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Conversar con una IA para no sentirse solo: ¿Avance o advertencia? Opinión www.freepik.es

Conversar con una IA para no sentirse solo: ¿Avance o advertencia?

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Patricio Campos
Por : Patricio Campos CEO de Resility.
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De acuerdo con una de las últimas encuestas Cadem, un 25 % de los chilenos estaría dispuesto a conversar con una inteligencia artificial como ChatGPT para no sentirse solo. Lamentablemente, no se trata de una anécdota generacional ni de un fenómeno marginal. Es un síntoma de época y, sin dudas, un dato que debe preocuparnos. No por lo que la tecnología hace, sino por lo que revela sobre nuestras relaciones humanas.

Sabemos que hoy la inteligencia artificial está presente en múltiples ámbitos de la vida cotidiana. Desde el soporte al cliente hasta la educación, pasando por la salud mental y la productividad empresarial, los chatbots -interfaces conversacionales basadas en IA- han demostrado ser herramientas muy eficaces y de alto impacto. Pero, también están configurando nuevas formas de interacción que, si no se comprenden con suficiente profundidad, pueden derivar en efectos no deseados, especialmente a nivel emocional y social.

Los chatbots pueden simular conversaciones cada vez más fluidas, interpretar emociones a partir del lenguaje, y ofrecer respuestas sorprendentemente empáticas. Pero hay que ser claros. La empatía de una IA no es más que una simulación. Es decir, no hay conciencia, ni intención, ni comprensión real detrás de esa aparente calidez. La IA no siente. Y en el momento en que una persona recurre a una máquina para aliviar su soledad, esa distinción deja de ser técnica para transformarse en ética.

En varias ocasiones se ha dicho que el riesgo no está en la tecnología en sí, sino en cómo la usamos. Si una conversación con un modelo de lenguaje comienza a reemplazar, aunque sea parcialmente, el contacto humano, corremos el peligro de normalizar la desconexión. Y es que el silencio emocional de nuestros tiempos no se resuelve con respuestas automáticas, sino con relaciones genuinas, con la incertidumbre y riqueza que conlleva dialogar con otro ser humano.

Esto no implica demonizar la IA. Al contrario. Su aplicación responsable y estratégica puede y debe seguir transformando industrias y servicios. Pero también debemos evitar que se convierta en una solución de bajo costo emocional frente a problemas que requieren presencia, escucha real y empatía auténtica.

En los próximos años, la interacción con chatbots será cada vez más común, incluso inevitable. El desafío está en no dejar que eso debilite nuestras capacidades humanas más esenciales, como la empatía, el juicio, la creatividad y la conexión profunda con otros. Porque cuando conversar con una máquina se vuelve más sencillo que conversar con una persona, claramente no es la tecnología la que ha fallado, sino nosotros.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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