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La danza inclusiva, desafíos educativos y ciudadanos Opinión

La danza inclusiva, desafíos educativos y ciudadanos


Si pensamos en Sartre cuando dijo: «Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”, nos lleva a una esquina, donde
nuestras posibilidades se extienden justo en la medida de las capacidades que poseemos. Paralelamente, si observamos una
disciplina de la expresión humana con sus códigos y estructuras ineludibles como la danza, cuando plantea la técnica y las
condiciones. O si miramos a Olga Smirnova, solista del teatro Bolshói, que el 2013, con 25 años, fue galardonada con el premio a la mejor bailarina del mundo, liderando entre las 10 bailarinas de ballet más importantes del siglo XXI. Si desfallecemos o nos resignamos, difícilmente habrá más opciones que las mismas que se codificaron para cada uno antes de nacer.

En cambio Ángela Milena Bernal (2016) habla de la importancia de la danza inclusiva en la formación docente y expone a la danza contemporánea como buen punto de partida para la danza inclusiva, en este estilo, la moda es la libertad de movimiento, sin sucumbir al establecimiento de una sola técnica o una sola forma de baile, diversificando las posibilidades expresivas y nutriéndose de otras disciplinas de las artes escénicas, sin duda entendiendo cada parte del cuerpo como un instrumento para comunicar.

En la educación física de Amavet, el cuerpo es importante ya que es educable, aun cuando el fin en la educación no es el cuerpo, es el hombre, entonces a momentos no todo está escrito.

Gracias a la psicomotricidad tomamos conciencia de nuestro propio cuerpo, de nuestros límites y limitaciones, de nuestras
capacidades y de la influencia que estas tienen en nosotros y los demás. La conciencia de las sensaciones y percepciones que recibimos cuando nos movemos nos permiten comunicarnos y entender la realidad que se abre desde una esquina, no que se restringe a ella. Nuestro cuerpo nos permite dialogar con el mundo y este nos reconoce por nuestro movimiento.

El Certamen Coreográfico Escena Mobile en Sevilla, con 12 años de trayectoria exponencial, incluye en todas las coreografías que se presentan al menos un intérprete con discapacidad.

Barbara Villarroel Barraza en Copiapó, es bailarina profesional y liga su arte a la educación en Atacama. Entiende la danza como una herramienta para un desarrollo tridimensional o integral del individuo ya que a través de la danza se puede propiciar en los estudiantes, aprendizajes transversales y/o disciplinares. En una lógica pedagógica, la danza puede mostrar su versatilidad innata como un recurso para el aprendizaje. Asimismo la danza permite situar al individuo en un contexto social y diverso.

Para Barbara la educación en Chile tiende a sectorizar más que a integrar o hacer transdisciplinares los desafíos del currículum. Reconoce el poco desarrollo de las habilidades blandas en muchos estudiantes, el estatus subvalorado de la educación
artística y la invisibilización del cuerpo como código de lenguaje en la realidad social. Cada cuerpo humano desde su nivel molecular hasta el sistémico-ecológico y social, mantienen un movimiento constante, su propia danza única e irrepetible. En este sentido el concepto de la democratización del cuerpo rompe estereotipos asociados a la danza e invita a todos los cuerpos a danzar en un marco inclusivo y en un estado de derecho, explica.

Hablar de inclusión, políticas públicas y las de educación, proponiendo la danza inclusiva como medio que enfatiza la conciencia del cuerpo, valorando la expresión corporal innata en todos los seres humanos, obedeciendo a las posibilidades que todo individuo tiene para fortalecer su proceso individual y colectivo en la adquisición del conocimiento y fortalecimiento de la personalidad, es materia urgente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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