comunes son múltiples.

-¿Podría darse que pasemos de la Constitución de Jaime Guzmán a la de José Antonio Kast?
-La Constitución de la dictadura fue hecha en dictadura, por lo tanto, podían hacer lo que se les ocurriera. Aquí se está haciendo en democracia, aunque hay un control absoluto de un sector. El dilema que se va a plantear es si la derecha ejerce su control para generar la Constitución que ellos deseen. Lo que va a poner en un dilema al mundo oficialista, porque quizá tengan que llamar al Rechazo, y dados los datos de la elección de consejeros, ganaría el Apruebo. Eso sería una tercera y brutal derrota de los sectores de centroizquierda; en cambio, si llaman a votar Apruebo, estarían apoyando la Constitución de la derecha, que en algunas cosas podría ser peor que la que está presentando la Comisión de Expertos… Y más encima quedaría firmada por Gabriel Boric…

Basta de las “dos almas”

Añade que estamos frente a un Gobierno minoritario en todos los campos: una minoría política y social. Y que frente a la debacle hay tres cosas fundamentales que hacer: “La primera tarea es la reorganización y alineamiento de las fuerzas políticas en torno al liderazgo presidencial. Eso significa una definición desde el Presidente y aceptación por parte de los partidos. Una de las cosas que ha servido a la oposición para crecer ante este electorado despolitizado, son las distintas voces del Gobierno, la insistencia en que hay dos almas. Ya basta de las dos almas. Eso de ir cada uno por su cuenta en un Gobierno minoritario es un horror. Para ser mayoría en el país, el Presidente debe serlo en su coalición de manera clarísima. Para ello, hay que redefinir el programa en términos que sea aceptable para los distintos sectores que lo conforman. Y de ahora para adelante el Presidente es el que manda y no caben los díscolos. No se puede aspirar a nada si el Presidente no ejerce su liderazgo. Luego, redefinir el programa, que debe reconectar con ese mundo apolítico popular que necesita ver que se hacen cosas por él.

-Una tarea muy complicada, porque debe ser muy diverso.
-Que defina las 5 o 10 cosas que en concreto pueden resolver problemas de la gente. Se dirá que eso es populismo, pero si la gente ve que su situación está cambiando y hay un relato que relaciona eso con que vamos caminando a un Chile mejor, eso es importante en un Gobierno de izquierda: responder hacia qué sociedad vamos. Esa es la diferencia con una propuesta puramente liberal, que es la suma de demandas que recogen a partir de las encuestas, del descontento… El Gobierno se puede hacer cargo de eso, pero con un horizonte, donde algo está cambiando en mi condición, pero también en el país. La tarea ahora es unificar la coalición, disciplinarla. En lo posible, incorporar a otros partidos o grupos. No se puede gobernar un país con un 38% si se quiere hacer transformaciones. Ya no estamos en presencia de la derecha más liberal que ofrecía progreso, ahora estamos ante una derecha conservadora que proyecta volver atrás.

-¿Usted plantea resucitar la Concertación?
-No, pero la Concertación tenía vocación mayoritaria en una época en que los partidos representaban a la gente. Ahora está roto el lazo. Construir una coalición mayoritaria en la cual, al interior de ella, gane el mejor. Que sea una coalición estable que no dependa de resultados. Donde el jefe del Gobierno es el jefe de la coalición, y eso no se discute. Se está en un Gobierno de minoría y los gobiernos de minoría no pueden hacer transformaciones. 

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