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Nuevo libro de John Dinges acusa problemas en la investigación que dio origen al filme “Missing” PAÍS

Nuevo libro de John Dinges acusa problemas en la investigación que dio origen al filme “Missing”

Carlos Basso Prieto
Por : Carlos Basso Prieto Unidad de Investigación de El Mostrador
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Un documento estadounidense que no fue bien traducido, la retractación de una confesión que no fue tomada en cuenta por el juez y antecedentes que indican que la narrativa conocida en torno a las muertes de Horman y Frank Teruggi (ambos asesinados en Santiago tras el golpe de Estado) no es efectiva y que quienes aparecían como villanos en la famosa película “Missing” en realidad no eran tales, forma parte del nuevo libro del periodista John Dinges.


Autor de varios de los libros más importantes acerca de la dictadura chilena y sus pares latinoamericanas, como Asesinato en Washington: el caso Letelier (junto a Saul Landau) y Los años del Cóndor, el periodista estadounidense John Dinges acaba de lanzar su última investigación, Chile en el corazón (editorial Debate), título que parafrasea el famoso poema de Neruda España en el corazón, que “denunciaba el derramamiento de sangre inocente” en la Guerra Civil española, como señala el libro en su introducción.

A ese conflicto llegaron 30 mil voluntarios de distintas latitudes, incluyendo a dos mil 300 estadounidenses, que se unieron a las tropas de la República. Recordando su propio arribo al Chile de Salvador Allende en 1972, junto a muchos otros ciudadanos norteamericanos, Dinges señala que aquellos que como él, “fervorosos visitantes de este país que asistimos esperanzados a la revolución chilena”, aún se identifican “con los extranjeros que se empeñaron en apoyar la causa española”.

Entre ellos estaban dos compatriotas suyos que forman parte de las primeras víctimas de la dictadura: Charles Horman y Frank Teruggi, cuyos homicidios, acaecidos los días inmediatamente posteriores al golpe de Estado, se convirtieron en la primera espina en las relaciones entre Chile y Estados Unidos.

Corresponsal extranjero de distintos medios, Dinges vivió en Chile hasta 1978 y en dicho periodo fue uno de los fundadores de la revista APSI. Años más tarde, participó de la fundación de Ciper y posteriormente se dedicó a la enseñanza del periodismo en la Universidad de Columbia, donde es profesor emérito.

En 2016 le comentaron algo que lo dejó sumamente intrigado, algo que nada tenía que ver con lo que se conoce a nivel popular acerca del asesinato de Charles Horman, que dio pie al libro de investigación La ejecución de Charles Horman, escrito por Thomas Hauser, el cual fue posteriormente utilizado por Constantin Costa-Gavras como base para la película Missing (“Desaparecido”), ganadora del Oscar al mejor guión adaptado y de la Palma de oro a la mejor película. Protagonizada por Jack Lemmon, que interpreta al padre de Horman, quien viajó a Chile en búsqueda de su hijo, fue una película polémica, pues la dictadura militar la prohibió y dos norteamericanos que aparecen en ella como posibles implicados en la muerte de Horman demandaron a Hauser y a Costa-Gavras, aunque no ganaron.

El filme, además, retrata a Horman como un joven “casi inocente, que hace dibujos de monos animados, incluso pacifista, ese tipo de cosas”, dice Dinges, quien comenta que en dicha producción se asegura que, en definitiva, el crimen de Charles Horman se debió al hecho de que “sabía demasiado”, pues se encontraba en Valparaíso para el 11 de septiembre, junto a una amiga (Terry Simon) y permaneció varios días allá, entrando en contacto con oficiales de la misión militar norteamericana, uno de los cuales los trasladó posteriormente en su auto a Santiago.

En ese periodo, según la versión conocida hasta ahora, se habría enterado de la participación de Estados Unidos en el golpe y ese habría sido el motivo para que lo detuvieran y trasladaran hasta el Ministerio de Defensa, siendo supuestamente interrogado por oficiales chilenos y un agente de la CIA, para luego ser asesinado. Sin embargo, el antecedente que le comentaron a Dinges en 2016 cambió radicalmente su comprensión del asunto, a tal punto que hoy asegura que quienes aparecen como los villanos en la película (los miembros del Servicio de Inteligencia Militar, SIM, y los oficiales de EEUU), en realidad, no son tales. Al contrario, de hecho, señala que fueron precisamente dos suboficiales del SIM los únicos que, luego de una investigación acuciosa y persistente, lograron encontrar el cuerpo del norteamericano, de 31 años al momento de ser asesinado.

Lo que decía el dato inicial

Volvamos al dato que le dieron en 2016 a Dinges. Este tiene que ver con el viaje que Horman efectuó en agosto de 1973 hasta Nueva York (donde residían sus padres). Allí almorzó con un viejo amigo, Richard Pearce, quien años más tarde relataría al autor de Chile en el corazón que durante dicho encuentro Charles le pidió dinero, una donación “para comprar armas para los cordones industriales”.

Eso cambiaba radicalmente la comprensión de los hechos, pero explicaba ciertas cosas, como el hecho de que Horman y su esposa, Joyce, se hubieran trasladado a vivir a Vicuña Mackenna, en San Joaquín, justo frente de Standard Electric, “que era una fábrica controlada por los trabajadores, por el gobierno, y era parte importante del cordón (industrial)”.

A partir de esa información Dinges comenzó a investigar y logró los testimonios de otros dos norteamericanos a los cuales Horman también les pidió donar fondos para el mismo objetivo: conseguir armamentos para resistir en los cordones, ante un eventual golpe de Estado.

Pearce no era un gringo ingenuo, que no supiera de qué le estaban hablando. Al contrario: había hecho dos películas en Chile, “hablaba español, conocía perfectamente lo que era el cordón industrial, entonces sabía de qué se hablaba cuando Horman le pidió para eso”.

Horman no necesitaba dinero para él. Había llegado con un capital importante desde EEUU y su familia era de muy buena situación. Dinges señala que “el interés de él en los cordones industriales está, yo creo, establecido. Y he hablado con su señora, no lo desmiente, no lo niega, aunque se abstiene de dar más detalles”, precisa, explicando que, por otra parte, Frank Teruggi, el otro ciudadano americano que fue secuestrado y asesinado, era cercano al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y tenía varios amigos que pertenecían a dicho movimiento, incluyendo a dos brasileños. Además, compartía casa con un matrimonio formado por un compatriota suyo y una chilena, y ambos también eran del MIR.

El papel de Davis

Otro cambio sustancial en la narrativa de la historia es el relativo al capitán estadounidense Ray Davis, jefe de la sección naval de Estados Unidos en Valparaíso en 1973, quien incluso fue acusado en 2011 por el ministro en visita Jorge Zepeda de haber participado en el crimen de Horman, como informó The New York Times, motivo por el cual se pidió su extradición a Estados Unidos. Sin embargo, como descubrió dos años más tarde la corresponsal del mismo periódico en Chile, Pascale Bonnefoy, Davis en realidad había estado viviendo en Santiago durante esos años y, es más: falleció en 2013 en un hogar de ancianos de la zona oriente.
Dinges señala que en la sentencia que en 2015 dictó Zepeda, condenando por su relación con los crímenes a uno de los jefes de la DINA, Pedro Espinoza, y al exagente de inteligencia de la FACH Rafael González Berdugo, “da como un hecho confirmado que Davis hizo muchas cosas relacionadas con Horman”, incluyendo la vigilancia de este y de Teruggi y el traspaso de información acerca de ellos, que “los dejaba como extremistas ante los chilenos”, pero no era lo único: supuestamente sabía que los iban a matar y no lo impidió.
Dinges dice haberse sorprendido con esa parte del fallo, pero como en este no se mencionaban las evidencias que permitían al magistrado sostener dichas afirmaciones, comenzó a tratar de leer el expediente, hasta que luego de un año logró acceso a los 17 volúmenes de este. No obstante, al hacerlo, “descubrí que las evidencias son inconsecuentes” y que “no hay nada, por ejemplo, de esa vigilancia”.

No es lo único. Según indica, “el juez cita un documento. Es un cable (N de R: un documento desclasificado estadounidense, escrito en inglés) y lo interpreta mal”, aseverando que “si tú lees el cable, no dice eso en absoluto” y que “no sé si no conocen o no entendían mucho de inglés”.

Dinges intenta ser cuidadoso con sus palabras para referirse a sus críticas a Zepeda y reconoce que para él es “un dilema” mencionar estos errores, “porque yo no quiero poner en cuestión la validez de las investigaciones de Derechos Humanos en Chile”, mencionando grandes indagaciones como las de los casos Cóndor o Letelier, en los cuales “las evidencias son muy buenas, muy sólidas”.

La fuente de la confusión

El periodista asevera que en el fondo de todo está el chileno Rafael González Berdugo (con “B” mayúscula), un exagente de inteligencia civil que prestó servicios a la FACH y al Estado Mayor Conjunto (EMCO) entre los años ‘60 y ‘70. En su juventud fue miembro de distintos movimientos neonazis y en su casa tenía una suerte de altar a los nacistas chilenos asesinados durante la masacre del Seguro Obrero.

En 1954 se incorporó al EMCO y en 1969 fue enviado como agente encubierto a Nueva York, donde estuvo hasta 1971. En sus declaraciones posteriores aseguraría que, al caer la noche del 11 de septiembre de 1973, lo mandaron a una misión secreta a los restos humeantes de La Moneda: retirar documentación delicada que se albergaba allí, ocasión en la cual habría visto el cuerpo exánime de Salvador Allende.

Su historia entronca con la de Horman cuando, a inicios de 1975, llegó hasta la Embajada de Italia en Santiago, junto a su familia, pidiendo asilo y solicitando un salvoconducto para salir del país, pero durante nueve meses la dictadura se lo negó. En medio de ello, fue entrevistado por tres periodistas norteamericanos, Joanne Omang, Frank Manitzas y Rudolf Rauch.

La historia que González les contó consistía en que Pinochet lo perseguía, lo mismo que la CIA, y que esta agencia hipnotizaba a su esposa cuando vivían Nueva York. Asimismo, dijo que existía una coordinación de los servicios de inteligencia de las dictaduras latinoamericanas (lo era cierto, pues se refería a la Operación Cóndor), pero además aseguró saber todo lo ocurrido con Horman.

Según su relato, este fue detenido y trasladado hasta el edificio del Ministerio de Defensa, donde lo habrían interrogado el general Augusto Lutz, el jefe del SIM, y su segundo, un coronel de apellido Barría, junto a un “americano” que según González Berdugo pertenecía a la CIA.

“Charles Horman fue traído desde Valparaíso a Santiago y yo vi a los tipos que lo trajeron aquí, a Santiago. Y él desapareció después”, señaló a los periodistas, agregándoles que Horman había sido asesinado “porque sabía demasiado. Y esto fue hecho entre la CIA y las autoridades locales”, reiterando después que “había gente de afuera, civiles, civiles chilenos, pero no los identifiqué… no los identifiqué bien porque ellos quizá eran personas que trabajaban para la CIA”.

El artículo original

Según señala Dinges, cuando el padre de Horman llegó a Chile en octubre de 1973 y se reunió con muchas personas (incluyendo a personal del consulado de EEUU en Santiago, al cual acusa de haber sido al menos negligente), terminó formulando la hipótesis de que su hijo había sido asesinado por algo que había visto u oído en los días en que permaneció en contacto con los militares americanos en Valparaíso, o en el viaje a Santiago. De hecho, el libro de Hauser señala que, además, Horman estaba investigando los hechos vinculados con el crimen del general René Schneider (magnicidio en el cual sí hubo participación de oficiales de Estados Unidos), entre otros posibles motivos por los cuales se podría haber convertido en un blanco.

“He encontrado documentos que él escribió resumiendo su investigación. Bueno, yo soy padre también, me imagino que tú también. Si te matan un hijo, entonces no vas a descansar” explica, refiriéndose al progenitor del asesinado, agregando que aunque Horman padre era un hombre de negocios, “trabajó como periodista de investigación. Yo lo respeto mucho y entiendo cómo pudo haber llegado a esa suposición. Es una hipótesis que él quería probar”.

La supuesta evidencia final de que los hechos eran de ese modo provino de los dichos de González Berdugo, los que constan también en la carpeta judicial. Sin embargo, señala Dinges, años más tarde el exagente se retractó de todo lo que había dicho, aseverando que en realidad él no sabía nada del caso, salvo porque había leído un artículo escrito por William Shawcross en The London Times, en el cual citaba a Terry Simon y a la viuda de Horman, señalando que ellas pensaban que él había sido asesinado porque sabía demasiado.

“Rafael González toma esa información del artículo. Él mismo reconoce esto. Tengo un documento de cinco páginas que él da con todo el detalle”, desclasifica Dinges, quien afirma que “Zepeda tiene la retractación de Rafael González”.

De acuerdo con el periodista, el ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago “lo entrevistó por (medio de) los policías y también en el tribunal y (González) repitió que es una falsedad, que es un invento”, agregando que “lo más importante es ese documento de cinco páginas, en que él cuenta de cómo hizo la fabricación. Y el juez Zepeda no hace referencia a su retractación en la sentencia, como si no hubiera existido, pero usa detalles de esa declaración, sin decir que es parte de una declaración en que él niega la verdad de todo lo que había dicho antes”.

En dicho sentido, el libro no solo establece que Lutz (cuya familia está convencida de que fue asesinado por ser un opositor interno a Pinochet, al igual que el general Oscar Bonilla) no tuvo participación en los hechos, sino que fueron justamente dos sargentos que pertenecían al SIM, Jaime Ortiz y Raúl Meneses Pachet, los “héroes” del caso, luego de que su jefe, el capitán Hugo Salaz Wenzel (a quien años más tarde Pinochet nombraría jefe de la CNI) les encomendara investigar lo ocurrido con el norteamericano, tras lo cual terminaron encontrando su cadáver en el Servicio Médico Legal y determinando que había sido ejecutado en el Estadio Nacional, lo mismo que Frank Teruggi, donde el teniente coronel Pedro Espinoza era el oficial a cargo.

Ante ello, Dinges formuló sus propias hipótesis respecto de los motivos por los cuales ambos fueron secuestrados, torturados y ejecutados, las cuales desarrolla en detalle hacia el fin del libro, las que están relacionadas con los cordones industriales, la simpatía del segundo por el MIR y mucho, mucho más.

 

 

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