
Actualmente, estamos rodeados de cánones de belleza que nos entregan las revistas internacionales y las modelos de alta costura, quienes en su mayoría lucen rostros “perfectos” en portadas de revistas, Facebook, e instagram, generando que muchos quieran seguir sus pasos sin imaginar que, generalmente, hay de por medio maquillaje o herramientas digitales que ayudan a lucir esa mal llamada perfección.
Esto, sumado a la epidemia de selfies, ha desatado una verdadera obsesión por la imagen, llevando a que muchos quieran someterse a tratamientos o intervenciones quirúrgicas para corregir ciertos detalles que revelan las cámaras, principalmente en rostro y cuello, lo que ha hecho aumentar considerablemente las consultas por este tipo de procedimientos.
Sin embargo, muchos no reparan en un aspecto no menor: las fotografías que se suben a las Redes Sociales en ocasiones muestran una imagen distinta de lo que autopercibe la persona, ya que son una verdadera lupa para las imperfecciones, distorsionando así la imagen real, lo que no sólo ocurre en los jóvenes, ya que es algo transversal en todas las edades.
La necesidad de mantenerse vigentes en el ambiente laboral, familiar o social, ha desatado esta real locura por la imagen, ya sea a través de intervenciones quirúrgicas o procedimientos de corto plazo, lo que muchas veces puede salirse de control si no somos bien asesorados.