
Argentina impulsa el enoturismo como experiencia clave para descubrir su identidad cultural
Con paisajes únicos, bodegas de renombre y una rica tradición vitivinícola, Argentina consolida su enoturismo como una experiencia imperdible. Desde Mendoza hasta la Patagonia, el vino se convierte en una puerta de entrada a la cultura, la gastronomía y la hospitalidad del país.
Sin duda, el enoturismo en países como Argentina es una de las experiencias turísticas más valoradas en Sudamérica, combinando paisajes impactantes, hospitalidad local, y una industria vitivinícola reconocida a nivel mundial.
En el país trasandino existen varias zonas dedicadas a la cultura vitivinícola y al desarrollo del enoturismo. En este contexto, durante el evento Buy Argentina, organizado por Visit Argentina y la Cámara Argentina de Turismo (CAT), se destacó al enoturismo como una parte esencial de la identidad cultural del país.
Con más del 70% de la producción vitivinícola del país, Mendoza se ubica al pie de la Cordillera de los Andes y destaca por sus paisajes espectaculares, rutas del vino consolidadas y bodegas de renombre internacional. Sin embargo, existen otros lugares emblemáticos de producción de vino, como Mendoza, San Juan, Salta e incluso la Patagonia.
Un viaje a través del vino
Durante este evento turístico se potenció la cultura vitivinícola y al enoturismo como aspecto fundamental para visitar al país vecino. Y es que Argentina se ha posicionado en las últimas dos décadas como uno de los destinos enoturísticos más relevantes del mundo. Su geografía diversa, la calidad internacional de sus vinos y la creciente infraestructura turística han convertido al país en un polo de atracción para enófilos, turistas gastronómicos y aventureros por igual.
Desde las alturas de Salta hasta la frescura de la Patagonia, el vino es excusa y punto de partida para descubrir paisajes, cultura y hospitalidad.
Eso es lo que buscaban dar a conocer en Buy Argentina. Parte de la promoción de los viajes es que las personas puedan conocer parte de la cultura y gastronomía de la zona. “La experiencia gastronómica y el enoturismo son el complemento perfecto para cualquier viaje e incluso la excusa ideal para provocar la extensión de itinerarios y hacer escapadas”, explicó Mercedes Blasi, coordinadora de vinos y gastronomía del Instituto Nacional de Promoción Turística (Inprotur).
La gastronomía de Argentina no solo se centra en las carnes, las pastas y los alfajores. El vino es parte fundamental de la cultura y gastronomía del país. El enoturismo argentino no se limita a la degustación de vinos; es una vivencia integral que combina naturaleza, historia, gastronomía, arquitectura, bienestar y hospitalidad. Desde bodegas centenarias hasta proyectos biodinámicos de vanguardia, el país ofrece múltiples formas de conectar con el mundo del vino en entornos únicos.
“La idea de esta presentación es hacer un recorrido a través de todas las regiones de Argentina con su oferta de enoturismo y gastronomía. Es un producto que siempre traiciona bastante y se ha convertido en uno de los motivos principales para elegir un destino. Es un producto atemporal que lo podemos ofrecer durante todo el año y todas las regiones de Argentina tienen una oferta gastronómica y de vinos”, agregó Blasi.
Créditos: Javiera Burgos López.
Mendoza: el epicentro del vino argentino
Ubicada a los pies de la Cordillera de los Andes, Mendoza concentra más del 70% de la producción de vino del país. Su clima seco, con más de 300 días de sol al año, y sus suelos aluvionales han convertido a la región en un paraíso para la viticultura, especialmente para la cepa Malbec, insignia de Argentina a nivel global.
El turismo del vino en Mendoza se organiza en tres grandes regiones, cada una con su propia identidad y encanto. Luján de Cuyo, conocida como la cuna del Malbec, alberga bodegas históricas y reconocidas internacionalmente como Luigi Bosca, Norton o Catena Zapata. Las experiencias suelen incluir paseos por viñedos, catas guiadas, almuerzos por pasos y espacios dedicados al arte, todo enmarcado en un entorno de tradición y sofisticación.
Valle de Uco, en tanto, se ha convertido en una de las zonas más innovadoras del país gracias a su altitud, paisajes imponentes y vinos de alta gama. Bodegas como Zuccardi, Salentein o Andeluna ofrecen experiencias de primer nivel que integran arquitectura vanguardista, cocina gourmet y un enfoque sustentable. Por otro lado, Maipú conserva un perfil más tradicional y accesible, ideal para quienes buscan un vínculo cercano con los productores, recorridos en bicicleta, visitas a museos del vino y talleres de cocina regional.

Créditos: CIDEU.
Salta y los Valles Calchaquíes: vinos de altura en paisajes extremos
El norte argentino ofrece una propuesta singular. En Cafayate (provincia de Salta), los viñedos se ubican entre 1.600 y 3.000 metros sobre el nivel del mar, lo que los convierte en algunos de los más altos del mundo. Las condiciones extremas (intensa radiación solar, escasas precipitaciones y gran amplitud térmica) dan origen a vinos muy expresivos.
La cepa emblemática de la región es el Torrontés, un blanco aromático y fresco que no se cultiva en ningún otro lugar del mundo con tanta calidad. Además, la zona produce tintos potentes, como Malbec, Tannat y Cabernet Sauvignon.
Bodegas como El Esteco, Colomé (que alberga además el Museo James Turrell de arte lumínico) o Piattelli han desarrollado propuestas turísticas que integran alojamiento boutique, gastronomía, caminatas por los viñedos y experiencias culturales con comunidades locales.

Créditos: Turismo en Argentina.
Patagonia: la frontera austral del vino
En las provincias de Neuquén y Río Negro, la Patagonia argentina ha emergido como una región vitivinícola de calidad boutique. Su clima frío permite elaborar vinos finos y elegantes, con especial destaque del Pinot Noir, el Merlot y el Chardonnay.
Neuquén ha impulsado el desarrollo enoturístico con bodegas como Patagonia Wines, Familia Schroeder y Bodega del Fin del Mundo, que combinan visitas guiadas, restaurantes de autor y experiencias tecnológicas como catas virtuales o recorridos interactivos.
En Río Negro, la historia vitivinícola se remonta a principios del siglo XX, y se pueden visitar bodegas tradicionales en General Roca o Allen, muchas de ellas rodeadas de chacras frutales, lo que permite un turismo rural integrado.
El enoturismo patagónico se complementa con actividades de aventura, pesca, avistamiento de aves y visitas a parques nacionales, generando un entorno natural privilegiado para el visitante.

Créditos: National Geographic.