
Del residuo al valor: Chile frente a la oportunidad de liderar
Este 17 de mayo se conmemora el Día Mundial del Reciclaje y mientras buena parte del mundo retrocede o se paraliza en materia ambiental, los chilenos tenemos frente a nosotros una ventana que no deberíamos dejar pasar. Contamos con dos leyes clave —la de Plásticos de un Uso y la de Responsabilidad Extendida del Productor (REP)— que, si las entendemos bien, podrían convertirnos en un laboratorio mundial de economía circular.
Sin embargo, hay un componente crítico que no podemos seguir ignorando: los residuos orgánicos. Representan más del 50% de la basura que generamos diariamente en nuestros hogares, y su gestión inadecuada contribuye significativamente a la generación de metano, un potente gas de efecto invernadero. A pesar de su magnitud, hoy reciclamos menos del 1% de estos residuos.
El punto es que no basta con reciclar más. Ni con prohibir bombillas. El desafío es mucho más profundo: repensar cómo producimos, diseñamos y consumimos. La circularidad no es una moda verde. Es una estrategia empresarial robusta. Según el reciente informe del World Economic Forum, las empresas que apuestan en serio por este modelo logran reducir emisiones, contener costos, ganar resiliencia y —aquí viene lo interesante— abrir nuevas líneas de ingresos.
Entonces, ¿por qué seguir viendo estas normativas como una carga? Chile no puede continuar atrapado en la lógica del “cumplir por cumplir”. La invitación es a convertir la ley en un motor. En un acelerador de innovación, alianzas público-privadas y nuevos clústeres productivos donde convivan pymes, startups tecnológicas y grandes empresas. No se trata de ideología, se trata de visión.
Sí, los desafíos son reales: residuos complejos, plásticos mal rotulados, la necesidad de infraestructura. Pero también lo es el potencial: crear empleos, sofisticar la economía, escalar modelos de reutilización y extender la vida útil de los productos. ¿Por qué no pensar, por ejemplo, en servicios de arriendo o pago por uso que ya están funcionando en otros mercados?
No partimos de cero. Ya lo hicimos con el cobre verde, con el hidrógeno limpio, con las energías renovables. Hemos probado que cuando Chile se pone en serio, puede jugar en ligas mayores. Y este es un momento político y empresarial ideal para volver a hacerlo. Para instalar nuevas plantas de reciclaje, diseñar productos reparables y posicionarnos como exportadores de soluciones circulares.
Pero ojo: no se trata de pedirle al Estado que lo resuelva todo, ni de esperar que el mercado lo haga solo. Se necesita una colaboración radical. Más incentivos. Más exigencias claras. Más voluntad de las empresas para ver la rentabilidad donde antes veían residuos.
Chile tiene el talento, las leyes avanzadas y el contexto adecuado. Solo falta decidirnos. No para seguir el camino de otros, sino para abrir uno nuevo. Uno que mire la sostenibilidad no como un deber buenista, sino como una ventaja competitiva.
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