
Día Mundial de las Ballenas y los Delfines: caza, amenazas y llamado urgente a proteger los cetáceos
Cada 23 de julio se conmemora el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines, recordando la moratoria de 1986 que frenó la caza comercial. Sin embargo, estas especies aún enfrentan graves amenazas como pesca industrial, colisiones navales y la persistencia de la caza “científica” en algunos países.
Cada 23 de julio se celebra el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines, una fecha establecida por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) para conmemorar la moratoria sobre la caza comercial de ballenas, adoptada en 1986 como un hito en la protección de estas especies.
Esta histórica medida permitió salvar la vida de miles de cetáceos. No obstante, hoy ballenas y delfines continúan enfrentando serias amenazas, como la pesca industrial, las colisiones con embarcaciones, la contaminación acústica y el deterioro de sus hábitats naturales.
La caza de ballenas persiste entre disputas y vacíos legales
Pese a que han pasado décadas desde la histórica moratoria, aún hay países que insisten en cazar ballenas sin mayores reparos. El problema de fondo es la falta de consenso dentro de la Comisión Ballenera Internacional: los votos están divididos casi en partes iguales entre quienes defienden la protección de los cetáceos y quienes respaldan su caza, lo que ha impedido alcanzar un acuerdo definitivo.
Cada año, más de 300.000 ballenas, delfines y marsopas mueren atrapados en redes de pesca industrial. El 91 % de sus zonas clave de alimentación y reproducción se superpone con rutas marítimas, lo que incrementa el riesgo de colisiones fatales. Además, la pesca del kril, esencial en la dieta de muchas ballenas, continúa en expansión para satisfacer la creciente demanda de suplementos y alimento para acuicultura. A esto se suma la persistencia de la llamada caza “científica”, aún permitida en países como Japón, pese a estar prohibida en gran parte del mundo.
Otro punto clave es que los países que aún practican la caza de cetáceos suelen justificarla bajo el argumento de fines científicos, no comerciales. Sin embargo, numerosos registros —especialmente desde Japón— muestran crudas imágenes de matanzas masivas de delfines, lo que contradice abiertamente ese discurso.
La lucha contra la caza de ballenas: décadas de avances y retrocesos
El conflicto en torno a la caza de ballenas no es reciente. Ya antes de la Segunda Guerra Mundial, los propios faeneros comenzaron a notar una drástica disminución en las poblaciones de cetáceos, lo que amenazaba directamente la continuidad de su actividad comercial. Fue entonces cuando surgieron los primeros intentos de regulación, impulsados por la Liga de Naciones.
Sin embargo, recién en 1972, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, se aprobó una moratoria de diez años para frenar la caza y permitir la recuperación de las especies. Aun así, la presión continuó, lo que llevó a la Comisión Ballenera Internacional (CBI) a establecer en 1986 una prohibición definitiva sobre la caza comercial de ballenas.
Pese a esta histórica resolución, la normativa se sigue vulnerando. Japón es el principal país que, de manera explícita, se rehúsa a abandonar la caza de ballenas y delfines. Incluso celebra rituales ligados a esta práctica, como la polémica matanza anual de delfines en Taiji, que se extiende entre septiembre y abril, y que cada año genera indignación a nivel global.
Impacto oculto del consumo de mariscos: un llamado urgente a cambiar la alimentación
Muchas personas creen que dejar de consumir carne de vaca o cerdo es suficiente para contribuir al bienestar animal y al cuidado del planeta. Sin embargo, el consumo de peces, mariscos y otros animales marinos también conlleva consecuencias ambientales y éticas profundas.
Por cada kilo de pescado capturado, se estima que se descartan hasta cinco kilos de otras especies, entre ellas delfines, tortugas y aves marinas atrapadas incidentalmente en las redes. A esto se suma que, según la FAO, el 90 % de las poblaciones de peces del mundo están sobreexplotadas o al borde del colapso.
El comercio mundial de productos del mar, además, perpetúa prácticas altamente destructivas como la pesca de arrastre, que arrasa los fondos oceánicos, destruye hábitats y pone en jaque la biodiversidad marina.
Ante esta realidad, Fundación Veg presenta una propuesta clara y accesible: cambiar la alimentación dejando de consumir animales, incluidos los marinos, y optar por una dieta basada en plantas. Para ello, invita a sumarse a su desafío gratuito de 30 días, Veggie Challenge, que anima a explorar un estilo de vida 100 % vegetal.
“Las ballenas y los delfines nos fascinan por su inteligencia, su sensibilidad y su rol vital en los ecosistemas marinos. Pero cada vez que se consume pescado o mariscos, se esta contribuyendo —aunque no lo veamos— a la destrucción de sus hábitats y a la muerte de miles de ellos como captura incidental. Cambiar nuestra alimentación no solo es posible, también es urgente”, explica Jesica Bon Denis, directora de Comunicaciones de Fundación Veg.