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Ser invisible: el crudo y sincero relato que muestra la realidad de los más marginados por la sociedad Sociedad

Ser invisible: el crudo y sincero relato que muestra la realidad de los más marginados por la sociedad

Loreto Santibáñez
Por : Loreto Santibáñez Editora de Agenda País y Revista Jengibre. Periodista PUC con experiencia en prensa escrita, radio y TV, tanto en Chile como en el extranjero.
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Retratar la vida cotidiana de dos personas que viven en situación de calle y conocer su realidad fue el desafío que se planteó el fotógrafo Lucas Urenda. Luego de un año de compartir con ellos, lanzó «Ser Invisible», un libro que refleja una realidad que permanece oculta y ajena para muchos chilenos.


«Quiero saber qué es vivir en la calle y quiero conocer cómo se enfrentan ustedes con el sistema público», le dijo Lucas Urenda a Gastón afuera de un local de comida en las cercanías del Costanera Center. Urenda llevaba días observando la dinámica del hombre que había visto salir todos los días y a la misma hora desde unas improvisadas casas en la ribera del Canal San Carlos.

Tras ver su rutina, poco a poco se fue formando en el fotógrafo una inquietud que quería comunicar.

«Le dije que quería hacer un proyecto con él, porque tenía mucho que enseñarme. Él no entendía mucho, quizás estaba volado, pero me dijo que volviera al día siguiente a una hora específica», recuerda Urenda de ese primer encuentro.

«Al otro día fui y salió otra persona, que se notaba que tenía las cosas más claras y que se manejaba mejor en el lenguaje y llegamos a un acuerdo y lo tomamos como un trabajo, donde había que cumplir ciertos horarios -nosotros a veces no lo cumplíamos y ellos se enojaban, porque siempre fueron muy responsables en su compromiso- y empezamos a trabajar», explica.

Fue así como se gestó «Ser Invisible», un libro de fotorelato que busca crear empatía y entender por qué las personas en situación de calle han llegado ahí como única opción para salir de la pesadilla en que se encontraban antes. Como todo trabajo, durante más de un año estuvieron reuniéndose para poder entender su vida cotidiana.

«También les pagamos por el tiempo que ellos invertían, porque yo les estaba quitando tiempo para que ellos pudiesen hacer su plata», cuenta Urenda convencido que en menos tiempo no hubiera logrado sacar más allá de las fotos típicas «porque los personajes no se iban a soltar, no se les iba a olvidar que había una cámara, no iban a mostrar su realidad».

A través de la historia de Gastón (26) y Tito (cerca de los 50), dos hombres en situación de calle que hasta hace poco vivían en el límite de las comunas de Providencia y Las Condes, pero que para muchos pasaban desapercibidos.

«La realidad que muestra el libro tiene que ver con los estereotipos que tenemos en Chile, tenemos a toda la gente metida en un casillero. Y esta gente -los protagonistas del libro- están metidos lamentablemente en el último casillero, en ese que ni siquiera se ve. Es demasiado segmentado y se marca demasiado las diferencias entre ellos y el resto, porque encasillamos a la gente según los estereotipos que vemos en los medios de comunicación», enfatiza Urenda.

Para el fotógrafo, esos estereotipos construidos llevan a que quienes viven en la calle sean prejuzgados, sin entender realmente cómo la sociedad los empujó a estar donde están.»La gente en situación de calle no es solo los delincuentes o drogadictos del país. Todos tenemos nuestros vicios, entonces partamos de la base de no hacernos los tontos de este doble estándar que tenemos los chilenos», enfatiza el autor.

Entender la historia de ellos es fundamemtal para entender su situación. «Muchos de ellos están en la calle escapando de un pasado mucho peor, del que nadie se hizo cargo y muchos delinquen por necesidad. Ellos son victimas, independiente de lo que hayan hecho después. El Estado no se hace cargo de ellos y más encima los discrimina y no los inserta. Los margina, los deja botados y los invisibiliza», reflexiona.

«Ellos son víctimas aunque también sean victimarios. Son las grandes víctimas de lo que se ha generado en Chile. Ellos me llaman la atención porque yo quiero saber por qué ‘ellos son tan malos’, porque ellos son los que caen en cana, ellos son los que están en la calle y se pueden ir presos por ocupar el espacio público o cosas tan incoherentes como eso», sostiene Urenda.

Así lo dice también el libro: «Ambos disfrutan el fútbol y sienten que tienen una visión similar de lo que quieren para sus vidas en la calle: llevar a cuestas sus problemas y drogarse, vivir como quieren, sin molestar ni ser molestados por nadie».

Al autor le da rabia que personas como Gastón y Tito no tengan los mismos derechos que el resto de los chilenos no sean prioridad en las políticas públicas. «Al momento de que se presenta un plan de gobierno en las elecciones, todos escuchamos los mismos discursos y ellos no tienen valor alguno en los planes gubernamentales. Creo que para ser un país desarrollado, primero hay que partir por eso», afirma.

Esa discriminación parte por cosas tan simples como no tener un domicilio establecido para llenar una ficha social, por lo que quedan fuera de las políticas públicas de salud, empleo y desarrollo.

Para Lucas, en Chile el destino está marcado por el lugar en que naciste y tu entorno. «Estas dos personas eran muy buenas personas, lo que pasa es que tienen un pasado que como habían nacido, era el destino que se les había generado hasta su muerte. O sea a una persona de la que habían abusado tus papás o que creció en violencia no pretendas que esa persona va a ser una persona ‘normal’ y que no tenga recuerdos y fantasmas que lo perturben toda la vida y que tengan por lo tanto salidas super impulsivas que lleguen a dar miedo», recalca.

«Y a parte de todo esto, lo discriminan por vivir en la calle entonces no recibe nada positivo y tampoco recibe una ayuda por parte del gobierno, de la sociedad y los medios porque no vende, se hacen los desentendidos, que se mueran ahí en el río, total no sale en ninguna parte», agrega.

Urenda desmiente esa mirada del que está en a calle es flojo o no quiere surgir. «Eso es lo más ignorante que hay, esa persona que generalmente habla eso trabaja menos que las otras personas. El chileno es lo más trabajador que hay, se levanta temprano a estar muchas horas de transporte para ir a trabajar todo el día. Y aunque la gente esté chata, apretada y nada funciona, sigue trabajando igual. Entonces hablar de que el chileno no es esforzado es un discurso que nace desde las personas que se pisan más la cola y menos trabajan», sostiene.

«Nos han vendido un discurso que es demasiado inconsecuente con la realidad y la gente compra ese discurso», alega convencido que no existirá un real desarrollo, mientras se margine a las personas.

«El libro lo hice porque encontré injusto que se discriminara a esta gente nomás», afirma.

Reivindicando el espacio público

«Siempre me gustó la calle. Fotografíar es documentar. Yo tengo una pasión por el espacio público, creo que el uso del espacio público te mejora mucho la calidad de vida porque su uso sin tanta restricción es calidad de vida», plantea Urenda preocupado por quienes plantean sacar leyes restringiendo más los lugares en horarios nocturnos y con vigilancia de cámaras más estrictas.

Para él, eso va contra la tendencia mundial de empoderarse de los barrios y espacios comunes de las ciudades.

«El espacio público es de todos, debería ser ilegal que te saquen de ahí. Además que cuando es habitual, la gente se saluda y comparte lo cotidiano, que alguien viva bajo tu edificio como en otros países se generan lazos, en otros países no se divide tanto», manifiesta.

«En otros países siempre están los que viven más arriba que no tienen contacto con el resto, pero para los que viven en la ciudad donde pasa todo esto es super horizontal. Pero acá llega alguien que vive en la calle y al tiro tienes el estereotipo de que es un delincuente. Puede que muchos lo sean, y la mayoría son drogadictos y todo, pero los delincuentes también están en todos lados, no es que solo ellos lo sean», añade.

Su interés por el espacio público y por la gente en situación de calle nació mientras estudiaba en Barcelona. «Conocí a una gringa que recorrió cuarenta estados de su país y que era adicta a la heroína y su mamá era adicta al crack.

Cuando la conocí, había viajado por Centroamérica y había llegado a Sudamérica, pero siempre tuvo problemas con la polícia de cada país. Entonces le dijeron que se fuera a Europa porque iba a tener menos problemas porque allá los derechos son más fuertes, porque el Estado está obligado a garantizar esos derechos. Allá la conocí y trabajé con ella en mi proyecto de título, porque ella era una persona muy especial, como rockera, skater, su pololo era de Lituania, ella tocaba música folk y country y vivía de eso y los turistas hasta se sacaban fotos con ella», relata.

Fue ahí cuando Urenda empezó a preguntarse de donde venía la discriminación. «Parte por cosas tan básicas como ese concepto sicológico de espejo, cuando tú ves tus cosas que no te gustan reflejadas en el otro, lo que no quieres mostrar de ti lo ves en el otro y empiezas a discriminarlo», explica.

«Y yo vi eso porque la vida que tenían ellos era lo que hacian la gente que yo conozco, no tenían una pega formal no más, pero su pega era en la calle. por eso ella a si misma se llamaba homefree y no homeless porque tenpia sus responsabilidades que era trabajar y tocar música durante el día para vivir, cuidar a su perro, que tenía que cuidar su relación, como cualquier persona»., agrega.

Para Urenda, el problema es que «nos educan para ser consumista, como si eso fuera calidad de vida. Se nos ha educado que el consumo es la felicidad, cuando es lo completamente distinto, te estás haciendo dependiente cada vez de más cosas. La felicidad va por otro lado, por cosas muchas más básicas y mucho más humanas».

Además de Lucas Urenda, el libro fue un trabajo de Catherine Luco Soto que participó en la investigación y el texto, y de José Tomás González, quien ayudó en la investigación.
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