Opinión
Créditos: El Mostrador.
La colecta termina, pero el cuidado continúa
El mes de las personas mayores nos invita, cada año, a mirar de frente una realidad que muchas veces preferimos dejar en silencio: el envejecimiento ya no es un tema del futuro, sino del presente. Según el último Censo 2024, el 14 % de la población chilena tiene más de 65 años. Es un cambio demográfico profundo que nos desafía como país a repensar la manera en que cuidamos, acompañamos y valoramos esta etapa de la vida.
Durante agosto, en nuestra colecta “Súmale a mis años”, miles de personas se unieron para apoyar el cuidado de adultos mayores que viven en los hogares de la Fundación San Vicente de Paul. Esa generosidad nos ayuda a seguir entregando atención profesional y compañía a quienes más lo necesitan. Pero hay una verdad que no podemos olvidar: la colecta termina, el cuidado no.
Cuidar a una persona mayor supera, en promedio, el millón de pesos mensuales, si consideramos atención diaria y de salud, alimentación, acompañamiento en las actividades y apoyo emocional. Sin embargo, el costo más alto no es económico: es la soledad y la indiferencia.
El 49,2% de las personas mayores en Chile declara sentirse sola, y más de la mitad (55 %) está en riesgo de aislamiento social, según el Observatorio UC–Confuturo. Detrás de estas cifras hay una emergencia silenciosa que no aparece en los titulares, pero que erosiona día a día el tejido social.
En los hogares de nuestra fundación, el 89% de los residentes tiene algún grado de dependencia. Eso significa que cada día, cientos de cuidadores, terapeutas, kinesiólogos, enfermeras y voluntarios se disponen, en cuerpo y alma, para acompañar la fragilidad. Son ellos quienes sostienen la vida en sus gestos más concretos: en un baño asistido, en una comida entregada con paciencia, en una conversación que devuelve el sentido. Cuidar es una forma de amar, y ese amor silencioso sostiene el país más de lo que imaginamos.
Hace unos días celebramos en la Catedral de Santiago el Jubileo de las personas mayores, junto con otras instituciones que trabajan en su cuidado, como Fundación Las Rosas y Hogar de Cristo. En su homilía, el cardenal Chomalí nos dijo que, sin nuestra labor, Chile sería distinto. Tendría menos corazón.
Como sociedad, aún no estamos a la altura del cambio que estamos viviendo. Las políticas públicas siguen fragmentadas, las familias se sienten solas ante la dependencia de sus mayores y la cultura del rendimiento nos hace olvidar que envejecer es un destino que compartimos. No hablamos del futuro de otros, hablamos del nuestro.
Por eso, en este mes de las personas mayores es bueno recordar que nuestro compromiso no se detiene con la colecta. Cada peso recibido se traduce en acompañamiento, salud, alimentación y contención. Invitamos a todos a ser parte permanente de esta gran misión, ya sea como socios, voluntarios o simplemente, como personas que deciden mirar a los mayores con respeto.
El desafío es acompañar la vida que aún queda por vivir, para que sea plena y feliz. Porque cuando cuidamos a quienes nos cuidaron, estamos también construyendo el país en el que algún día queremos envejecer.