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Los Premios Ig Nobel: elogio a las investigaciones ridículas CIENCIA

Los Premios Ig Nobel: elogio a las investigaciones ridículas

Se han entregado 10 anualmente desde 1991 a modo de parodia de los verdaderos premios Nobel. Son extraordinariamente tontos, pero las investigaciones que resaltan podrían decirnos algo sobre el mundo.


Por Tim Harford

Enhorabuena a Oliver Hart y Bengt Holmstrom, ganadores del Premio Nobel Conmemorativo de Economía. Aunque la economía no recibe un Premio Nobel en todo el sentido de la palabra, varios excelentes científicos sociales lo han ganado a lo largo de los años, incluyendo cierto número de personas que no son economistas, desde Herbert Simon y John Nash hasta Daniel Kahneman y Elinor Ostrom.

Pero esta semana, prefiero hablar de otro premio: el Premio Ig Nobel de economía. Los Premios Ig Nobel son tremendamente tontos: han sido otorgados por un estudio de la forma de caminar de los dinosaurios que incluyó atar varillas de diferentes pesos a unos pollos (el premio de biología), por el estudio de los pies apestosos (el premio de medicina) y por averiguar por qué las cortinas de la ducha tienden a doblarse hacia adentro cuando tomamos una ducha (el premio de física).

Pero uno de los encantos de los Premios Ig Nobel es que estas ridículas investigaciones realmente podrían decirnos algo sobre el mundo. David Dunning y Justin Kruger recibieron un Premio Ig Nobel en Psicología por su descubrimiento de que las personas incompetentes raras veces se dan cuenta de que son incompetentes; ahora se menciona mucho el efecto Dunning-Kruger. Dorian Raymer y Douglas Smith ganaron un Premio Ig Nobel de Física por su descubrimiento de que los cabellos y las cadenas tienen cierta tendencia a enredarse, probablemente una importante línea de investigación en la comprensión de la estructura del ADN. El caso más famoso, el Premio Ig Nobel de física de Andre Geim por hacer levitar una rana viva fue seguido rápidamente por un Premio Nobel verdadero en el mismo campo por el descubrimiento del grafeno.

Una caprichosa curiosidad por explicar el mundo es algo que se debe estimular. No es de extrañar que el credo de los Premios Ig Nobel es que deben hacernos reír, y luego pensar. En 2001, el comité de los Premios Ig Nobel hizo exactamente eso, otorgándole el premio de economía a Joel Slemrod y Wojciech Kopczuk, quienes demostraron que las personas intentan postergar sus propias muertes para evitar los impuestos sucesorios. Esto pone de manifiesto un punto importante sobre el poder de los incentivos, y, desde entonces, el patrón se ha descubierto en otros lugares.

Por desgracia, la mayoría de los Premios Ig Nobel de economía provocan poco más que una risa de desdén. Se han otorgado a Nick Leeson y el Banco Barings, al Banco Kaupthing de Islandia, a AIG, a Lehman Brothers, y a muchos más. El primer premio de economía le fue otorgado a Michael Milken, uno de los inventores de los bonos basura. Se encontraba en prisión en el momento.

Aún así, ¿seguramente debe haber algo en la economía que es ridículo en la superficie, pero sugerente si se profundiza un poco?

¿Dónde está el premio a Dean Karlan y Chris Udry? Estos dos valientes profesores de Yale querían averiguar si la falta de acceso a los seguros para cultivos era nociva para la productividad agrícola de Ghana, por lo que establecieron una compañía de seguros, les vendieron seguros a los agricultores de Ghana, y accidentalmente se pusieron en una posición en la que se habrían visto obligados a pagar medio millón de dólares si no llovía en Ghana. (Final feliz: sí llovió. Además, los seguros para cultivos son muy útiles).

Los psicólogos Bernhard Borges, Dan Goldstein, Andreas Ortmann y Gerd Gigerenzer descubrieron que podían preparar una cartera de acciones que superara las expectativas del mercado abordando a personas paradas en las esquinas de las calles, mostrándoles una lista de nombres de compañías y preguntándoles cuáles reconocían. Sin duda alguna, un estudio digno de un Premio Ig Nobel en finanzas.

Otro psicólogo, Dan Ariely, ya compartió un Premio Ig Nobel de medicina en 2008 por demostrar que los placebos caros funcionan mejor que los placebos baratos. Pero en un estudio reciente junto con Emir Kamenica y Drazen Prelec — y descrito en el próximo libro de Ariely titulado Payoff — Ariely les pagó a varias personas para construir robots de Lego. El objetivo de los investigadores: examinar la naturaleza del lugar de trabajo moderno desarmando los robots de Lego frente a los ojos de los sujetos, para ver si podían desanimarlos. (Sí pudieron.) Hay un Premio Ig Nobel en gestión que pronto se debe otorgar.

Richard Thaler merece un Premio Ig Nobel en economía por su clásica columna Anomalías, en la que les preguntó a sus colegas economistas una serie de preguntas que parecen sencillas, pero que a los economistas les resultan enormemente difíciles de responder. ¿Por qué los bancos de inversión pagan salarios altos incluso a los recepcionistas? ¿Por qué la gente paga de más en las subastas? ¿Por qué la gente a menudo es amable entre sí? Si el comité del Premio Ig Nobel quiere repetir el truco de Andre Geim, debería darse prisa: el Sr. Thaler bien podría ganar el Premio Nobel de economía antes de que se le otorgue su Premio Ig Nobel.

Pero mi candidato preferido para un Premio Ig Nobel de economía es Thomas Thwaites. Hace unos años el Sr. Thwaites se dio a la tarea, aparentemente simple, de replicar desde cero una barata tostadora (precio minorista: £3.99). Fundió hierro en un microondas, intentó producir plástico a partir de almidón de papa, y, en general, hizo un tremendo desastre. Su tostadora costó £1,187.54, parecía un pastel de cumpleaños mal decorado y se derritió en cuanto la enchufaron a la red eléctrica. («Fue un éxito parcial,» dice el Sr. Thwaites).

El proyecto de la tostadora del Sr. Thwaites nos dice más sobre la brillantez y la complejidad de la vertiginosa economía mundial interconectada que cualquier libro de texto. Es un favorito para el Premio Ig Nobel de economía. Sin embargo, de forma incomprensible, el comité del Premio Ig Nobel le otorgó el premio de este año en biología, no en economía, por haber intentado vivir la vida vestido como una cabra. Qué tontos.

Se han entregado 10 anualmente desde 1991 a modo de parodia de los verdaderos premios Nobel. Son extraordinariamente tontos, pero las investigaciones que resaltan podrían decirnos algo sobre el mundo.

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