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El cansancio extremo no es flojera: impacto del Síndrome de Fatiga Crónica en el bienestar laboral Salud Créditos: Cedida

El cansancio extremo no es flojera: impacto del Síndrome de Fatiga Crónica en el bienestar laboral

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El Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) es una condición real y debilitante que afecta a trabajadores en silencio, y que muchas veces es confundida con desmotivación o falta de compromiso.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
El Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) es una condición real y poco visibilizada que impacta profundamente el bienestar laboral, emocional y físico de quienes la padecen. Muchas veces confundido con flojera o desmotivación, el SFC se manifiesta como un cansancio extremo y persistente que no mejora con el descanso y puede durar más de seis meses. Especialistas alertan sobre sus consecuencias para la salud mental y organizacional, destacando la importancia de que las empresas tomen acciones concretas para detectar y acompañar a sus colaboradores.
Desarrollado por El Mostrador

El agotamiento constante que muchas personas experimentan no siempre se debe al estrés cotidiano ni a una mala noche de sueño. En algunos casos, este cansancio persistente puede ser señal de una condición médica conocida como Síndrome de Fatiga Crónica (SFC), una enfermedad compleja que afecta profundamente el bienestar físico, emocional y laboral.

El SFC se caracteriza por una fatiga intensa y prolongada, que dura al menos seis meses, no mejora con el descanso y suele ir acompañada de otros síntomas como trastornos del sueño, dificultades cognitivas, dolor muscular y alteraciones emocionales. A diferencia del agotamiento pasajero, esta condición interfiere significativamente en las actividades diarias y en el rendimiento profesional.

Un contexto preocupante para el mundo del trabajo

En América Latina, 4 de cada 10 trabajadores presentan síntomas de ansiedad o depresión, y solo la mitad accede a atención profesional oportuna, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS). En Chile, un estudio realizado por Laborum en 2024 reveló que el 89% de los trabajadores manifiesta síntomas asociados al síndrome de burnout, una condición ligada al estrés laboral crónico.

Si bien el burnout y el SFC no son lo mismo, comparten signos como el agotamiento persistente y la disminución del rendimiento, lo que podría estar invisibilizando casos de Síndrome de Fatiga Crónica dentro de los espacios de trabajo.

Por su parte, datos recientes del asistente virtual MHAITE, desarrollado por Grupo Cetep, revelan que 4 de cada 10 trabajadores evaluados en distintas organizaciones han sido derivados a atención psicológica, reflejando una creciente necesidad de apoyo en salud mental en entornos corporativos.

Consecuencias emocionales y organizacionales

“El SFC no solo afecta la salud física de quienes lo padecen, sino que también tiene un fuerte impacto emocional”, afirma Susana Romero, psicóloga de Grupo Cetep. “Las personas pueden presentar síntomas de depresión, ansiedad anticipatoria, temor al iniciar tareas, dudas respecto al rendimiento, aislamiento y una disminución significativa de la autoestima”, señala.

En el ámbito laboral, esto se traduce en baja productividad, mayor ausentismo, rotación de personal y costos adicionales asociados a la atención médica y la capacitación de nuevos colaboradores.

¿Qué pueden hacer las organizaciones?

Frente a esta realidad, es clave que las empresas adopten una postura activa frente a la salud mental de sus trabajadores. Algunas estrategias clave incluyen:

● Implementar programas de bienestar integral, con talleres de manejo del estrés, pausas activas y actividades físicas.
● Fomentar la flexibilidad laboral, permitiendo modalidades híbridas o adaptaciones horarias que favorezcan el equilibrio vida-trabajo.
● Capacitar a líderes para detectar signos de fatiga crónica y actuar oportunamente.
● Asegurar el acceso a servicios de salud mental, con atención profesional, oportuna y confidencial.

Reconocer que el cansancio extremo no es sinónimo de flojera, sino que puede ser reflejo de una condición médica real, es fundamental para ofrecer respuestas efectivas y humanizadas en los entornos laborales. Minimizar o etiquetar erróneamente este agotamiento como simple desinterés o falta de carácter no solo invisibiliza el sufrimiento de quienes lo padecen, sino que también retrasa diagnósticos oportunos y soluciones adecuadas. Apostar por entornos laborales empáticos, donde se comprenda que la salud mental y física están profundamente conectadas con el desempeño y bienestar general, es clave para construir espacios de trabajo más justos y saludables.

El compromiso con la salud mental no solo mejora la calidad de vida de los trabajadores, sino que también fortalece la sostenibilidad, el clima organizacional y la resiliencia de las organizaciones, previniendo el ausentismo, reduciendo la rotación de personal y fomentando una cultura laboral que valore a las personas en su integridad. Detectar a tiempo condiciones como el Síndrome de Fatiga Crónica y ofrecer acompañamiento profesional contribuye a mantener equipos más motivados, creativos y emocionalmente disponibles, lo que repercute directamente en los resultados y en la imagen socialmente responsable de las empresas.

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