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Rusia y China no le dan tregua a EE.UU.

Rusia y China no le dan tregua a EE.UU.

Si bien la carrera espacial entre la nación rusa y Estados Unidos tuvo lugar hace decenas de años, la lucha por el poderío mundial sigue siendo un dilema y más aún si al mapa se agrega al gigante asiático, país que se ha convertido en una potencia económica y que sigue tomando posesión de los principales procesos bursátiles a nivel global.


A finales de 2017, Rusia y China fueron declarados oficialmente como competidores en el programa de política exterior y los documentos estratégicos de EE.UU.

En 2018, el país gobernando por Trump lanzó una guerra comercial contra China e impuso sanciones a los gigantes de la industria de dicho país como, por ejemplo, el fabricante de productos electrónicos Huawei.

El cambio en la política de EE.UU. se produjo cuando China anunció sus ambiciosos objetivos de desarrollar y mejorar su papel en el ámbito global, según opina Timofei Bordachov, una de las autoridades y analistas del Club Valdái, un think tank con sede en Moscú.

Mientras tanto, Rusia saluda oficialmente las inversiones chinas en las repúblicas postsoviéticas y está interesada en expandir la presencia china en el campo de la seguridad.

«Sucedió lo peor para EE.UU: China comenzó a ofrecer una alternativa a terceros países, es decir, una fuente de recursos para el desarrollo independiente de las instituciones de ciertos países occidentales, así como un enorme mercado», señala Bordachov.

Pekín no busca transformar los sistemas existentes en regímenes nacionalistas y antirrusos en estos países, como lo hacen Washington y sus aliados. En este sentido, Rusia y China coinciden totalmente, es decir,  la creciente influencia económica de China no representa ningún problema para Rusia, asegura el analista.

Cabe destacar que todo coincidió con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y la radicalización general de las políticas internas y externas de Estados Unidos.

En lo que respecta a Rusia, el país más extenso del mundo no obtiene ingresos del control sobre los mercados ni rutas comerciales, como lo hace Estados Unidos, sino de la venta de sus propios recursos energéticos, y de lo que produce su tierra y sus ideas de ingeniería.

Lo que está claro es que China y Rusia seguirán posicionándose en el mapa mundial, uno centrándose en la economía, mientras el otro concentrándose en el poderío militar y armamentista.

Y si estos países mejoran sus políticas exteriores, si su cooperación aumenta y se crean instituciones comunes, es evidente que EE.UU. estaría más cerca de perder el protagonismo global que ha mantenido durante casi un siglo.

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