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Ciudades en contracción: el declive de población en zonas industriales deprimidas

Ciudades en contracción: el declive de población en zonas industriales deprimidas

El inusual enfoque de Pittsburgh ofrece esperanzas a otras zonas urbanas que sufren los efectos de la desindustrialización.


Por Kate Allen*

La ciudad de Yichun, en la región de Heilongjiang en el noreste de China creció en sólo décadas de un puesto de avanzada cubierto de maleza cerca de la frontera rusa hasta convertirse en una ciudad próspera, gracias a su industria principal: la tala de árboles. Más recientemente, Yichun ha comenzado a tener dificultades; su población disminuyó en 111,000 habitantes entre 2005 y 2015, según datos de la ONU. Décadas de deforestación insostenible ya han pasado factura.

Ahora la ciudad está clasificada como una de las ciudades chinas de «recursos agotados», y la falta de capa vegetal provoca inundaciones devastadoras.

Yichun no está sola en sus luchas económicas. El año pasado China anunció un paquete de apoyo financiero de cinco años para la zona industrial deprimida en el noreste para ayudar a las ciudades de «recursos agotados» a lidiar con quiebras y cubrir los costos de limpieza ambiental.

El ascenso económico de Yichun fue similar a los auges que han disfrutado las generaciones anteriores de ciudades industrializadas, extendiéndose desde los primeros casos de la revolución industrial en lugares como los pueblos algodoneros del noroeste de Inglaterra.

Sin embargo, algunas ciudades emergentes, como Yichun, han empezado a ponerse al día con sus contrapartes en el mundo desarrollado de otra manera también: sus economías han llegado a su punto máximo y están desindustrializándose.

El mundo se está urbanizando rápidamente; por primera vez en la historia humana más de la mitad de la población vive en zonas urbanas y esa cifra aumentará a dos tercios para el año 2050. Como resultado, la mayoría de los pueblos y las ciudades se están expandiendo.

Para aquellas cuyas poblaciones decrecientes rompen con la tendencia mundial, la razón más común es la desindustrialización.

Las ciudades decrecientes en los países desarrollados se concentran en un puñado de áreas de todo el mundo, tales como el Cinturón de Óxido de EEUU y el corazón industrial de Alemania. Estos lugares fueron unos de los primeros en industrializarse en el mundo, pero han tenido dificultades en las últimas décadas para averiguar qué hacer después de que los empleos industriales y de manufactura se hayan trasladado a otros lugares.

La salida de las industrias puede tener amplios efectos en los barrios urbanos, conforme disminuye la demanda de vivienda lo cual provoca una caída en los precios de los inmuebles. Los barrios con los precios más bajos sufren el declive de población más pronunciado, pero los ingresos de los hogares caen más bruscamente en áreas con precios medios de las propiedades, de acuerdo a la investigación en varias grandes ciudades del Cinturón de Óxido de EEUU, publicada por el Banco de la Reserva Federal de Cleveland en 2013. Estos patrones fueron «el reverso de un proceso de gentrificación», indicó.

Incluso en áreas donde los precios de los inmuebles no disminuyen, el volumen de ventas puede caer dado que se agota el suministro de nuevos compradores.

Un caso típico es el de Pittsburgh, la «Ciudad de Acero» de EEUU. Su poderío industrial constituyó la base de la gran riqueza del filántropo Andrew Carnegie. En 1901 la venta de su imperio de acero hizo de Carnegie el hombre más rico del mundo, sin embargo, sólo unas pocas décadas más tarde, Pittsburgh ya estaba en declive.

Recesiones, cierres, quiebras y despidos se convirtieron en la norma a partir de 1960 conforme las nuevas tecnologías, la deslocalización y la competencia de los fabricantes extranjeros consumían los empleos locales. Pittsburgh estaba sufriendo la dolorosa plaga de la desindustrialización.

Desde un pico de 676,000 habitantes en 1950, la población de la ciudad de Pittsburgh — excluyendo sus suburbios — cayó casi un 50 por ciento en las siguientes cuatro décadas. En su peor momento, la ciudad estaba perdiendo casi 10,000 personas por año.

«Nos convertimos en el segundo lugar con más ancianos en EEUU porque muchos jóvenes se estaban yendo», dice Tom Murphy, quien fue alcalde de Pittsburgh entre 1994 y 2006.

La transformación de Pittsburgh da esperanza a pueblos y ciudades de todo el mundo que están experimentando un declive postindustrial. Durante su tiempo en el cargo, Murphy encabezó un ambicioso y polémico plan de regeneración en el que la ciudad compró terrenos deteriorados del centro urbano y utilizó una mezcla de demolición, subvenciones públicas y acuerdos de desarrollo para regenerarlos.

Siguiendo el espíritu del lema de la famosa urbanista Jane Jacobs de «las nuevas ideas necesitan viejos edificios», la ciudad transformó filas de acerías vacantes en modernas áreas de trabajo para atraer a empresas tecnológicas, artistas y otros profesionales creativos.

Para pagarlo, Murphy despidió a miles de empleados municipales. Sin embargo, es una medida que él defiende, diciendo: «Éste es el reto que enfrentamos: ¿debemos gastar todo nuestro dinero en el presente o debemos invertirlo en el futuro? Tienes que hacer una elección fundamental: ¿deseas ser amado o ser eficaz? Si deseas ser amado, probablemente no vas a ser audaz».

Hay señales de que la estrategia de Pittsburgh está rindiendo frutos. En los últimos cinco años su población se ha estabilizado, y en 2015 la revista Metropolis la nombró una de las 11 ciudades más habitables del mundo.

Muchos otros lugares no están cambiando con la rapidez suficiente como para paliar las dramáticas consecuencias políticas que un descenso descontrolado pueden acarrear. El mundo se dio cuenta de las consecuencias de la desindustrialización en la elección presidencial estadounidense del año pasado, cuando el sorprendente respaldo de los estados del Cinturón de Óxido al rebelde republicano Donald Trump provocó un terremoto político.

Trump aprovechó con éxito la ansiedad económica de los votantes en las zonas de declive industrial quienes se sintieron ignorados por la clase política de Washington durante demasiado tiempo.

Un sentimiento similar de dislocación en las antiguas zonas industriales de la región de las Midlands y del norte de Inglaterra ayudó a impulsar la victoria de la campaña a favor de abandonar la Unión Europea en el referéndum británico del año pasado.

Un polémico artículo sobre la ciudad de Hull en The Economist en 2013 instó a las autoridades a admitir que estaban luchando contra fuerzas implacables y a abandonar estos lugares, en lugar de continuar invirtiendo dinero en forma de beneficios y proyectos de regeneración.

Sin embargo, los ocupantes de estas áreas aún tienen un voto, y los cataclismos políticos recientes muestran que muchos de ellos están dispuestos a utilizarlo. Eso debería ser prueba suficiente, si fuera necesario, para apoyar el argumento de que, en lugar del abandono, las zonas en proceso de desindustrialización necesitan ayuda para encontrar su camino hacia un futuro económico positivo.

En la zona industrial deprimida de Alemania, o Ruhrgebiet, la diversificación de la industria pesada en campos altamente cualificados asociados, tales como la ingeniería, desde la década de 1980 ha ayudado a revitalizar una de las mayores bases de poder industrial de Europa.

Las autoridades locales desempeñaron un papel importante mediante la modificación de su política económica para fomentar las tecnologías emergentes, especialmente las ambientales, según un estudio de 2004 realizado por el geógrafo económico holandés Gert-Jan Hospers.

La región se concentró en el desarrollo de nuevas industrias relacionadas con sus industrias en declive ya existentes, en lugar de cambiar a un campo completamente diferente, reveló. El gobierno local de Ruhr también desplazó su atención de intentar atraer inversiones extranjeras a cultivar en cambio las empresas y el talento locales; y una política de descentralización se sumó al enfoque de la «renovación desde adentro».

Esto refleja un consejo que Tom Murphy tiene para otras zonas que enfrentan la desindustrialización: aprovechen sus fortalezas. «Los pueblos y las ciudades tienen que ser brutales en la forma de pensar acerca de cuáles son sus ventajas competitivas. Cada ciudad tiene su lugar, pero puede ser una conversación muy brutal sobre cuál es; no se tiene ser necesariamente lo que se desea ser».

Es un punto de vista que comparte Gordon McGranahan, un investigador del Instituto de Estudios de Desarrollo en el Reino Unido, quien se especializa en la urbanización. «Todo el mundo quiere decir «nos convertiremos en un centro de alta tecnología, tenemos unos bonitos edificios antiguos'», dice. «Pero a las ciudades se les obliga cada vez más a competir unas con otras y eso no es necesariamente algo bueno».

En lugar de perseguir ambiciosas estrategias de inversión interna para atraer empresas, él sugiere que las zonas en declive se enfoquen en apelar a los trabajadores educados y altamente calificados que las compañías quieren atraer. «Creen ciudades en las que la gente quiera vivir y si hacen eso, las industrias vendrán», dice.

El argumento de McGranahan se hace eco de la obra de Richard Florida, el teórico urbano cuyo concepto de la clase creativa sugirió que las zonas con una elevada proporción de ciudadanos bohemios y creativos eran económicamente más desarrolladas. Las ciudades deben concentrarse en atraer a estas personas, en lugar de financiar grandes y nuevos desarrollos, argumentó Florida

Esta sugerencia puede funcionar en lugares con una situación demográfica favorable donde hay abundantes trabajadores, pero los países con descenso de población necesitan otras medidas políticas.

En Japón y Corea del Sur, las poblaciones están envejeciendo y disminuyendo, y el efecto es particularmente pronunciado en ciertos lugares. Kitakyushu, que se encuentra en la punta norte de la isla Kyushu, al sur de Japón, ha sido una de las principales áreas industriales del país desde que abrió su primera acería en 1901. Sin embargo, cayó en decadencia a partir de los años setenta y su población disminuyó en 72,000 habitantes en la década hasta 2015.

La ciudad se está enfocando ahora en nuevas industrias automotrices y la producción de semiconductores, y en las industrias de alta tecnología incluyendo los robots industriales y biotecnológicos. Ha comenzado un importante esfuerzo de limpieza ambiental y la ciudad tiene en la mira las tierras en desuso y las propiedades desocupadas en un intento de revertir la tendencia a la baja en sus densidades residenciales.

Los intentos de estas ciudades de utilizar la regeneración urbana para crear un segundo acto económico a la luz del declive demográfico encierra lecciones para otros lugares que están experimentando un fuerte crecimiento; muy probablemente, la desindustrialización podría ser su destino en las próximas décadas. Eso se debe a que actualmente la desindustrialización está avanzando con mayor velocidad en el mundo en desarrollo que en las ciudades que se urbanizaron anteriormente.

Conforme los milagros económicos actuales producen una rápida urbanización en Asia y África, las autoridades de las ciudades deberían estar atentos a los esfuerzos de las ciudades como Pittsburgh; será útil cuando les llegue el momento de desindustrializarse.

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