Con la mala evaluación y las críticas hacia el transporte público, las irrupción de estas alternativas tecnológicas son cada vez más valoradas y demandadas por los usuarios.
La tensión por el rechazo de los taxistas al funcionamiento en el país de servicios como Uber y Cabify sigue inalterable, mientras desde el gobierno todavía no surge una propuesta clara para regular este mercado, más allá de la posición de las autoridades respecto a la ilegalidad en la que incurren quienes prestan los servicios que ofrecen estas aplicaciones.
Lo cierto es que la innovación en este mercado llegó para quedarse, sobre todo porque sistemas como la geolocalización, que permite tarifas inalterables entre un tramo y otro, tienen una muy buena aceptación por parte de los usuarios que ya estaban cansados de depender de la buena suerte a la hora de subirse a un automóvil negro con techo amarillo. Y es que con las apps, triquiñuelas como el cobro excesivo a turistas, las rutas más extensas para extender el precio final o engaños como el denominado «cambiazo», debieran quedar en el olvido.
El gremio de los taxistas ha hecho esfuerzos por ponerse a la altura y se ha integrado a aplicaciones como Easy Taxi o Safer Taxi que, tal como su competencia, le permiten al usuario conocer los datos del vehículo y conductor que los va a trasladar, e incluso el pago de la carrera con una tarjeta de crédito.
La pugna, sin embargo, está lejos de terminar sin una regulación clara que se haga cargo del fondo del asunto y que tiene que ver con que los ciudadanos cuenten con un servicio, cómodo, eficiente y confiable.
