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La soterrada polémica por el legado internacional de Piñera

La soterrada polémica por el legado internacional de Piñera

Todavía persiste cierta incomodidad en sectores de la derecha por una columna de Benjamín Salas, exasesor de Piñera. Publicada justo el día del funeral, en ella se destaca el legado internacional del ex Presidente, lo que fue tomado como “un apropiamiento de la labor exterior” de parte del abogado.


En medio del funeral de Estado del ex Presidente Sebastián Piñera, la columna que el abogado y exasesor internacional, Benjamín Salas Kantor publicó en La Tercera, causó  y sigue causando gran incomodidad en algunos sectores de la derecha. Esto porque interpretaron el texto como un intento de Salas de reclamar cierta autoría por la gestión internacional de Piñera, especialmente durante su segundo gobierno.

En círculos próximos a la Cancillería es sabida la complejísima relación que el exasesor mantuvo con los cancilleres del segundo gobierno de Piñera, en especial, Roberto Ampuero Teodoro Ribera.

Una gran roncha sacó el párrafo referido a la zona austral: “Durante su gobierno no dudó en publicar nuevos mapas para reafirmar nuestros derechos marítimos en el Mar de la zona Austral, y trabajó intensamente en los tres juicios que Chile enfrentó en La Haya”, dice la columna.

Salas menciona la soberanía en la zona Austral, más allá de lo pactado con el Tratado de Paz y Amistad de 1984 (plataforma continental). “Sin embargo, no recuerda que el primer gobierno de Piñera  (2010-2014) simplemente omitió esa materia (que data de 2009), contribuyendo a la solidificación de un reclamo territorial argentino. En el último tiempo ‘la cuestión de la plataforma continental austral-antártica’ ha terminado convirtiéndose en un nuevo diferendo limítrofe”, comenta una fuente.

Y agrega que “el segundo gobierno de Piñera efectivamente actualizó la proyección de la soberanía submarina del país al sur y sureste del cabo de Hornos, pero ello ocurrió no por iniciativa de Salas y sus “asesores”, sino por la firme insistencia de dos instituciones, la Armada y la Cancillería, entonces encabezada por Teodoro Ribera.

El legado de Cúcuta

Otro “asunto” que salió a relucir por esos días, en los siempre activos y atentos  pasillos de la Cancillería, fue el reemplazo de Ribera por Andrés Allamand (quien renunció antes del fin del gobierno). Se señala a Salas como “articulador”, en parte, de este cambio. Algunos aprovecharon de recordar que Salas mantuvo cordiales relaciones con “directores” de la Cancillería hoy en el Frente Amplio, que hicieron muy compleja las gestiones de los ministros de Relaciones Exteriores de Sebastián Piñera.

La columna de Salas incluye, además, una descripción edulcorada del episodio de Cúcuta en 2019, del cual Piñera terminó siendo protagonista.

“El objetivo de Cúcuta no se cumplió porque los militares venezolanos negaron el ingreso de la ayuda humanitaria y se mantuvieron del lado de la dictadura. Sin embargo, fue un acto pacífico y liderado por civiles. Piñera conocía los riesgos, pero quería dar una señal de que Chile siempre estaría del lado de la democracia”, escribió.

“Ese episodio terminó con la gestión del ex canciller Roberto Ampuero, desde el inicio escéptico de la conveniencia de sumar a Chile a una ‘iniciativa humanitaria’, a todas luces organizada por el gobierno colombiano para generar un ‘estallido social’ en Venezuela”, explica un asesor.

Muchos estiman que la intervención de Piñera en Cúcuta tuvo un “efecto llamada” que -con el beneplácito del régimen de Nicolás Maduro– masificó la inmigración irregular venezolana, con su componente de crimen transnacional incluido. Para varios sectores del país —en especial la derecha— nuestra actual crisis de seguridad tiene vínculos con el episodio de Cúcuta, un error estratégico de la política exterior de Sebastián Piñera, de la que Benjamín Salas no dice una palabra.

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