Más de 100 ciudades se han comprometido a lograr ambiciosos objetivos climáticos para 2030. Los planes van desde el transporte público gratuito para jóvenes en Oporto, hasta el cierre de centrales de carbón en Helsinki.
Las ciudades son el motor del cambio climático: consumen el 65% de la energía del planeta y producen el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global.
Y a menudo son una de sus mayores víctimas: sus residentes se sofocan en entornos de hormigón debido al “efecto isla de calor”.
Se prevé que para 2050 la población urbana se duplique, lo que significa que la huella climática de las ciudades podría dispararse a menos que se reconfigure la forma en que las planificamos, las alimentamos y nos desplazamos por ellas.
Como parte de una iniciativa de la UE, 112 ciudades esperan estar a la altura del reto. 100 de toda la UE y 12 de países asociados, como el Reino Unido y Turquía, fueron seleccionadas para recibir apoyo en sus esfuerzos por reducir rápidamente el uso de combustibles fósiles y garantizar que cualquier emisión inevitable pueda ser absorbida por la naturaleza o eliminada mediante tecnologías de captura de carbono. En otras palabras, llegar a cero en 2030.
En comparación, la mayoría de los países no están alcanzando la reducción del 45% de las emisiones que, según los científicos, es necesaria para finales de la década si el mundo quiere evitar los efectos más catastróficos del cambio climático.
Las ciudades que participan reciben ayuda técnica y apoyo para atraer inversiones. También se les anima a elaborar hojas de ruta detalladas, para cuya consecución la UE calcula que se necesitarán unos 650.000 millones de euros (más de 700.000 millones de dólares) en inversiones, principalmente del sector privado.
Thomas Osdoba, director del programa NetZeroCities, un proyecto financiado por la UE que apoya la iniciativa de las ciudades, afirma que muchas de las seleccionadas comparten retos similares, como edificios antiguos difíciles de modernizar, una planificación urbana centrada en el automóvil, una infraestructura renovable limitada, así como las limitaciones de las políticas nacionales y la lentitud de los ciclos de inversión.
Sin embargo, Osdoba destaca a Helsinki como ejemplo de cómo convertir las ambiciones climáticas en realidad. Aunque Finlandia se ha comprometido a la neutralidad climática para 2035, su capital pretende alcanzarla en 2030 mediante una reducción del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Hasta ahora, han reducido casi a la mitad las emisiones desde 1990.
Como ocurre en la mayoría de las ciudades, la calefacción y el transporte son las principales fuentes de emisiones de Helsinki. A lo largo del próximo año, tras cerrar la segunda de sus dos centrales de carbón, la capital finlandesa se propone reducir drásticamente sus emisiones de calefacción y pasar a mantener caliente la ciudad mediante una combinación de calderas eléctricas, bioenergía y bombas de calor.
La empresa energética encargada de la calefacción urbana es propiedad de Helsinki, y la decisión de cerrar las centrales ilustra lo “ágiles” que pueden ser las ciudades en la acción climática, explicó Hanna Wesslin, directora de clima de la ciudad de Helsinki.
La capital también pretende hacer frente al transporte, la segunda mayor fuente de emisiones, fomentando el uso de vehículos eléctricos y desarrollando la red de recarga, así como ampliando su sistema público de tranvías.
En Oporto (Portugal), cambiar las actitudes hacia el transporte público es un gran objetivo, explicó Filipe Araujo, vicealcalde de la ciudad y responsable de la oficina de medio ambiente y transición climática. El transporte representa el 40% de las emisiones de la ciudad.
Araujo dijo que las mayores inversiones de los próximos años se destinarán a la movilidad, incluida la ampliación de la red de metro con dos nuevas líneas y la electrificación del 40% de los autobuses públicos para 2027.
Añadió que la reducción del coste del pasaje mensual de transporte a 30 euros y su gratuidad para los menores de 23 años ha tenido un gran impacto, duplicando el número de jóvenes de 13 a 18 años que utilizan el transporte público.
Oporto está invirtiendo también en garantizar que todas las viviendas sociales tengan energía solar en sus tejados, añadió Araujo. “Esto es muy importante para nosotros, porque también aborda la pobreza energética”.
Millones de personas en toda Europa no pueden permitirse suficiente energía para alimentar adecuadamente los servicios básicos de sus hogares, como la calefacción, el agua caliente y la iluminación.
Pero con sólo unos pocos años por delante y mucho dinero aún por invertir, ¿hasta qué punto son realistas estos objetivos? Osdoba es optimista y cree que un buen número de ciudades alcanzarán el objetivo de cero emisiones netas antes de 2030; y las que no lo logren, estarán mucho más cerca de conseguirlo de lo que habrían estado de otro modo. Varsovia, una de las cinco ciudades polacas implicadas, es un ejemplo de ello.
“Francamente, es imposible que seamos climáticamente neutros en 2030”, dijo Jacek Kisiel, subdirector del departamento de protección del aire y política climática de Varsovia, explicando que la ciudad depende de una red de calefacción estatal alimentada por combustibles fósiles, que siguen produciendo la mayor parte de la energía de Polonia. “Pero aun así, tenemos la ambición”, dijo Kisiel.