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Los talleres que buscan cambiar vidas gracias al amor por la cocina Inclusión

Los talleres que buscan cambiar vidas gracias al amor por la cocina

El placer de tener masa en sus dedos, de sentirse independientes, valorados y respetados, ayuda a que menores con algún grado de discapacidad puedan crecer sin traumas y entender que así como en la cocina, cada niño tiene su receta y tiempo de preparación.


Alejandra Jiménez es madre de un niño diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Por eso buscó un trabajo que le permitiera estar más cerca de él y de alguna manera aportar a su desarrollo y al de muchos más niños que tuvieran similares condiciones.

Así, el proyecto Cien por ciento cariño tiene como propósito crear espacios para los más pequeños del hogar, donde les está permitido equivocarse, ensuciarse y aprender mediante divertidos talleres de cocina, una instancia que le permite a cada niño conectar con su propio yo y aprender en base a sus propias capacidades y sin presiones.

Ella además de ser una madre activista por la inclusión, es pionera de los talleres, donde se busca potenciar la conexión entre los niños y el arte de la buena mesa. Algo común como cuando ellos disfrutan al cooperar en casa cuando un adulto prepara algo rico para la familia o cuando se les da una responsalibilidad en la preparación de la receta. Este sentido de la independencia les genera tanto placer como tener un pedazo de masa entre las manos.

Cocinar para incluir

Como cada niño es un mundo con características y necesidades particulares, Alejandra notó gracias a su experiencia y amor por la cocina, que crear productos con las propias manos y al ritmo de cada individuo genera muchos más efectos positivos de lo que se cree. «La gastronomía es todo un mundo por descubrir, nos enseña que las cosas requieren de un tiempo determinado, que el proceso es relevante en cuanto al resultado esperado, que el considerar un ingrediente en exceso no es un desacierto y que la creatividad puede ser a gusto.», afirma.

Para completar su receta, sostiene que el amor y respeto son claves para la enseñanza de los niños, más aún en sus talleres, donde logra conectar con distintos menores y sus diversas necesidades.

«A mí me encanta la cocina y desde mi pasión y experiencia encontré un propósito para aportar en esta sociedad. Yo era la niña que lloraba cuando se le caía un huevo y hoy soy la encargada de realizar los talleres para niños, para que sepan que nada terrible pasa con un huevo en el suelo. El objetivo es que ellos puedan descubrir un mundo lleno de sorpresas y sabores. Los niños si pueden, las niñas si son capaces, ellos en los talleres son felices e independientes, aprenden jugando y aprenden conceptos que los marcarán para toda la vida, como lo es; la paciencia, tolerancia, compañerismo y amor por lo que hacen», agrega.

Esta iniciativa en la actualidad sigue sumando adeptos. Se busca cambiar paradigmas en este proyecto que busca democratizar el sabor, donde los pequeños aprendan que quien demora más no es quien es menos capaz. Pasos claves para entender que la cocina es un espacio para crecer fuertes y sin traumas.

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